viernes, 22 de febrero de 2013

Memorias de un Taller de Redes y unos zapatos rotos..…


Por Carlos Alberto Pérez

Imagino que si está leyendo este post sea porque definitivamente algo le llamó la atención en el título. Y no lo culpo, pues casi seguro yo también hubiera hecho lo mismo. Incluso me atrevo a pensar, conociendo bien al lector cubano, que probablemente usted seguirá leyendo cada sentencia de esta publicación hasta que logre saciar su último ápice de curiosidad.

Y realmente no es para menos, pues el chisme está buenísimo, mucho más si acompañado a este post se adjuntan ilustrativas fotos del fenómeno en cuestión. Pero, como dijera un buen amigo, ¨primero lo primero¨, así que si conserva un poquito la calma, podrá incluso hasta llegar a reírse de las cosas que a un bloguero cubano le pasan.

Y es que sin poder preverlo la vida nos depara las más inesperadas sorpresas. Algunas bien gratas, y otras digamos que no tanto. Por eso para poder reflexionar sobre el recién concluido II Taller Internacional de Redes Sociales Medios Alternativos, se me ha ocurrido sacarle la punta al lápiz y entre auto-burlas y reflexiones, trataré de darle forma a este post partiendo de algunas ideas y anécdotas que no quisiera dejar de contarles.


Inicio entonces este recorrido con unos confortables zapatos de piel, una camisa bien fina,  y un jeans ordinario, que lo mismo se acopla a un pullover viejo y sin cuello, que a una fina seda de mangas largas atada por una corbata. Una pinta a todas luces nada problemática, así que “a tallerear” me dije.

Resulta entonces que un año después de aquella perreta y de surgido este interesante Taller, donde han sido convocados destacados periodistas, teóricos de la comunicación, así como especialistas y estudiosos de los medios entre muchos otros entendidos de la web, contrario al pasado año finalmente fuimos convocados por los organizadores del evento una amplia representación de la blogosfera independiente nacional, la cual acogió delegados desde los más recónditos lugares desde el oriente hasta la provincia más occidental el país. Y si subrayo independiente lo hago precisamente porque se impone dejar constancia, aunque muchos no sepan entenderlo así, de que no solo asistimos allí destacados periodistas de medios nacionales, o ciertos personajes de sobrenombre como casi siempre suele suceder, sino blogueros de incuestionable autenticidad que día a día contribuyen a concebir una nueva Cuba con un constante trabajo diario en la red de redes sin esperar nada a cambio, pero sobre todo, que no están ligados a ninguna institución estatal que los represente. Un hecho casi insólito en eventos como este.

Así que reclamos finalmente escuchados y correspondida la convocatoria, desde muy temprano nos  unimos #concubaenred para acompañar a través de las redes sociales, y especialmente desde Twitter, este Taller que trajo toda una variada gama de experiencias únicas en polémicos frentes de batalla mediática como Venezuela, Palestina, España, Rusia, China, Nicaragua, y Cuba, entre muchos otros. Minuto a minuto se escucharon las intervenciones de diferentes países, y no cesó el intenso debate sobre temas de obligada referencia en la red, así que entre Twitter y ciber cafés de tiempo en tiempo, poco a poco fui como muchos, absorbiendo de las experiencias de otras delegaciones. Después del rico almuerzo, la jornada de la tarde se me hizo increíblemente corta, aunque como era de esperar también bastante interesante. Dos intervenciones me pusieron los pelos de punta, entre ellas la más aplaudida de todas, la del destacado periodista español Pascual Serrano, una alocución de la que entre tuits e inoportunos chats, no dejé de tomar nota ni un solo instante.

La retirada fue con un día de descanso de por medio para los nacionales, así que el miércoles sería la sesión final, por lo que se imponía un cierre elegante, fino, a la altura de un intercambio pijo de ciber intelectuales de más de 11 países. Esto me llevó a rebuscar en el baúl de los recuerdos, de donde saqué una majatica de mangas largas medio morada que bien podía pasar para la ocasión, y que según mi esposa, “bien planchadita y por dentro del jeans, me vería más elegante que Randy el de la Mesa Redonda”. Para colmos, en su éxtasis de moda me hizo sacar unos zapatos puntifinos negros que según ella me combinaban con el color del cinto, y entonces ahí sí “habría que decirme usted”. Imagínense ustedes, los elegantes zapatos me los había regalado una amiga en ocasión de nuestra boda 5 años atrás, y yo, que no soy de vestirme de tanta etiqueta y padezco de pie pequeño (no saquen conclusiones por adelantadas), con semejante punta afilada nunca más me los había vuelto a poner. Pero siguiendo la intuición femenina para estos casos me dejé acomodar por mi chica, que sí que le mete bastante al asunto de la fashion, y sin pensarlo mucho saqué mis zapaticos llenos de polvo para más tarde pasarles un trapito húmedo, darle un poquito de tinte negro, y finalmente meterle bastante cepillo para sacarle brillo. Fue justo en ese momento cuando tuve una señal de auxilio muy clara que me negué a ver, pues la frotación a los zapatos comenzó a rasgarle pedacitos a una piel ya lastrada por el calor, la humedad y el tiempo, pero ilusionado con aquella pinta lo que hice fue frotar un poco más suave. Pensé que no tendría mayores problemas, pues solo los necesitaría un día, así que no lo pensé dos veces y me acosté loco por volverme a levantar y vestirme.

Amaneció el día decisivo y yo, todo estirado, parecía un maniquí de boutique de lujo. Agarré un ómnibus a solo una cuadra de mi casa, que para suerte mía me dejó frente al Hotel Palco, y ya solo de pisar el asfalto las dos suelas de mis puntifinos colgaban como lengua de perro sofocado. Creo que ni la cenicienta se sintió tan mal en su momento, pues yo ya estaba llegando casi descalzo a mi propio baile, y este aún ni siquiera había comenzado. Fue entonces cuando no pude ocultarlo mucho más, y a pesar del chucho de varios colegas le pedí una presilladora al pantrista de turno en la carpeta del hotel, pensando que al menos momentáneamente podría resolver aquel problema. Pero no fue así, así que tres pasos después las suelas se volvieron a convertir en burlonas lenguas perrunas, y aprovechando la poca asistencia de la aún joven mañana, me adentré en el salón de conferencias de donde al menos una vez sentado, pensé que podía escapar de las posibles burlas y carcajadas. Fin de la primera parte

(tomado de la Chiringa de Cuba)

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