miércoles, 8 de marzo de 2017

Queremos una Cuba cubana y no anglosajona (II y final)

Cuba es la primera línea de confrontación para la expansión norteamericana, pero también es el país que mejor conoce la cultura norteamericana
Dr. Eduardo Torres-Cuevas

El gobierno de Estados Unidos habla ahora de relaciones «pueblo a pueblo». La relación de intercambio entre las dos naciones fue permanente desde hace mucho. Esa relación se dio por New Orleans, por New York, con un fluido intercambio cultural, humano. La relación intensa tiene que ver con la música, con la literatura, con muchas cuestiones que intercambiaron ambos pueblos, y no se trató de una dependencia de uno a otro, sino que fue una interrelación cultural.

A esta relación hay que agregar otra muy importante; la relación entre Estados Unidos como nación en manos de un capital expansionista, y España, cuya debilidad va aumentando en el siglo XIX.

Pero Cuba es Cuba. Es verdad que nuestras guerras de independencia empezaron más tarde que en el resto del continente, pero es verdad también que brillaría por su literatura, por la formación de hombres como Céspedes, como Agramonte, como el propio Maceo, que es un autodidacta, y sobre todo por la presencia de un José Martí. Cuando me hablan mucho de Martí digo, «bueno, empiecen por el principio». Las bases del pensamiento martiano están creadas a los 15 años, están creadas en el año 1868, porque ha sido alumno de Rafael María de Mendive, y este lo había sido de José de la Luz y Caballero, y José de la Luz y Caballero lo había sido de Félix Varela, y Félix Varela de José Agustín Caballero.

Hay una tradición que evoluciona, asume lo que cada época aporta, y a finales del siglo XIX sale José Martí. Si Martí hubiera nacido en otra parte no era José Martí. Ese pensamiento electivo que trazó Caballero va directo a José Martí, y por eso él puede hacer un análisis al que es muy difícil llegar sin un enlace directo con el fenómeno norteamericano. No se podía desconocer la esencia con que nace políticamente Estados Unidos.
Uno de los documentos más reveladores es el que escribe el representante de España en 1782 con respecto a la independencia de Estados Unidos, y dice: «Esta República federal ha nacido pigmea, por decirlo así, y ha tenido necesidad de apoyo y de las fuerzas de dos potencias tan poderosas como la España y la Francia, para conseguir su independencia. Vendrá un día en que será un gigante, un coloso temible en esas comarcas. Olvidará entonces sus beneficios que ha recibido de las dos potencias, y no pensará más que en su engrandecimiento. La libertad de conciencia, la facilidad de establecer nuevas poblaciones sobre inmensos terrenos, así como las ventajas con que brinda el nuevo gobierno, atraerán agricultores y artesanos de todas las naciones, porque los hombres corren siempre tras la fortuna, y dentro de algunos años veremos con mucho dolor la existencia amenazadora del coloso de que hablo».

Eso lo está diciendo en el momento de la independencia; y dice más: «Y se han dado el nombre patricio de América».

Fíjense en el sentido del nombre, Estados Unidos de América; no es de una parte, sino de toda América. Se están definiendo como la potencia americana, como los dueños de todo el territorio americano.

¿Y por dónde se produce el conflicto más directo? Por México y Cuba, porque son los lugares más cercanos. A México le arrebatan más de la mitad de su territorio. Pero la primera guerra de expansión norteamericana se da en Cuba. Después de la Guerra de Secesión, la guerra civil, viene la reconstrucción americana, y para los años 90 ya hay un almirante norteamericano, Mahan, que crea la teoría del sea power, del poder marítimo, y cambia la concepción militar de Estados Unidos. No es un país que se prepara para la defensa interna, sino para crear una poderosa marina de guerra con un ejército, la infantería de marina.

El ‘98 es su carta de presentación al mundo. ¿Cuál es la justificación?, la guerra de Cuba. Por supuesto, hicieron un ejercicio de fuerza. ¿A quién le dan?, al más flojo, al más indefenso, que era España, pero era también la más occidental de las potencias europeas. Por tanto, el golpe fue en varias direcciones: en Filipinas le dicen a Europa: «Yo estoy a las puertas de Asia». En Cuba y Puerto Rico, se situaron a las puertas de América, y detrás, el Canal de Panamá después de la separación de Panamá de Colombia. Por tanto en ese momento estamos hablando ya de una expansión real.

Cuba es la primera línea de confrontación para la expansión norteamericana, pero también es el país que mejor conoce la cultura norteamericana. Las crónicas martianas sobre Estados Unidos son piezas antológicas, pero no piensen que es solo Martí. Hay buen número de intelectuales cubanos que han vivido en Estados Unidos, y otros que no son intelectuales, y que van realmente a asombrarse del proceso que se está dando allí y del peligro que significaba esa política.

En el siglo XX, la esencia de Cuba co­mo nación está en esa dualidad: in­de­pendencia o dependencia. Esa ha sido la elección que se le ha colocado a ca­da cubano delante, porque muchos ha­­blan de la Enmienda Platt –yo le llamo Apéndice Platt–. Para hablar claro: la Enmienda de Platt es una enmienda a una ley del Congreso de EE.UU., y de esa enmienda lo que se le coloca a la Constitución cubana es un apéndice. El Apéndice Platt cercenó muchísimas cosas, cercenó la soberanía para empezar. Eso genera un primer gran movimiento en el siglo XX que es el movimiento antiplattista. ¿Detrás de ese movimiento qué hay?, ¿por qué esta enmienda con estas características? Nadie todavía piensa en el imperialismo.

