lunes, 2 de mayo de 2016

¿Espías en la mezquita?

NOTA MÍA: No por sabido, deja de ser siempre interesante leer estas revelaciones. El caso de la actuación de la Iglesia Cristiana Alemana con respecto a Cuba ha sido siempre un vivo ejemplo de a que poder está sometida realmente y a que Dios reverencian. Para ser justo con sus muy contadas excepciones.
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Una entrevista generó mucha agitación: el Estado debería controlar a las mezquitas, dijo el jefe de la fracción parlamentaria de la CDU/CSU, Volker Kauder. En las iglesias cristianas eso es evidente, opina Felix Steiner. 

 
 Antes de que un nuevo obispo católico sea nombrado y pueda tomar posesión del cargo debe presentarse ante el primer ministro del Estado federal en el que se encuentra su diócesis. En esa residencia oficial tiene que hacer un juramento de lealtad a la Constitución del Estado. Eso, mientras su mano izquierda está apoyada en una Biblia. Procedimientos y juramentos están claramente definidos en los acuerdos y contratos entre el Estado y la Iglesia.

Si el primer ministro tiene o no algo en contra del obispo que tiene enfrente o si profesa otro credo, es algo que a la Iglesia no le interesa.


La lucha por el poder se decidió hace tiempo

¿Qué significa esto? Que la lucha entre el poder espiritual y el terrenal, entre la Iglesia y el Estado, entre el Papa y el Emperador, se decidió hace mucho tiempo en la historia alemana a favor del Estado. Esa es una de las características de la modernidad y un elemento esencial de la cultura cristiano-occidental.

Iglesia y Estado no están separados en sentido estricto, como erróneamente siempre se asegura. No, el Estado y la Iglesia en Alemania están estrechamente entrelazados. Dado que el Estado controla a la Iglesia, el Estado tiene el privilegio de poder oponerse antes de un encuentro de obispos a que se levante el nombramiento de algún candidato problemático. El Estado espera de la Iglesia su lealtad y a cambio recibe una gran cantidad de privilegios, desde enseñanza de religión en los colegios públicos, salarios pagados a los obispos provenientes de las arcas del Estado, y la recaudación de impuestos para la Iglesia por parte de la oficina de recaudación. 


Felix Steiner, redactor de Deutsche Welle.

Es justamente en este contexto que se debe mirar la propuesta de Volker Kauder, y precisamente por esto no se trata de discriminación del Islam o de los musulmanes. Obviamente el Estado debe saber qué es lo que predican en las mezquitas los imanes, pues se espera que allí no se agite contra la Constitución de la República Federal de Alemania. Porque la Ley Fundamental garantiza la libertad de credo, y esta encuentra su fin en el Estado de derecho, donde se puede hacer mal uso de la religión para luchar contra el Estado.

Cada vez que un Estado toma el juramento de un obispo católico, siempre se hace la misma pregunta: si es apropiado y si esto va de acuerdo con los tiempos. Ahora se hace evidente: el obispo es responsable de sus sacerdotes y de los controles de mecanismo internos que aseguran la lealtad de toda la institución. Este sistema funciona y es bueno que así sea.

¿Islam como religión del Estado?

Si el Islam quiere pertenecer a Alemania, como piensa la canciller Angela Merkel, entonces habría que crear un sistema de zanahorias (privilegios) y látigo (obligación de lealtad la Estado) también para el creciente número de mezquitas en Alemania. El problema de fondo es que falta una contraparte organizada de forma institucional ¿Con quién deberían cerrar ese acuerdo los estados federales alemanes?

No se ve en el mediano plazo que la situación vaya a cambiar, en especial porque cada mezquita se entiende a sí misma de forma individual. Y también porque ese es el punto central de la propuesta de Kauder que a primera vista suena tan molesta: porque recordamos las imágenes de los funcionarios de los servicios de inteligencia nazis o de la Alemania Democrática espiando en los sermones. En la República Federal no hubo tal cosa, simplemente porque no había ninguna razón para hacerlo. Sin embargo, la propuesta de Kauder no es, en modo alguno, una violación a la libertad religiosa o al derecho al libre ejercicio del culto. No se trata de reglamentar la creencia, sino a sus líderes, igual si este es un cura, un pastor, un imán o un rabino.

Quienes padecieron las dos dictaduras alemanas suelen ser citados diciendo que la presencia de la Gestapo o de la Stasi en las ceremonias eclesiásticas no dañaron en absoluto los servicios religiosos. Los sermones eran mejores y, sobre todo, más cortos.


(tomado de la Deutsche Welle)

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