viernes, 31 de marzo de 2017

En la lucha contra la opresión no hay victorias ni derrotas absolutas

Por: Belén Gopegui            




Fidel Castro Ruz, líder histórico de la Revolución Cubana.


Lo que Fidel ha hecho y ha sido ustedes lo saben, lo contarán los pueblos, irá de voz en voz, y será como si hablaran las olas del mar, de costa a costa, de Sur a Norte, de Este a Oeste.

Me han pedido que hable de Fidel y la revolución y es extraño porque aquí, en Europa, ¿para qué queremos una revolución?

¿Sentido del momento histórico, o cambiar todo lo que debe ser cambiado, como decía Fidel? ¿No mentir jamás ni violar principios éticos?

Qué va, aquí en Europa no lo necesitamos. Y, desde luego, no hemos caído en esa ingenuidad de querer hombres y mujeres nuevos. Ni hemos pensado, como pensó Fidel, que construyendo un entorno que permitiera a las personas desarrollar sus capacidades podrían surgir comportamientos diferentes.

Aquí, en Europa, ya tenemos al hombre viejo, suele ser varón, con excepciones, capitalista, dócil y simpático. Tan simpático que cuando su Parlamento aprueba una ley para que le puedan despedir del trabajo incluso estando de baja, enfermo, el hombre capitalista agacha la cabeza y lo acepta.

Y cuando su país se enriquece con el bombardeo y destrucción de otros países y además vendiendo armas, el hombre europeo se manifiesta de siete a ocho y media, habla, escribe un par de tuits o de columnas. Y sabe, porque lo sabe, que da completamente igual: las bombas seguirán cayendo, las armas se seguirán vendiendo. Cómo le gustan las palabras impotentes al hombre viejo europeo.

jueves, 30 de marzo de 2017

A nosotros…Democracia, generación histórica y juventud cubanas


Por Daily Sánchez Lemus


Buena Fe ha lanzado en su nueva producción discográfica un tema que define como diálogo entre generaciones: La Tempestad. Silvio Rodríguez, el aprendiz eterno, conversa con Israel y Yoel, en lo que simboliza los sitios por los que transitan las relaciones hoy día entre la juventud cubana y sus mayores, entre la historia y el futuro que cada día se piensa y se hace.

En medio del contexto que nos ha tocado vivir figura también el momento de relevo más delicado y comprometido y que genera ya en los descreídos expectativas: en 2018 se elegirá a un presidente cubano que no será parte de la llamada generación histórica cubana.

El sistema cubano, pensado desde nuestra historia, realidad y nuestros intereses, no necesita de sumas cuantiosas para llegar a un parlamento que apostará siempre por la representación de todos los cubanos, y por escuchar lo que cada cual tiene que decir. La patria de Martí, para todos, con la confianza de ser lo suficientemente fuerte y capaz para sostenerse a pesar de las tempestades. Así se vive la realidad de estos días de rendiciones de cuentas que deberán ser mejores, y los festejos por 55 años de una organización juvenil que también se empeña en ser lo que amerita su instante. Todos conscientes de lo que tenemos y lo que falta… pero siendo nosotros los protagonistas.

Del otro lado esperan –porque han tenido que hacer eso siempre: esperar que el tiempo haga lo que ellos hubieran querido hacer- que en 2018 con las elecciones de un nuevo Presidente del Consejo de Estado y de Ministros de Cuba, comience “al fin” el cierre del propio proceso revolucionario. Si antes se extendían los ataques con la matriz de que los máximos dirigentes cubanos eran longevos y ello constituía una limitación, y se atacaba la democracia por su permanencia en puestos legítimamente elegidos por el pueblo con su sistema de elecciones, si se esgrimía como debilidad de la Revolución Cubana la ausencia de jóvenes en el poder ¿de qué se valdrán ahora para criticarla?

martes, 21 de marzo de 2017

Obsesión marginal

Aurelio Pedroso



LA HABANA. En mis manos, y como valioso obsequio traído desde Roma, un tríptico titulado en inglés “The Rolling Stones. Havana Moon”. Lo conforman dos CDs con música de esos astros y un DVD de aquel megaconcierto que ofrecieron gratuitamente en los terrenos de la Ciudad Deportiva la noche del 25 de marzo del pasado año.

