Edmundo
García
El
periodista Lázaro Fariñas declaró en el programa “La Tarde se Mueve” del
miércoles 26 de septiembre de este año que aunque la extrema derecha
cubanoamericana de Miami siempre ha sido intolerante con los puntos de vista que
difieren de los suyos, en los años 90 él personalmente pudo participar en
algunos programas de radio y televisión miamenses y defender sus puntos de
vista. Con frecuencia le preparaban encerronas donde se confabulaban el
presentador y los panelistas en su contra, pero al menos podía decir lo que
pensaba e irse satisfecho para su casa.
Posteriormente, el martes 8 de octubre, Lázaro Fariñas publicó un
artículo en el portal “Rebelión” donde volvía sobre el tema, que también había
interesado a muchos oyentes. Decía Fariñas en “Rebelión”: “Hace unos días, en
una intervención mía en el programa ‘La Tarde se Mueve’ que dirige el periodista
cubano Edmundo García, comenté que en el Miami de los noventa existió una
pequeña apertura en lo que a la libertad de expresión se refiere. Esta ciudad
que, a través de los años se caracterizó por la intolerancia política, por la
intimidación y la violencia, tuvo en aquella década un pequeño respiro en lo que
a la aceptación de discutir ideas diferentes se refiere”. (Fin de la cita) Por
supuesto, aquella apertura no era gratis, obedecía a la euforia que había creado
en Miami la caída del campo socialista, que en esta ciudad se tomó como un
preludio del fin de la revolución cubana. Parece que los extremistas de la
derecha se volvieron generosos. Pero cuando vieron que el pueblo cubano
resistía, cuando comprobaron que nuevamente Fidel conducía a la revolución a un
puerto seguro, aquella aperturita se terminó. Así lo recuerda Lázaro Fariñas al
final de su artículo: “Toda esa apertura a la libertad de expresión en los
noventa se fue junto con el niño Elián González. Con la llegada del nuevo siglo,
Miami regresó a los tiempos de los que piensan igual, con el lema de ‘Dentro del
anticubanismo ultraderechista todo, fuera de él nada’”. (Fin de la
cita)
Al igual que
los oyentes de “La Tarde se Mueve”, yo me quedé pensando en la historia que
había contado Lázaro Fariñas y me llamó la atención un punto. Cuando Fariñas
cita algunos de los periodistas que le habían dado una oportunidad en sus
programas (seguro porque el público estaba cansado de escuchar la misma
cantaleta anticubana las 24 horas del día), un patrón sale a relucir por entre
esos nombres: son periodistas de la vieja guardia, la mayoría con bastante
tiempo en Miami y ya ajenos o desactualizados de la nueva realidad que se abría
paso en aquella Cuba de los 90. Entre otros Fariñas citó a Luis Aguilar León,
Vicentico Rodríguez, Tomás García Fusté, Agustín Tamargo, Luis Fernández Caubí,
etc.
Con la
entrada del nuevo siglo y la evidencia de que la revolución cubana mantendría su
rumbo, realidad efectivamente confirmada por el regreso del niño Elián González,
entre otras pruebas, y el descrédito de la ultraderecha cubanoamericana ante la
opinión pública general, alguien se dio cuenta que había que reclutar
periodistas nuevos que combinaran una doble condición: que hubieran llegado a
Miami recientemente, de modo que estuvieran actualizados de lo que sucedía en
Cuba cuarenta años después del triunfo revolucionario de 1959, y que a la vez
estuvieran dispuestos a ponerse al servicio de los intereses políticos de la
vieja derecha cubanoamericana. Es enorme la lista de personas que se ofrecieron
a servir como periodistas, analistas o panelistas en los medios de Miami: en
Telemundo, en Univisión, Tele Miami, en Radio Martí, en Radio Mambí, en Mega, en
el Canal 41, en Gen TV, en El Nuevo Herald, etc. Mientras estos llamados nuevos
periodistas estuvieron empleados como trabajadores simples no hubo demasiados
problemas; pero cuando empezaron a ganar en influencia y sobre todo cuando
algunos de ellos ascendieron a puestos de dirección en los medios, ejercieron
una censura muchas veces más férrea que la ejercida por los viejos llamados
históricos en la década del 90. Censura y discriminación ininterrumpida, sin
esos periodos de “tolerancia” o “apertura” como el que recordaba Lázaro
Fariñas.
No es
difícil entender ese extremismo. A pesar de todo el esfuerzo por mostrarse
críticos de la revolución cubana, muchos de esos nuevos periodistas se habían
formado en las escuelas revolucionarias y habían trabajado para importantes
medios informativos gubernamentales. La prensa escrita, la televisión y la radio
de Miami están llenas de graduados de la Universidad de La Habana, de la Escuela
Internacional de Cine y hasta de las academias militares y policiales de la
isla, como los Camilitos y la Briones Montoto. Este historial los hacía
sospechosos ante la derecha, por lo que se empeñaron en limpiar el pasado
acumulando méritos como contrarrevolucionarios radicales que les hicieran
confiables para la extrema derecha cubanoamericana. Los nuevos asumieron el
patrón injerencista y plattista que se les exigía a cambio de prebendas que
harían todo lo posible por alcanzar y conservar. El precio pagado ha sido alto.
Algunos comentan en privado que se prestan a difamar al pueblo y los dirigentes
cubanos porque tiene que sobrevivir; los menos han llegado a creerse el guión
inventado. Lo cierto es que hoy por hoy, detrás de los llamados programas de
análisis de actualidad política de Miami, como los de Oscar Haza y María Elvira
Salazar, trabajan equipos formados (sin excepción) por personas formadas en la
Cuba revolucionaria de después de 1959, no de antes. Identificar nombres no es
difícil, pero en esta ocasión no lo haré por respeto al propio dilema que me han
confesado personalmente.
Los
conversos se han pasado muchas veces de la raya y no es raro que sobre cumplan
los planes de producción de mentiras de los viejos. Por ejemplo, fue uno de
estos nuevos arrepentidos, productor de un canal de televisión miamense, quien
tuvo la idea de no dar los resultados deportivos de Cuba en los Juegos Olímpicos
de Londres y concentrarse en los chismes anticubanos que se producían tras
bambalinas. Fue otro nuevo quien explicó que la valentía de Los Cinco Héroes
cubanos se debía a que eran dirigidos por telepatía desde La Habana. Fue un
nuevo quien “reveló” que la celda de Gerardo Hernández no era tan incómoda
porque tenía unos centímetros más que los declarados. Fue un nuevo el analista
que “demostró” que había un auto rojo persiguiendo y chocando al que conducía
Ángel Carromero. En fin que esos nuevos periodistas, lejos de superar el
extremismo que empaña la libertad de prensa en Miami, la entierran más. Algún
crédito tendrán para la vieja derecha cubanoamericana, porque van de un canal de
televisión a una emisora de radio, de un periódico a un blog, y viceversa, con
el mismo disco de la difamación a su pueblo y el servicio a los enemigos de su
país.
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