A propósito de las Elecciones Generales (2018) en Cuba, La Tizza conversó con el destacado intelectual cubano Aurelio Alonso Tejada[1]. Compartimos con nuestros lectores esta primera entrevista, que tendrá continuidad en las próximas semanas, con el ánimo de propiciar un debate sobre las cuestiones que en ella se abordan.
LT: El 19 de abril próximo se instaurará el nuevo Parlamento en Cuba y se cumplirá el término de los dos períodos consecutivos de cinco años en que Raúl Castro ha fungido como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. A su juicio, ¿qué desafíos enfrentarán desde entonces el ejercicio del poder y el desarrollo de una política revolucionaria y socialista en Cuba?
AA: Es de Perogrullo decir que las elecciones de marzo tendrán un significado que las diferenciará de todas las precedentes, pero creo que no queda más remedio que comenzar por ahí. Con la salida de Raúl Castro de la presidencia del Consejo de Estado (que de ningún modo significa salir del poder –mantendrá el cargo de Primer Secretario en el PCC y un asiento como diputado en la nueva Asamblea; además, no creo que las Fuerzas Armadas prescindan de su comandancia mientras tenga vida), se produce la retirada de esa dirección institucional de lo que recibimos como generación histórica de nuestra Revolución. El alto reconocimiento honorífico –concedido hace unos días– a las tres figuras más destacadas de la misma que se mantienen activas, también lo indica así aunque, como Raúl, quedan igualmente en la ANPP. Su papel emblemático en la resistencia y la búsqueda de perfeccionamiento de lo que los enemigos creen descalificar llamando “el régimen”, es innegable y meritorio. Pero la pregunta ¿qué desafíos implica este cambio? –la cual debe rondar los pensamientos de todos los cubanos– requiere distinguir las diferencias que en rigor son visibles de la tentación adivinatoria. Me limito aquí a lo primero, y tal vez en alguna de las respuestas que sigan me deje llevar por la tentación.
La nueva elección a la Asamblea Nacional del Poder Popular debe cubrir las altas instancias de decisión con la presencia de otra generación. No se trata ahora del ingreso de figuras aisladas, como hasta hoy se ha dado, sino del núcleo mismo del relevo generacional en las instituciones conductoras de la sociedad. La permanencia de Fidel Castro a la cabeza del sistema político desde 1959 hasta 2006 le dio un sentido distintivo al liderazgo histórico de la Revolución, y permitió consolidar sus valores y su resistencia en las más adversas coyunturas. Sabemos que ese liderazgo fuerte y consistente propició al pueblo seguridad y confianza. Su relevo por Raúl, su más fiel compañero de luchas desde el asalto al cuartel Moncada en 1953, demostró que aquella resistencia podía mantenerse perfectamente en el contexto de una indispensable renovación del proyecto de justicia social y equidad emprendido como Estado soberano. Cambiar a fondo sin renunciar a valores y logros, es el propósito manifiesto que sobresale entre cualquier cantidad de propuestas en discusión.
No me interesa aquí –y supongo que a ustedes tampoco– la especulación acerca del candidato más probable a la Jefatura del Estado. Además, lo decidirán, intuiciones aparte, los diputados que serán electos ahora, por lo que ni siquiera valdrían sondeos de opinión, en términos estadísticos. Lo que me interesa destacar es que, rebasada la época del liderazgo histórico, la legitimidad del elegido tendrá que sostenerse, en todos los niveles del Poder Popular, por el mandato electoral, la rendición de cuentas de la gestión y el derecho a revocar a los representantes electos, si pierden la confianza de los electores. Más allá de quien sea la persona elegida a la Presidencia, importa el hecho de que el carácter colegiado que la Constitución asigna al Consejo de Estado se vería reforzado, en la práctica, en la toma de decisiones. No hace falta cambio jurídico previo para presumir que crece el peso del criterio de la mayoría al interior de Consejo de Estado. Lo cual debe traducirse en más responsabilidad participativa, e irradiar a la vez esta influencia hacia todo el sistema de Poder Popular, dado el peso que se asigna ya en todas las instancias a la colegiatura.