Por Lázaro Fariñas* (Martianos-Hermes-Cubainformación)
Bueno, no hay que vivir en Cuba para desearle lo mejor a ese país y sus habitantes, menos aún, si allí naciste y te criaste, si allí fuiste a tu primer día de escuela, jugaste juegos inventados por la imaginación con tus primeros amigos, si en ese lugar del planeta comenzaste a querer a tus padres, todavía más, si en aquel país diste el primer beso a alguien que pensabas que ibas a amar para siempre. No hay que vivir en Cuba para quererla, para disfrutar recuerdos de ella, para sentir sus calores de verano y las brisas frescas de las noches. Definitivamente, no hay que vivir allí para querer a ese pueblo, para celebrar sus triunfos, para sufrir sus necesidades, para compartir sus alegrías y sus tristezas. No hay que estar en aquella amada tierra para sentir orgullo de haber nacido allí.
No hay que compartir la ideología de su gobierno revolucionario, no hay que estar de acuerdo con las políticas económicas que la Revolución implantó. Solamente hay que sentir como cubano y reconocer que las injusticias que allí imperaban hasta 1959 no fueron inventadas por los líderes de esa Revolución, que fueron realidades imperantes en aquella época de la historia de Cuba. Los guajiros, llevando a sus familiares enfermos desde sus bohíos hasta los poblados en sábanas agarradas a cujes, no son una invención de los que llegaron al poder en 1959. Fue una realidad que existió en nuestra Cuba en aquella época. El por ciento tan inmenso de personas que no sabían leer o escribir no es una consigna repetida por los comunistas cubanos, era un hecho real en la Cuba pre revolucionaria. Los grandes latifundios extendidos por todo el territorio nacional no eran cuentos de caminos. El desempleo o medio empleo entre zafra y zafra azucarera no era solo un tema para discursos de izquierda, era una verdad innegable. No hay que denigrar a la república que nació en 1902 y que duró hasta 1959 para afirmar lo anterior. Solamente hay que reconocer una realidad que existió. Dos estudios que se hicieron en la década de los cincuenta son testigos reales de la verdadera situación por la cual atravesaba el pueblo cubano en aquella época.