Lo que se observa es una gran potencia que abusa de sus fuerzas.

Enrique José Varona, intelectual cubano que vivió en Estados Unidos y que conocía perfectamente ese país, que fue secretario de Educación del gobierno interventor norteamericano, unos pocos años después de Lenin, sin ser marxista, escribe el libro El imperialismo a la luz de la moderna sociología. Ahí tenemos a un cubano hablando de imperialismo y analizándolo desde el ángulo sociológico. A Varona hay que leerlo. ¿Qué decía?, ¿qué hizo?, ¿cuáles son las ideas de Enrique José Varona? Él es realmente fundador de una pedagogía cubana con la herencia de Luz y Caballero, de Martí, de Varela, con una herencia de pensamiento que nunca fue abstracto ni respondió a impulsos. Proviene de un pensamiento enraizado con el pueblo, resultado de la propia realidad y que evoluciona con la propia realidad cubana.
De todo eso proviene la Generación del Centenario.

LA CONCIENCIA DE SER CUBANO

En los años 40, no es solo Fernando Ortiz el que está trabajando el tema de la cubanidad. También lo hacen Jorge Mañach, Miguel de Carrión..., en distintos ángulos, y hay un cierto nacionalismo musical que tiene una tremenda fuerza en ese momento. La música cubana es cubana, y va desde lo más popular a lo más elaborado, va de Ernesto Lecuona y Sánchez de Fuentes a la orquesta Aragón. Esto es lo que lleva a este intento de definir el problema de la cubanidad o de la cubanía.

Cuando Fernando Ortiz va a definir qué es ser cubano dice: «Ser cubano son dos cosas; primero, la conciencia de serlo».

Usted tiene que saber quién es; usted no puede descubrir quién es frente al diferente, porque muchos descubren quiénes son cuando están ante alguien que habla otro idioma, tiene otra religión, otra cultura, etc. No es algo abstracto, es el «Conócete a ti mismo» de los griegos. Ese es el punto de Fernando Ortiz cuando dice: «Lo primero es la conciencia de lo que tú eres». Pero lo segundo es más trascendente: «Y la voluntad de serlo», usted puede tener conciencia de quién es, pero en las condiciones de un país como Cuba tiene que ser una decisión suya ser cubano. Y esto va más al fondo: ser cubano no es solo nacer en Cuba. Máximo Gómez no era cubano, no había nacido aquí, y más cubano que él hay que buscarlo; el Che no había nacido aquí, y por ahí pudiéramos mencionar a otros, estoy hablando solo de las cúspides.

En América hubo que inventar la palabra criollo que no existía en el castellano, cuando surgió un individuo que empieza a diferenciarse del peninsular. Puede haber nacido en cualquier parte, pero la cultura que tiene es la nuestra; los hábitos, costumbres, tradiciones que forman parte de esa cultura, y sobre esas bases es que se elabora un pensamiento propio.
En Cuba hay, dice Fidel, una sola revolución, pero una revolución con revoluciones internas: ‘68, ‘95, ‘33, ‘59, cuatro en menos de un siglo, pero eso vino de antes. Muchas veces hablamos de raíz, pero prefiero hablar de semilla. Félix Varela escribe en su testamento político: «Según mi costumbre, lo expresaré con franqueza, y es que en el campo que yo chapee (vaya este terminito cubano) han dejado crecer mucha manigua (vaya otro); y como no tengo machete (he aquí otro) y además el hábito de manipularlo, desearía que los que tienen ambos emprendieran de nuevo el trabajo».

Esto da una serie de ideas. Lo importante no es que tengamos el terreno, sino tener conciencia de que la buena siembra depende de los cuidados, atenciones, dedicación y de chapear el terreno, de prepararlo para que cuando se coloque la semilla pueda echar raíz, nazca el árbol y dé fruto. Cultura es esto, cultivar. Por supuesto, cultivar es complicado, difícil, pero si no lo emprendemos tendremos marabú. Marabú importado, además.

Si nosotros nos dedicamos a dar respuestas siempre estaremos a la defensiva. El gran reto es hacer propuestas. Nosotros tenemos que pasar en muchas cosas de las respuestas a las propuestas, porque con franqueza les digo, en muchos terrenos las propuestas se están haciendo desde otras partes, no precisamente del nuestro.

La historia no es una historia pasada; la historia de lo que pasó es la historia de los anticuarios. El presente es historia. La historia es un componente esencial en la vida de las personas, es un componente vivo en la identidad de cada uno de nosotros, y ahí es donde se gana o se pierde la batalla. La historia está viva en los componentes de la realidad que te ayudan a actuar en esa realidad. No es casual que alguien que le dijo aquí a los cubanos: «Hay que olvidar la historia», recurre constantemente a los padres fundadores de Estados Unidos.

Si nosotros le quitamos el pensamiento martiano a la Revolución Cubana hubiera sido otro tipo de Revolución; le hubiera faltado su componente humanista y su sentido antimperialista, que no viene solo de lecturas y teorías, sino que proviene de una realidad confrontada. Por eso es tan importante que sepamos lo que estamos defendiendo y que cada día utilicemos lo más moderno de la tecnología y del discurso para combatir a lo más moderno de la tecnología y del discurso con que nos agreden. Volvamos a Martí: «La guerra que se nos hace es a pensamiento, a pensamiento hay que ganarla».

*Versión de la intervención del Dr. Eduardo Torres-Cuevas, director de la Biblioteca Nacional José Martí en el VII Pleno ampliado de la Unión de Periodistas de Cuba

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