Por Edmundo
García
Carlos García, Director de la mal llamada
Radio y Televisión Martí, ha firmado un Editorial que aparece publicado como
texto principal en la página frontal de esa estación, titulado “Los límites del
Cardenal”, donde se suma al ensañamiento con que los extremistas de siempre
están acosando al Cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, Arzobispo de La Habana.
El pretexto esta vez son unas palabras del Cardenal en la Universidad de
Harvard, pero pudo haber sido otro. Les da lo mismo cualquier cosa porque lo que
realmente desean es calmar la frustración tirando sus mentiras contra el
prestigio y los logros en términos de convivencia y concordia que ha conseguido
Su Eminencia el Cardenal Jaime Ortega en diálogo con el gobierno cubano.
En su Editorial Carlos García considera al
Cardenal un arrogante, le dice lacayo, carente de comprensión y falto de piedad
y misericordia. Como habla en nombre de Radio y Televisión Martí, que es una
Agencia del Gobierno Federal de los Estados Unidos, alguien debería aclarar si
es esta la posición oficial respecto a la figura del Cardenal Ortega del
Gobierno de Barack Obama, en cuyo caso debería ser expresada por el Departamento
de Estado y no por una emisora de radio y televisión. O si Carlos García está
tratando de hacer política exterior desde un rincón de Miami usurpando funciones
que no le pertenecen, o se trata solamente de otro de esos libretazos que se dan
en Miami para quedar bien con la extrema derecha cubanoamericana que intenta
secuestrar la voz de esta comunidad. Pudiera ser algo de esto, porque el propio
Carlos García no se cuida de explicar que “Radio y Televisión Martí están
obligados a interpretar los hechos”, frase que demuestra que algún tipo de
presión ha sentido el editorialista advenedizo.
Carlos García considera “una canallada” que
el Cardenal Ortega dijera la verdad a su auditorio en Harvard; que entre
aquellos que invadieron el Santuario Diocesano y
Basílica Menor de Nuestra Señora de la Caridad en La Habana el 13 de marzo
habían delincuentes, un extraditado desde una prisión en los Estados Unidos y un
sancionado por exhibicionismo; invasores que salieron sin que se usara la
fuerza, como declaró la propia Iglesia el día 15 de marzo. También le disgustó a
Carlos García que el Cardenal Ortega haya revelado que el recién fallecido Mons. Agustín
Román le dijera durante una visita a Miami que no mencionara aquí la palabra
“reconciliación”. Parece que Carlos García aún no conoce muy bien la ciudad de
Miami, porque la palabra “reconciliación” todavía es peligrosa para ser
pronunciada en medios controlados por la derecha cubanoamericana; como la
palabra “diálogo”, o la frase “viajes a Cuba”. Aún están frescas las imágenes
del bochornoso mea culpa que tuvo que hacerse un deportista del prestigio de
Ozzie Guillén por dar una opinión sobre el Comandante en Jefe Fidel Castro a la
revista TIME; y aún está bajo investigación el atentado contra las oficinas de
Airline Broker, la agencia que operó los viajes a Cuba para asistir al encuentro
pastoral con el Papa Benedicto XVI. Si eso pasó hace una semana, qué no estaría
pasando quince años atrás alrededor del uso público del término
“reconciliación”.
En el inusual Editorial Carlos García se
hace el dolido y se erige en defensor de la memoria de Mons. Román, asignándose
a sí mismo la oportunista tarea de limpiar su historial. Lo que no dice Carlos
García es que Mons. Agustín Román le hizo esa recomendación al Cardenal Ortega
con conocimiento de causa; porque él mismo había sido víctima de los extremistas
de Miami cuando se propuso actuar en el sentido de la “reconciliación” con el
pueblo de la isla. El experimentado periodista Lázaro Fariñas, que por décadas
ha vivido en la ciudad de Miami y la conoce perfectamente, dio testimonio de lo
que había padecido Mons. Román bajo las presiones de esos que hoy dicen
defenderlo. En una comparecencia ayer 3 de mayo en el programa “La tarde se
mueve”, que conduzco en Miami de 5 a 6 de la tarde por la frecuencia 14.50 AM,
Lázaro Fariñas recordó que había conocido a Mons. Román en un acto que se
celebró a principio de los años 90 en el parque Martí de la calle 8, donde un
cura enardecido dijo que para solucionar el problema cubano lo mejor era poner
una bomba y matar al Comandante en Jefe Fidel Castro junto a todos sus
acompañantes. Según Fariñas, el propio Mons. Román había considerado esas
palabras como una barbaridad. Pero fue unos años después de ese encuentro
personal que se puso bien de manifiesto la intolerancia contra Mons. Román,
cuando ante un fuerte ciclón que afectó la isla propuso recoger ayuda solidaria
para el pueblo cubano junto a Caritas, con el apoyo general de sectores de
Miami; y comenzó a ser intimidado por las estaciones de radio de esta ciudad
porque consideraban que eso era ponerse de parte del gobierno de Cuba. Incluso
se le acercaron personas inescrupulosas y con historial de violencia, como José
Basulto y Ramón Saúl Sánchez, que se empeñaron en empaquetar las ayudas en
propaganda política anticubana. Fariñas recordaba ayer la cara de miedo de Mons.
