lunes, 10 de julio de 2017

¡Y no lo olvido!

Por: Miriela Mijares Márquez



Le hablaba de su relación con Chibás y su orgullo de pertenecer al Partido Ortodoxo; del día en que estuvo sentado en el brazo del butacón donde estaba su líder y de su negación a ir a votar por aquellos que en nada representaban al pueblo; pero mi abuelo no ha quedado anclado a mi memoria como un héroe solo por eso.

No estuvo en la Sierra, pero participó en pequeñas acciones de la clandestinidad, allá, en La Habana. Sin embargo, ni las cédulas guardadas; ni su revólver de cabo blanco, hermosísimo; ni siquiera la lápida que le puso a su amigo negro, el Sastre, donde se atrevió a escribir la palabra “comunista”; han construido la imagen de rebeldía que conservo de él.

Mi abuelo, de todo, me enseñó un poco. Aprendí de sus palabras lo que no encontré en mis libros de estudiante: detalles aparentemente insignificantes de la Historia que me atrajeron cada vez más a las esencias de las cosas y me hicieron pensar que, de todas las virtudes humanas, la dignidad es una de las más valiosas.