viernes, 31 de agosto de 2012

Los problemas de la democracia (II y fin)

Guillermo Rodríguez Rivera • Segunda cita


El propio Rafael Correa ha precisado con claridad que en Latinoamérica estamos viviendo no una época de cambios, sino un cambio de época.

Todos estos representantes de los nuevos gobiernos de la región, reconocen que el antecedente de ese cambio es la Revolución Cubana de 1959, encabezada por el comandante Fidel Castro.

El momento de la violencia revolucionaria contra el imperialismo y las oligarquías no fructificó. El continente lloró sus muertos, los muertos del pueblo. Es un rosario de nombres: Fabricio Ojeda, Luis Augusto Turcios Lima, Javier Heraud, Carlos Fonseca Amador, Camilo Torres, Jorge Ricardo Masetti, Francisco Caamaño, Roque Dalton, y cuyo epítome es la figura de Ernesto Che Guevara.


Esos muertos, los héroes de aquellas luchas que parecían acabadas, han emergido en este nuevo momento de la historia americana. Es curioso y es hermoso como se mueve la historia. Tengo un amigo que dice, ironizando que, hoy por hoy, todos estos nuevos gobernantes de izquierda se quitan el sombrero ante Cuba, pero que ninguno se pone el sombrero de Cuba. Y es cierto. Ninguno ha seguido el modelo socioeconómico del gobierno cubano.

El de la Revolución Cubana fue el primer gobierno latinoamericano que logró iniciar una transformación de la vida de su país a despecho de la voluntad del poderoso vecino del norte.

Cuba empezó llevando a cabo una radical reforma agraria que estaba estipulada en la Constitución de 1940 en la que un artículo establece que “se proscribe el latifundio”, pero ningún gobierno se había atrevido a implementar la ley que complementara el precepto constitucional, porque el principal latifundista en Cuba eran los Estados Unidos. El gobierno del general Eisenhower, el mismo bajo cuya égida la CIA, dirigida por Allen Dulles, organizó el derrocamiento del gobierno reformista de Jacobo Árbenz en Guatemala, hizo repetir minuciosamente aquel esquema contra Cuba. La acusación de “comunista” que, en medio de la guerra fría se esgrimió contra el presidente guatemalteco, fue esgrimida otra vez, ahora contra una revolución popular que acababa de derrocar una dictadura militar y en cuyo país subsistía plenamente el capitalismo.

No es este el sitio para volver a contar la sabida historia de la invasión de Bahía de Cochinos, derrotada en menos de 72 horas por los combatientes revolucionarios cubanos.

Al año siguiente a la invasión, Cuba fue expulsada de la OEA por desarrollar una alianza con una potencia extracontinental, empezó a funcionar el llamado plan “Mangosta”, la nueva alternativa violenta contra la Isla. Se decretó, oficialmente, el embargo económico contra Cuba. Desde 1960, la burguesía cubana había cerrado filas junto a los Estados Unidos contra el gobierno de su país y lo abandonó, acaso confiando en que un gobierno enfrentado por los norteamericanos, no podía sobrevivir en Cuba, como nunca había sobrevivido en América Latina. A excepción de México, todos los países de América Latina rompieron sus vínculos diplomáticos y comerciales con Cuba.

Cuba no tuvo entonces, entidades como son hoy el ALBA o la CELAC en la que encontrar amparo político, económico y militar. Sólo la Unión Soviética decidió venderle el petróleo para que el país no se paralizara, y las armas con las que defenderse. Era la Unión Soviética que había sido regida por Stalin, que había dejado su huella en el modelo socialista que se conocía, pero era la única tabla a la que la Revolución Cubana consiguió aferrarse para salvarse.

Los gobiernos de la nueva izquierda latinoamericana, no son en ningún caso regímenes que hayan puesto fin al régimen de democracia representativa con que ascendieran al poder.