A pesar de las promesas de los propios The Stones y de las autoridades del Instituto de la Música, adscripto al Ministerio de Cultura, el documental nunca se exhibió en la televisión cubana. Al parecer, ocurrió algo de lo que aún no he podido enterarme con toda veracidad para que ambos incumplieran su palabra, pero viéndolo ahora en su puro original, las imágenes rodadas para dar entrada al acontecimiento corresponden todas a la marginalidad habanera que, desgraciadamente, está vendiendo mucho en la música, la literatura y el cine. Y vaya usted a saber si también en el boca a boca.

sábado, 11 de marzo de 2017

La prensa ha de conjugar militancia y libertad

                          

Fotos: Sergio Abel Reyes y R. A. Hdez. (La Jiribilla)










Palabras de Fernando Martínez Heredia al recibir la Distinción Félix Elmuza, de la Unión de Periodistas de Cuba, 9 de marzo de 2017

Igual que lo que ha sido costumbre llamar la vida pública y la privada, se nos reúnen y hasta se le confunden a uno lo personal y lo social en momentos como estos, en que se recibe un honor tan grande mientras tremola la bandera escoltada y se entona la canción sagrada.

Aprendí a leer a los cuatro años de edad, y devoraba todo papel escrito que veía. En un pequeño pueblo sin libros, eran los medios de prensa mi sustento intelectual. Hace quince días decía, en una maravillosa reunión de jóvenes en esta misma Casa del Alba, que de muchacho la revista Bohemia era mi escuela política. Pero en aquel tiempo hubo que arrancarse los juegos de un tirón. Cada uno debía dar de sí todo lo que pudiera, y entonces escribí mi primer trabajo para la comunicación social. Era muy breve, se tiró en mimeógrafo y salió en varios cientos de ejemplares. En cuanto aL pago, hay que aclarar que el que lo pagaba caro era el autor, si lo identificaban, porque fue en 1957.

El triunfo y los primeros años revolucionarios produjeron transformaciones tan profundas, abarcadoras y asombrosas de las personas, las relaciones sociales, las instituciones y el país que hoy resulta muy difícil representárselas y parece casi imposible comprenderlas en su integridad. Sin embargo, esto no lleva a relegarlas al olvido ni a creer que se trató de un sueño. La vigencia de la gran revolución está en la inmensa cultura acumulada por el pueblo de Cuba, en la manera de vivir superior de las personas, que no pueden arrebatarnos ni inducirnos a abandonar, y en el interés y la emoción que despierta en los jóvenes asomarse a aquella etapa de la historia prodigiosa de este país.

Esa gran revolución me formó en sus prácticas, me educó y me hizo ascender, aferrarme y cambiar al mismo tiempo, uno más entre millones que vivimos la gran aventura. Fui uno de los que asumieron pronto papeles intelectuales muy superiores a nuestra formación, como sucedía en tantos otros campos de la vida del país. Me tocaron la docencia y la investigación social, pero como entonces casi no había fronteras entre las actividades profesionales, y las necesidades eran el acicate y la brújula de las actuaciones, a mediados de los años sesenta ya estaba colaborando en publicaciones periódicas, y hasta participando en la fundación de alguna.

Hay que recordar y decir que el periodismo estuvo a la altura del tremendo movimiento histórico que se estaba viviendo. El florecimiento extraordinario del periodismo en aquella década tuvo a mi juicio varios factores que lo hicieron posible. El principal es que la mayoría de los profesionales y de la gente semiculta o culta abrazó la causa de la Revolución, y al mismo tiempo trabajaron y se formaron junto a ellos –sin paternalismos ni mezquindades– contingentes de jóvenes revolucionarios de casi nula formación previa, que ejercían con determinación y talento. Aquellos grupos les dedicaron a estos empeños toda su sensibilidad, su oficio, sus noches y sus días, su laboriosidad y su tenacidad, su valentía política y su empeño de entregarse.

El pueblo se estaba apoderando de su país, las personas de su condición humana y su dignidad, y la sed de saber y de ejercer el gusto no tenía límites. Todas las fuerzas culturales que poseía Cuba se habían puesto en tensión, por lo que aquel periodismo no podría entenderse sin estos tres elementos: un público ingente que, en gran medida, se estrenaba como lector; la politización revolucionaria de esa lectura y de la literatura, las artes y el periodismo; y la voluntad política del poder revolucionario de abrir cauces nuevos, darles lugar a las creaciones, la originalidad y la conflictividad, irse una y otra vez por encima de la mera reproducción de lo existente y de lo establecido, y rechazar las camisas de fuerza pretendidamente socialistas que desde temprano trataron de encuadrar y ahogar aquel movimiento.