Román en la televisión de Miami, escondiéndose bajo un ancho sombrero mientras
hacia sus declaraciones.
Muchos de quienes entonces aterrorizaban a
Mons. Román ahora lo encumbran contraponiéndolo al Cardenal Ortega. El
periodista Lázaro Fariñas concluye que no le extraña en absoluto que Mons.
Agustín Román le haya recomendado al Cardenal Jaime Ortega no usar la palabra
“reconciliación” en sus homilías en Miami, porque por propia experiencia sabía
la ira que podía despertar.
El “editorialista” Carlos García califica a
Mons. Agustín Román como “Obispo exiliado”, y es verdad, porque Mons. Román
perteneció a aquella vieja Iglesia que en los comienzos de la revolución cubana
se prestó para sabotearla, protegiendo a prófugos y secuestradores, secundando
campañas preparadas en el extranjero como la Operación Pedro Pan y otras, y
contando para ello con el rencor de curas franquistas destacados en la isla, el
frente más amplio con el que contó la contrarrevolución.
En el contexto de la naciente revolución
personas como Mons. Agustín Román sencillamente no cabían, sobraban en el joven
proyecto cubano y acabaron en Miami como parte de aquella tradicionalista
iglesia, vinculada a la extrema derecha cubana y los intereses del
gobierno de los Estados Unidos. Con el tiempo Mons. Román llegó hasta suscribir
cartas a la entonces Presidenta de Panamá Mireya Moscoso para que indultara al
terrorista Luis Posada Carriles y sus cómplices. Por cierto, ni siquiera después
de su muerte la derecha cubanoamericana de Miami respetó la paz de Mons. Román y
obligó a su cortejo fúnebre a hacer un alto en el monumento a los invasores de
Playa Girón, antes de llevarlo a su lugar de
descanso.
En Miami se ha desatado una persecución y
acoso verbal contra el Cardenal Jaime Ortega, quien representa una nueva
Iglesia. Una Iglesia abierta que se ha sentado a conversar con el gobierno
cubano, con otros grupos religiosos dentro de Cuba, con sectores de emigrados,
con políticos y académicos norteamericanos y de otras partes del mundo. Esta
nueva etapa de la relación entre la Iglesia católica y el gobierno cubano la
saludan los principales líderes internacionales; precisamente hoy la prensa
cubana ha publicado una carta de Su Santidad Benedicto XVI al Presidente de Cuba
Raúl Castro, recibida el pasado 27 de abril, donde le agradece todas las
atenciones ofrecidas en su viaje a la isla, deseándole al gobierno, al pueblo
cubano y a la Iglesia muchos éxitos en el proceso de transformación social que
se han planteado. Dice Su Santidad en una parte de su misiva:
“que Cuba continúe avanzando con decisión por los
caminos de la libertad, la solidaridad y la concordia, para el bien común y el
recto progreso de todos sus hijos e hijas”. Este espíritu de cordialidad y esperanza que se
respira en las fuerzas sanas de la sociedad cubana, nada tiene que ver con el
resentimiento que se expresa en Miami contra la sobresaliente figura del
Cardenal Jaime Ortega.
Y antes de terminar vuelvo a preguntar: El
editorial contra el Cardenal Jaime Ortega que firma Carlos García en nombre de
una Agencia Federal del Gobierno de los Estados Unidos: ¿es una posición
personal o es la posición oficial del Gobierno de Barack Obama? Creo que el
Departamento de Estado debería dar una respuesta.
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