Tomado del Heraldo Cubano
El viernes 17 de agosto de 2012 mediante un comunicado el
Departamento de Estado, el gobierno norteamericano aseguró que “no
reconoce el asilo diplomático que ecuador otorgó al australiano Julián
Assange”, el fundador de Wikileaks refugiado en la embajada
ecuatoriana en Londres. “Estados unidos no forma parte de la convención
de 1954 de la (Organización de Estados Americanos) OEA sobre el asilo
diplomático y no reconoce el concepto de asilo diplomático como una
cuestión de derecho internacional”.
Es cierto que EE.UU. no es signatario de esa convención, pero cuan
distinta fue su posición en la década del 60 y después en los 80 e
inicios de los 90 cuando estimuló y apoyó la entrada de
contrarrevolucionarios y personas con pésimos antecedentes penales en
sedes diplomáticas en la Habana, como parte de su propaganda anti
cubana, y para ampliar la matriz de opinión de que “huían del
comunismo”.
Durante los primero años de la década de los 60,
contrarrevolucionarios cubanos que conformaban las redes creadas por la
CIA, después de cometer actos terroristas como fue el incendio de varios
cines, teatros y centros comerciales, se introducían en las sedes
diplomáticas de Latinoamérica para posteriormente ir a residir a Miami,
donde fueron recibidos como héroes, al cumplir los mandatos de los
yanquis. Esto está avalado en los planes desclasificados de la CIA,
donde se recogen las acciones terroristas aprobadas por la Casa Blanca
contra Cuba, con el interés de derrocar a la Revolución triunfante.
En los 80 se recuerda aun la entrada masiva de delincuentes,
denominados “escoria”, en la embajada del Perú, después de asesinar a un
joven escolta del sistema de protección de la sede diplomática y como
fueron recibidos en Lima y algo más tarde en Miami, como los que
lograban “huir del comunismo”. Al palpar la realidad tuvieron que
reconocer la baja calidad humana de la inmensa mayoría de estos, salvo
algunas excepciones.
Más tarde, en 1990 en contubernio con algunos gobiernos y sus
representantes diplomáticos en la Habana, intentaron crear una falsa
crisis en las embajadas acreditadas en Cuba, al estilo de Albania y
Rumania, en un desesperado intento de acabar con la revolución cubana,
la que había resistido el derrumbe del socialismo europeo. Entonces si
aplaudieron la entrada por la fuerza de algunos elementos delincuentes
estimulados desde el exterior mediante noticias transmitidas por las
emisoras subversivas radicadas en territorio norteamericano.
Recordamos los casos de la sede de la República de Checoeslovaquia,
España, Bélgica, Alemania, Suiza, Gran Bretaña, Italia, Francia y
Canadá. Ahí no faltó el apoyo y estímulo yanqui, sobraron los aplausos a
los “valientes cubanos que arriesgaban sus vidas en pos de la
libertad”. El final se conoce, Cuba denunció el macabro plan de los
norteamericanos y los antecedentes penales de los que se introdujeron en
las misiones diplomáticas.
Pero como “perro huevero aunque le quemen el hocico”, con la ilusión
de que a la Revolución le quedaban solo meses, volvieron por la misma
senda en 1991, tratando de conformar una nueva crisis de penetraciones
en busca de asilo diplomático. El final, el mismo del año anterior.
Posteriormente han ocurrido hechos parecidos pero esporádicos, pues
se convencieron que eso no era causa que pudiera desestabilizar la
situación interna cubana y decidieron continuar estimulando las salidas
ilegales del país vía marítima, lo que tuvo como colofón las acciones de
robo y secuestro de embarcaciones cubanas en 1994, que terminó con el
permiso del gobierno para la salida ilegal masiva de todo el que lo
deseara, pues al fin y al cabo eran recibidos como triunfadores en los
EE.UU., donde se les concede de inmediato el refugio político, bajo los
preceptos de la repudiable Ley de Ajuste cubano de 1966, exclusiva para
Cuba.
Por tanto, no es casual ni extraño que ahora ante un caso soberano de
Ecuador de concederle el asilo político a Julián Assange, los
norteamericanos se lancen a plantear que no lo reconocen, pues para el
mundo está bien definido que a los únicos que le interesa sancionarlo de
forma ejemplarizante es a ellos, cuando quedaron en evidencia del papel
injerencista en los asuntos internos del resto de los Estado, incluso
de sus aliados, las acciones de espionaje que realizan así como la
subversión política como un arma contra aquellos que no son de su
agrado, con la publicación de cientos de miles de cables cifrados por el
sitio Wikileaks.
Esperemos pues el final.
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