Las
migraciones han sido parte del actuar humano prácticamente desde los
inicios de la especie. Pero en el mundo globalizado y profundamente
injusto de hoy, el creciente flujo migratorio internacional –alentado
por las hondas desigualdades económicas y sociales, la inestabilidad
política, los conflictos armados, los desastres naturales y otras
causas¬–, se ha convertido en uno de los más serios problemas de la
humanidad.
Miles de personas mueren todos los años intentando emigrar en
precarias condiciones a través de fronteras terrestres y los mares.
Otros miles, que llegan a las naciones más ricas del Norte buscando
mejores condiciones de vida, son sometidos a abusivas y prolongadas
detenciones y expulsados hacia sus países sin contemplaciones. Crecen
las medidas restrictivas y xenófobas contra los inmigrantes en EEUU y
Europa.
En este complejo y duro panorama hay una clara excepción: el
tratamiento que el Gobierno de EE.UU le da a la emigración cubana con
evidentes fines políticos, como parte de sus planes agresivos contra la
Revolución.
Antes de 1959 eran contadas las visas que la Embajada de los Estados
Unidos concedía a los ciudadanos cubanos para emigrar a ese país; lo
que constituía una aspiración de millones de personas en el mundo,
atraídos por el estándar de vida en la nación que emergió de la Segunda
Guerra Mundial como la más rica y poderosa del planeta. Unos pocos
humildes trabajadores dispuestos a asumir las duras labores que el
estadounidense se rehusaba a hacer y componentes de la burguesía y de
algunos sectores medios del país, eran los afortunados en esa ruleta
migratoria.
Los trámites legales para que un cubano emigrara a Estados Unidos
entre 1945 y 1959 eran prolongados y rigurosos. Al que ingresaba
ilegalmente le esperaba sin remedio la expulsión o la prisión. Eran tan
perseguidos por la “migra” como lo son ahora muchos emigrados
latinoamericanos. Ahí esta el testimonio de Camilo Cienfuegos en sus
cartas a la familia durante el tiempo que debió permanecer en territorio
norteamericano, en la década del 50, ante la persecución de la
dictadura batistiana.
Todo cambió con el Triunfo de la Revolución en 1959. Desde el primer
día de la victoria de nuestro pueblo, Estados Unidos se convirtió en
seguro refugio para los esbirros, torturadores, asesinos, malversadores y
ladrones de la derrocada tiranía de Fulgencio Batista. El ingreso sin
obstáculo al suelo estadounidense de cualquier persona que saliera
ilegalmente de Cuba pasó a ser la norma. La visa dejó de ser un trámite
necesario para ser recibido. La categoría de emigrante desapareció para
los cubanos que salían del país, que pasaron sin excepción al
tratamiento de exiliados, gracias a la política implantada por
Washington.
El gobierno norteamericano, consciente de que en Cuba había una
verdadera Revolución, se planteó una estrategia de hostilidad permanente
hacia nuestra Patria sustentada en un feroz bloqueo económico y
comercial y que tenía también al tema migratorio como uno de sus
componentes esenciales para la desestabilización. Cuba pasó a formar
parte de la política implementada por la Casa Blanca en los años 50 para
beneficiar con el estatus de “refugiado” a los migrantes del entonces
campo socialista.
Nació así el Programa de Refugiados Cubanos, a inicios de los 60, y
se ejecutó la inescrupulosa Operación Peter Pan mediante la cual fueron
virtualmente secuestrados hacia EE.UU más de 14 mil niños, arrancados a
sus padres atemorizados por la propalación de la falsa e infame noticia
de que sería suprimida la Patria Potestad en Cuba.
Tras la derrota sufrida en Playa Girón, el escalamiento de la guerra
sucia contra Cuba y las tensiones de la Crisis de Octubre, el Gobierno
norteamericano suprimió abruptamente, a fines de 1962, los vuelos
normales y salidas legales desde nuestro país a esa nación, cortando de
facto los vínculos de miles de cubanos con sus familiares en EE.UU,
entre ellos la de los padres que habían enviado a sus hijos durante la
Operación Peter Pan. Solo quedó el camino de las salidas ilegales.
En febrero de 1963, la administración Kennedy dio un poderoso
estímulo a esas salidas al anunciar que los cubanos que llegaran a EE.UU
directamente desde nuestro país serían recibidos como refugiados;
mientras, quienes lo hicieran desde terceros países serían considerados
extranjeros y quedarían sujetos a las restricciones migratorias
norteamericanas.
Se buscaba el show político y mediático. El intento de pintar una
Revolución que naufragaba. El propósito de mostrar una sociedad
supuestamente quebrada y fracasada que obligaba a sus ciudadanos a
lanzarse desesperadamente a la aventura migratoria.