La política revolucionaria en los medios abría campos para que ellos pudieran dar cabida a la diversidad de criterios y perspectivas, a los argumentos y el debate entre revolucionarios, a la polémica franca. Es decir, que proveyeran el oxígeno que es indispensable al cerebro del cuerpo social que pretenda cambiarse a sí mismo y generar una nueva sociedad y nuevas personas.

Los jóvenes que acudimos a escribir en los medios de comunicación revolucionarios queríamos ser herederos de una tradición excepcional. El más grande de los cubanos había ejercido el periodismo, y un gran número de los intelectuales de primer nivel del país habían escrito colaboraciones para la prensa. Pero no nos arredramos ante las dificultades y nuestras insuficiencias, porque entonces había una fiebre de servir, y de brindarle a la nueva Cuba los argumentos y la belleza, de empuñar los instrumentos de trabajo, la pluma, los libros, la máquina de escribir y las armas de fuego, para darse a la Revolución.

Permítanme relacionar este reconocimiento que agradezco tanto con el cincuenta aniversario de la aparición del primer número de la revista Pensamiento Crítico, que se publicó en febrero de 1967. Estoy orgulloso de los cinco años en que trabajé en aquel órgano de comunicación social que hicimos un grupo de jóvenes revolucionarios. Veo que aún presta servicios cuando jóvenes de hoy la recuerdan, por su contenido y por el ejercicio del criterio, actitud sin la cual no hay militancia verdadera. Y también recuerdo con cariño tantas revisiones de galeras, el mar de tipos de letras redondas, y también a las versalitas, a la lucha tenaz cotidiana y a la angustia por la proximidad del momento del cierre de cada número, a las discusiones sistemáticas y las repentinas, a las madrugadas sin ir a dormir.

Fue la Revolución la que promovió el ejercicio de pensar y la exigencia de que las ideas se pusieran a la altura de ella. Y por la Revolución fue que pude llegar a ser el director de una revista cubana prestigiosa.

No me detendré en otros momentos de mi largo camino. Toda la vida he sido colaborador de publicaciones periódicas, en Cuba, y también en Nicaragua, Argentina, México, Perú y otros países latinoamericanos.

Entiendo que la significación y el valor de un acto como este nos trasciende a los que recibimos los reconocimientos, y nos pone en función de algo que es mucho más valioso que cualquier galardón personal. La Unión de Periodistas de Cuba y la máxima autoridad de nuestro Estado están reafirmando con esta ceremonia su apoyo a la labor de las mujeres y los hombres que a lo largo de todo el país laboran y sirven al pueblo en este campo de actividad, su voluntad de enaltecer las conductas tan esforzadas que mantienen y su comprensión de la necesidad y la urgencia de que la estrategia de la Revolución le dé cada vez más peso a un desarrollo efectivo de los medios de comunicación, que conjugue militancia y libertad, motivaciones y recursos, y otros factores imprescindibles. Para que el periodismo pueda estar a la altura del movimiento histórico, como baluarte y como instrumento cultural del socialismo y la soberanía nacional, en esta coyuntura crucial.

Siempre ha habido que pelear por todas las cosas grandes y hermosas. Después pueden venir las satisfacciones mayores, como es vivir dentro de un pueblo entero que lee y que sabe ejercer el gusto y sus criterios propios, en medio de un planeta al que el capitalismo trata de conducir hacia la idiotez masiva. Y al cabo pueden venir también satisfacciones personales tan grandes como la que acompaña al honor de recibir un premio como este. Pero es lícito el placer si realmente uno es capaz de seguir siendo seguidor de Antonio Maceo, el obrero de la libertad, y si uno sigue siendo alumno perpetuo de José Martí, mi primer maestro de periodismo, el que escribió hace ciento treinta años: “Nada es un hombre en sí, y lo que es, lo pone en él su pueblo” Y que las grandes bodas del hombre son sus bodas con la patria.

