Las Parrandas o Fiestas de Barrio surgen en Cuba en la segunda mitad del siglo XIX, a partir de cencerradas de Noche Buena [1]. Francisco Vigil de Quiñones, párroco asignado a la iglesia de San Juan de los Remedios en 1822, reúne a jóvenes ociosos ávidos de festividad y organiza una bulla con todo tipo de instrumentos improvisados para llamar a los morosos de la Misa de Aguinaldo. Pitos, fotutos, güiras, clavijas, matracas y quijadas aportan el estruendo de la cencerrada organizada por el Padre [2]. La iniciativa deviene en práctica festiva y las diferentes barriadas del poblado se divierten compitiendo, primero en alcance de la bulla, luego en calidad de sonido. Se desencadena así el periodo de formación de La Parranda, que durará hasta 1849, fecha en la que la rivalidad se organiza definitivamente en dos bandos: El Carmen y San Salvador.
Esquelas que muestran las peleas afables entre estos barrios,
El Carmen y San Salvador durante las parrandas

 
La diferencia entre estas manifestaciones remedianas y la mayoría de las festividades conocidas y estudiadas universalmente, radica en que nunca pretendieron ser ni procesiones ni rituales de tipo religioso. Desde su origen se constituyeron con cencerradas espontáneas que buscaban el objetivo de servicio a la ritualidad religiosa.
Las artesanías y la necesidad de experimentar con luminarias traerían un nuevo aporte a la conformación de la teatralidad de la fiesta. Se actúa y se elabora para la representación de calle, con elementales esbozos de guion y un incremento de la exhibición artesanal. Se concibe, por tanto, un espectáculo. Y ello hasta 1889, con un alto importante en 1871.