El Congreso estadounidense dio un espaldarazo final a la perversa
política al aprobar la llamada Ley de Ajuste Cubano, firmada por el
presidente Johnson el 2 de noviembre de 1966. Con ella se concedía el
derecho inmediato al permiso de residencia a cualquier emigrante ilegal
cubano que llegara a territorio norteamericano, y al año se le otorgaba
automáticamente la residencia permanente.
Esa aviesa legislación –aplicada desde entonces invariablemente y
actualizada varias veces para promover aún más la emigración ilegal–,
unida a la intencionada denegación de cuantiosas solicitudes de visas
para la emigración legal, al endurecimiento del bloqueo y a las miles de
horas de incesante propaganda subversiva y de guerra política y
sicológica desde EE.UU llamando a la indisciplina social, al delito y a
las salidas ilegales del país, han provocado sucesivas y graves crisis
migratorias como las de Boca de Camarioca (1965) , el Mariel (1980) y la
de 1994.
Impunidad, violencia y robo de cerebros
La impunidad total y los estímulos con que se ha recibido en EE.UU a
todas las personas salidas ilegalmente de Cuba en estas cinco décadas,
han dado lugar al robo y secuestro de embarcaciones, la piratería aérea,
la violencia, el empleo de armas y hasta a asesinatos. Autores de
crímenes atroces como Leonel Macías, el asesino del guardamarina
Roberto Aguilar Reyes, viven hoy en la Florida al amparo de esta
política.
A sectores de esa estimulada emigración ha acudido el gobierno
estadounidense, la extrema derecha, los servicios especiales y la mafia
cubano americano para ejecutar sus planes agresivos y terroristas contra
nuestra Patria.
Esa mafia y sus representantes en el Congreso han utilizado a su
antojo el tema migratorio en su agenda anticubana. Estimulan por un lado
la emigración a través de declaraciones y acciones precisas como el
programa Éxodo manejado por la Fundación Nacional Cubano Americana en la
década de los 90, y por el otro, presionan al Gobierno norteamericano a
actuar en el supuesto interés de la Seguridad Nacional de EE.UU si se
produjera una nueva crisis migratoria. Sueñan con provocar un conflicto
armado entre Estados Unidos y Cuba.
En todos estos años, las autoridades norteamericanas y los sectores
anticubanos han alentado y priorizado la salida del país de médicos,
enfermeros, profesores, ingenieros y otros profesionales universitarios
o técnicos de nivel medio, en un descarado robo de cerebros. Miles de
millones de dólares le han costado a la nación la pérdida de ese
personal calificado formado gratuitamente en nuestras universidades y
escuelas politécnicas.
No satisfechos con extraerlos del país, los persiguen por diversas
partes del mundo. Vigente está el programa ideado por la administración
Bush para captar médicos y otros especialistas de salud cubanos que
prestan importantes servicios en decenas de países.
Permanente es también el asedio a nuestros deportistas, reconocidos
en los escenarios mundiales y forjados gracias al sudor de nuestro
pueblo y la capacidad de nuestro sistema de formación deportiva.
El objetivo es apropiarse desvergonzadamente del talento de la
nación, e intentar desmoralizar, obstruir nuestro desarrollo, generar
desaliento.
Pese a los acuerdos migratorios logrados entre Cuba y EE.UU, el gobierno norteamericano continúa aplicando para nuestra nación los esquemas de la Guerra Fría y el anticomunismo que caracterizaron la política inmigratoria de ese país en décadas pasadas.
Una y otra vez han violado esos acuerdos en diferentes
administraciones, mantienen en vigencia la Ley de Ajuste Cubano que
estimula la emigración ilegal y ha provocado numerosas muertes en el
estrecho de la Florida, y sostienen las campañas de aliento a esa
emigración y la manipulación mediática sobre este sensible tema.
Mientras más de 429 mil indocumentados fueron detenidos y más de 397
mil inmigrantes fueron expulsados de Estados Unidos en el 2011, según
reconoció hace unos días el Departamento de Seguridad Interior, los
inmigrantes cubanos continúan recibiendo un tratamiento privilegiado a
tono con los intereses subversivos de la política norteamericana hacia
nuestro país.
Cuba ha cumplido rigurosa y estrictamente sus compromisos en los
acuerdos migratorios, sostiene la necesidad de garantizar una emigración
legal, ordenada y segura hacia la nación norteña, mantiene una relación
respetuosa con el creciente y mayoritario sector de la emigración
cubana en Estados Unidos y otras partes del mundo que profesa amor a su
Patria, promueve los vínculos familiares, condena el bloqueo y otras
políticas agresivas contra su pueblo y defiende el derecho de nuestra
nación a vivir y desarrollarse en paz, y ha dado pasos en todos estos
años para hacer más fluida esa relación entre la Nación y su emigración.
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