Puesto entonces del lado del deber, lugar donde se encuentran tantas cosas buenas, y hasta la felicidad, es más fácil agradecer la generosidad y el gesto hermoso de los compañeros, esa familia grande de la sociedad que entre todos hemos creado. Y es más fácil afirmar que seguiré colaborando siempre con los medios cubanos de comunicación, como estoy resuelto a hacer, junto a los maestros y los profesionales capaces y honestos que trabajan entre tantas dificultades y no pocos obstáculos, y junto a los jóvenes que hoy hacen tanto por Cuba con su trabajo periodístico, sus empeños de superación y su valentía política e intelectual. Trataré de estar a la altura de esta magnífica profesión de servicio, de los símbolos que han presidido este acto solemne, y del ejemplo brindado por el periodista y trabajador gastronómico exiliado Félix Elmuza Agaisse, que se unió a Fidel, el líder del Movimiento 26 de Julio, desde 1955, lo siguió con una conducta ejemplar en la organización revolucionaria y supo escribir su nombre en la historia.

(Tomado de Cubaperiodistas)
Fotos: Sergio Abel Reyes y R. A. Hdez. (La Jiribilla)

miércoles, 8 de marzo de 2017

Queremos una Cuba cubana y no anglosajona (II y final)

Cuba es la primera línea de confrontación para la expansión norteamericana, pero también es el país que mejor conoce la cultura norteamericana
Dr. Eduardo Torres-Cuevas

El gobierno de Estados Unidos habla ahora de relaciones «pueblo a pueblo». La relación de intercambio entre las dos naciones fue permanente desde hace mucho. Esa relación se dio por New Orleans, por New York, con un fluido intercambio cultural, humano. La relación intensa tiene que ver con la música, con la literatura, con muchas cuestiones que intercambiaron ambos pueblos, y no se trató de una dependencia de uno a otro, sino que fue una interrelación cultural.

A esta relación hay que agregar otra muy importante; la relación entre Estados Unidos como nación en manos de un capital expansionista, y España, cuya debilidad va aumentando en el siglo XIX.

Pero Cuba es Cuba. Es verdad que nuestras guerras de independencia empezaron más tarde que en el resto del continente, pero es verdad también que brillaría por su literatura, por la formación de hombres como Céspedes, como Agramonte, como el propio Maceo, que es un autodidacta, y sobre todo por la presencia de un José Martí. Cuando me hablan mucho de Martí digo, «bueno, empiecen por el principio». Las bases del pensamiento martiano están creadas a los 15 años, están creadas en el año 1868, porque ha sido alumno de Rafael María de Mendive, y este lo había sido de José de la Luz y Caballero, y José de la Luz y Caballero lo había sido de Félix Varela, y Félix Varela de José Agustín Caballero.

Hay una tradición que evoluciona, asume lo que cada época aporta, y a finales del siglo XIX sale José Martí. Si Martí hubiera nacido en otra parte no era José Martí. Ese pensamiento electivo que trazó Caballero va directo a José Martí, y por eso él puede hacer un análisis al que es muy difícil llegar sin un enlace directo con el fenómeno norteamericano. No se podía desconocer la esencia con que nace políticamente Estados Unidos.

Queremos una Cuba cubana y no anglosajona (I)


martes, 7 de marzo de 2017

Las visiones de Fidel en los nuevos escenarios de lucha

Por: Fernando Martínez Heredia            



“Yo soy Fidel”, fue una consigna asumida por el pueblo cuando el Comandante desapareció físicamente. En la imagen, niños camagüeyanos participan en el desfile pioneril martiano en homenaje al Apóstol cubano José Martí, en el aniversario 164 de su natalicio, y en recordación al líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, el 28 de enero de 2017. Foto: Rodolfo Blanco/ ACN.


El primer homenaje que recibió Fidel al morir fue una consigna de hoy, una invención de jóvenes que hizo suya todo el pueblo de Cuba: “
yo soy Fidel”. Así se demostró que Fidel es del siglo XXI, y que cuando el pueblo entero se moviliza con conciencia revolucionaria es invencible. En esos días del duelo, Fidel libró su primera batalla póstuma y volvió a mostrarle a todos, como en 1953, el camino verdadero.

Hoy, cuando vamos a compartir acerca de los caminos de las luchas — porque lo verdadero son las luchas — , es natural comenzar con la ayuda de Fidel, y emular con sus ideas y sus actos para sacarles provecho, no imitándolos, sino traduciéndolos a nuestras necesidades, situaciones y acciones.

Para sacarle provecho a
Fidel, tenemos que evitar repetir una y otra vez lugares comunes y consignas. Conocer más las creaciones y las razones que lo condujeron a sus victorias, las dificultades y los reveses que Fidel enfrentó, lo que pensó sobre los problemas, sus acciones concretas, puede aportarnos mucho, y de esa manera será más grande su legado.