Venezuela había nacionalizado su petróleo bajo el gobierno de Carlos Andrés Pérez, pero PDVSA, la entidad estatal que asumió su control y administración, devino casi un coto privado. El gobierno de Chávez tuvo que renacionalizar PDVSA, para convertirla en el poderoso instrumento para el desarrollo de Venezuela. La oligarquía venezolana se resintió ante un gobierno que se apoyaba en los de abajo y creaba en ellos su gran masa sostenedora.

Liquidado el sambenito de “comunista”, el nuevo mote lanzado contra el presidente fue el de “populista”. El “populismo” chavista consistió en usar los recursos de la nación para favorecer a los sectores venezolanos más humildes. Cuba le prestó una ayuda enorme en la conformación de un sistema de salud que favoreciera y amparara a esos sectores, y en la eliminación del analfabetismo.

Quizá aleccionada por la experiencia de su homóloga cubana, la burguesía venezolana ha preferido permanecer en su país y el impulso económico del estado coexiste con el régimen capitalista venezolano, acaso moderado por las leyes implementadas. Chávez ha ganado todas las elecciones que se han efectuado desde su arribo a la presidencia, en 1999.

En Venezuela, como en otros países de esta nueva izquierda, el descrédito de los partidos tradicionales ha hecho que los periódicos burgueses y los grandes canales de televisión privados, casi se convirtieran en los nuevos partidos de oposición: hacían una agresiva campaña contra los nuevos regímenes que, sin embargo, no lograba convencer a la mayoría que apoyaba al gobierno.

Me parece importantísimo que, sustituyendo la idea leninista de dictadura del proletariado1, estos gobiernos de izquierda hayan preservado la existencia de la democracia representativa, pero hayan acentuado el desarrollo de lo que cabría llamar una “democracia participativa”, en la que otros mecanismos complementan la voluntad expresada en las urnas. No es rasgo sin importancia de esta participación que, cuando fuerzas de la reacción antidemocrática hayan actuado para aplastar la voluntad popular, los propios ciudadanos que habían dado el voto a sus gobernantes, salieran a las calles para motivar su regreso al gobierno, como en el caso de Chávez, o la liberación del presidente, como en el secuestro policial de Rafael Correa.

El pueblo no solo expresa su voluntad, sino que la defiende en las calles, si es necesario.

Venezuela ha introducido un elemento novedoso y esencial: el referendo revocatorio, que a la mitad del mandato del dirigente electo puede traerlo nuevamente a las urnas, si se considera que no debe seguir ocupando el cargo para el que se le eligió.

No hay financiamientos millonarios a las campañas electorales, que comprometen de antemano a los políticos. Las elecciones son “observadas” como nunca lo han sido, por ejemplo, las de México o de los propios Estados Unidos.

A mí me parece que esa vigilante preservación de la democracia es un rasgo importantísimo del que algunos líderes han llamado “socialismo del siglo XXI”, que es un socialismo que coexiste con un capitalismo que en estos casos, ya no avanza libremente por un camino depredador, sino que tiene el control del estado popular.

De alguna manera, parece empezar a conseguirse la definición que el notable pensador de la izquierda brasileña, Buenaventura de Sousa Santos, da de la sociedad socialista:

Una sociedad socialista no es aquella en la que

todos los mecanismos e instituciones que existen

son socialistas, sino en la que todos son

dirigidos a contribuir a los intereses socialistas

de la sociedad.

Acaso estos países de nuestra América, estén llamados a conformar la posibilidad —no me gusta llamarle “modelo”, porque da la idea de esquema, de receta— de una renovada y más completa democracia.

Cuba fue el inicio de este “cambio de época”, de esta segunda independencia que está conmoviendo al continente. Cuba fue la que educó a muchos países de nuestra América y a sus líderes, cuando la realidad que hoy está ante nosotros parecía imposible de conseguir. Creo que está llegando el momento en que tengamos que aprender de ellos. Me parece que es ese el camino que se abre ante Cuba.

Nota:

1. Hay que recordar que Lenin muere en 1924, en plena guerra civil. En su testamento había pedido sustituir a Stalin como primer secretario del partido. No vivió para tomar otras determinaciones sobre el gobierno soviético.

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