viernes, 22 de febrero de 2013

MAESTRA: La marcha de los lápices


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Maestra es una celebración de la alegría de enseñar y aprender a pesar de todos los obstáculos. El triunfo de la revolución cubana en enero de 1959 abrió el camino para poner en práctica los objetivos de la revolución, en primer lugar las razones para tener una revolución. Un objetivo fue educar a todo el mundo, incluyendo a todas esas personas que nunca habían tenido la oportunidad de leer o tan siquiera escribir su nombre.

Después de dos años de práctica revolucionaria, los cubanos estaban listos para llevar la educación a todos los que habían sido excluidos por el colonialismo y la dictadura. El 1 de enero de 1961, Cuba inició su Campaña Nacional de Alfabetización, la cual se convirtió en un triunfo histórico y un modelo para otras naciones. ¡Qué clase de revolución! Alrededor de un millón de personas se movilizaron para eliminar el analfabetismo en un año: más de 250 000 que trabajaron para la alfabetización y 707 000 adultos que aprendieron a leer y escribir. Más de 100 000 de aquellos maestros aún no habían cumplido 18 años, y ellos son el centro de este emocionante documental, dirigido y producido por Catherine Murphy.
Maestra se concentra en nueve maestros alfabetizadores que nos cuentan no sólo de cómo enseñaron, sino cómo aprendieron –el efecto perdurable en su propia vida por participar en un movimiento que trajo no solo alegría a sus estudiantes, sino también a ellos mismos y a todo el mundo en Cuba, excepto a los contrarrevolucionarios. Al describir una experiencia transformacional, la alfabetizadora Norma Guillard cuenta: “Comencé a enamorarme de ese sentido de independencia”.

Las historias de los maestros alfabetizadores están magistralmente entrelazadas con material cinematográfico de archivo y fotografías de los maestros en acción. Algunos de ellos enseñaron en áreas urbanas. Griselda Aguilera tenía solo siete años cuando pidió participar en la Campaña de Alfabetización. Como evidentemente era demasiado joven para enviarla al campo, le asignaron a enseñar a un hombre de 58 años que vivía cerca de su casa. En el documental podernos verlos a los dos, uno junto al otro, mientras aprende a leer. Ella dice que no había diferencia entre ellos, ninguna condescendencia –“confiábamos mucho uno en el otro”.
La mayoría de los maestros marcharon a los campos, donde el analfabetismo era común. Muchos de ellos eran estudiantes de secundaria que se alejaban del hogar por primera vez. En primer lugar, debían tener el valor de querer participar en una aventura tal. Como nos dice la maestra Diana Balboa, muchos padres eran reacios a que sus niños “se unieran a un ejército de quién sabe quiénes eran”, pero los estudiantes se impusieron y “allá se fueron”.
La maestra Daisy Veitía recuerda el entrenamiento de 15 días en el que le enseñaron no sólo a enseñar, sino a ser “como son hoy los médicos de la familia, ayudando a crear hábitos saludables, hábitos de vida”. El equipo que se les entregaba consistía en uniforme, frazada, hamaca, dos libros de texto, lápices y un farol para enseñar de noche. 
Vivían en las casas de la gente que eran sus estudiantes –y también sus profesores. Maestra  muestra el intercambio que ocurrió a medida que los jóvenes educadores se sumergían en una cultura que era diferente de la vida urbana, a veces sin electricidad y agua corriente. Como recuerda el exestudiante Carlos López, los alfabetizadores trabajaban en el campo y en las casas, “así que se convertían como en una familia en la que trabajaban juntos”.
Maestra presenta los frutos de su labor. Vemos a un hombre, quizás de unos treinta años, escribiendo intensamente su nombre, Pablo Benítez, en una pizarra y luego virarse y sonreír hacia la cámara que estaba filmando la alegría de saber escribir su nombre, en vez de tener que usar una X o una huella dactilar.
Su vida no era  todo trabajo y nada de diversión. Mirando las filmaciones de archivo de cuando ellos cantaban y bailaban, la maestra Ivonne Santana nos dice: “Por las noches teníamos fiestas y bailábamos… Nos divertíamos, La pasábamos bien”.
Pero esto no es una historia bucólica. En abril, en medio de la Campaña de Alfabetización, llegó la invasión por Bahía de Cochinos. Daisy Veitía recuerda cómo llegaron sus familiares para llevársela a casa, pero ella les dijo que se quedaba aunque se fueran todos los demás.
La invasión fue derrotada en  menos de 72 horas, pero el peligro para los alfabetizadores continuó. Los contrarrevolucionarios ya habían matado al menos a dos jóvenes maestros, Conrado Benítez y Pedro Morejón, y en los meses subsiguientes otros serían asesinados –– Delfín Sen Cedré y Manuel Ascunce Domenech, junto con el estudiante de Ascunce, Pedro Lantigua. A los alfabetizadores se les recomendó que no salieran de noche. La maestra Adria Santana recuerda que una noche hubo golpes en la puerta y gritos de “Saquen a los alfabetizadores, saquen a los alfabetizadores”. El campesino dueño de casa les dijo. “No les tengo miedo a ninguno de ustedes”. Diana Balboa dice que los asesinatos la hicieron tener más determinación, “porque era muy hermoso lo que estábamos haciendo”.
Al terminar la Campaña de Alfabetización, con su misión cumplida, decenas de miles de alfabetizadores llegaron a La Habana. Vemos un maravilloso material de archivo de ellos marchando en la Plaza de la Revolución llevando enormes lápices, símbolos del conocimiento, levantados en alto por ellos como si fueran banderas. Recordando ese día, Norma Guillard dice: “Fue un hecho enormemente poderoso, porque había tantos de nosotros, alfabetizadores y alfabetizadoras, todos muy jóvenes. Llevo ese recuerdo en mi memoria”.
Maestra” nos lleva muy cerca del corazón de la revolución cubana.
Durante más de 33 años, Jane Franklin ha hablado y escrito acerca de las relaciones Cuba-EE.UU. Su página web es http://www.janefranklin.info
(tomado de Progreso Semanal)

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