miércoles, 2 de mayo de 2012

Fe por Cuba


 


Por: Fernando Martínez Heredia

El Centro Martin Luther King nació en 1987, cuando nuestro país trataba de rectificar los errores y desviaciones del rumbo liberador de la Revolución, que fueron consecuencia de las opciones asumidas para enfrentar los límites férreos con que había chocado el proceso al inicio de los años setenta.
En el momento crucial en que nació este Centro, el llamado “socialismo real” se encaminaba al suicidio y los países del Tercer Mundo perdían las esperanzas de alcanzar el desarrollo, a manos del neoliberalismo imperialista, que sí era real. Cuba comenzaba a revisarse a fondo y volvía a sacar fuerzas de sí misma. Descubría que ninguna ley general, ningún dogma y ningún destino la salvarían, que tendría que salvarse ella misma, apelando a la voluntad y la decisión, la fe y la entrega, la gran tradición patriótica nacional y el ideal justiciero y libertario del socialismo verdadero. En aquel tiempo de luchas políticas e ideológicas, el país aprendió también que la falsedad del unanimismo ocultaba la riqueza de sus diversidades, y que para ser, el socialismo tenía que ser de todos, con los rostros de todos y los carismas de cada uno, y no una simple maquinaria ni una donación.
Entonces se organizaron estos cristianos como movimiento social, actuaron al servicio de los problemas de las comunidades y de la nación, discutieron los problemas fundamentales del país y levantaron su voz como cristianos cubanos. Y cuando vino la prueba tremenda de los años noventa, el Centro desplegó iniciativas muy valiosas y cumplió papeles muy relevantes, en medio de una crisis material, de la calidad de la vida y del prestigio del socialismo, que amenazaba la existencia misma de la nueva sociedad de justicia y libertad que entre todos habíamos creado. Las caravanas de Pastores por la Paz, la ayuda a la construcción de viviendas en los barrios, los seminarios socioteológicos, los talleres de Educación Popular, fueron algunas de las respuestas primeras a los nuevos retos. La guagua amarilla en la calle era un símbolo de la decisión de pelear por la vida de las cubanas y los cubanos, y una señal del crecimiento de la Revolución frente a los enemigos, que brindaba alimento espiritual a todos y alzaba a los que sentían desfallecer la fe.
El Centro supo ser cristiano, al discernir qué era lo justo y lo necesario, al comprender que la praxis es primero y la teología es acto segundo, al seguir al Jesús liberador, al ser pueblo acompañando al pueblo.
He tenido la fortuna de compartir los sueños y los afanes del Centro Martin Luther King desde su nacimiento, porque había entablado antes una amistad de compañeros con el pastor Raúl Suárez, un hijo dilecto del pueblo, o de Dios, que es lo mismo. No me toca hoy hablar de él, lo he hecho además hace poco, para prologar Para avivar el espíritu, un libro de textos suyos; básteme repetir aquí que Raúl ha sido y es el alma, el fundador y el director del Centro. Nuestra amistad se anudó en los días en que echaba mi vida en el torrente de la Revolución sandinista, el gran movimiento popular que ayudó a responder bien la pregunta del teólogo de América Latina: “¿del lado de quién está Cristo?”, en la tierra en que un poeta combatiente firmó con sangre aquel verso suyo: “ahora vamos a vivir como los santos”. Aprendí a querer y admirar más a Raúl en los tiempos de la rectificación y en los tiempos de la gran crisis, y me place mucho recordar tantas tareas y tantas discusiones, y agradecer que me permitieran participar siempre como un hermano. Recuerdo, por ejemplo, que escribí el editorial del primer número de la revista Caminos.
En estos veinticinco años, el Centro Martin Luther King ha levantado una obra extraordinaria y se ha ganado un lugar en el corazón de las cubanas y los cubanos, y un prestigio muy sólido entre las instituciones de nuestra sociedad. El que intente siquiera sintetizar los tipos de trabajos que ha emprendido, los encuentros entre personas que ha propiciado, los servicios que ha prestado, su presencia en tantos escenarios, tendría que utilizar muchas horas para hacerlo. No se han cansado nunca los hermanos y hermanas, ni han perdido el rumbo. Al arribar a este aniversario en el año 2012, el Centro es una entidad destacada y tiene una formidable capacidad de desplegar actividades. Pero más que celebrar, hoy es necesario advertir que esas cualidades implican que el Centro tiene ante sí pesados deberes, quizás mayores que nunca antes.
Estamos viviendo un momento de disyuntivas que no muestran abiertamente sus sentidos últimos, pero pueden desembocar en un tiempo de decisiones. Junto a la más firme resistencia al imperialismo norteamericano –el gran enemigo de la humanidad y del planeta–, y a los saberes que reafirman a la mayoría de la gente del pueblo en su confianza y apoyo a la dirección máxima de la Revolución, se agrandan diferencias y desigualdades en la calidad de la vida entre sectores de nuestra población, algo que se había vuelto inconcebible desde el triunfo revolucionario. Algunos de los valores forjados en el proceso liberador están en crisis, y ha crecido la conservatización de la vida social. Conviven los más limpios esfuerzos al servicio de la colectividad, los ideales revolucionarios socialistas y la laboriosidad honesta con la apelación desmedida al egoísmo, el individualismo, al “te doy y me das”, al interés individual. La corrupción, la inercia y el burocratismo amenazan corroer o impedir iniciativas y campañas por el desarrollo económico y social del país que signifiquen bienestar y distribución justa de la riqueza para todos. En el seno de la sociedad cubana se libra un gigantesco conflicto cultural entre el socialismo y el capitalismo.
Esta situación le plantea un extraordinario desafío al Centro Martin Luther King, como a todas las demás instituciones y a todos los cubanos y cubanas. ¿Qué sociedad saldrá de este trance tan complejo y difícil? ¿Sucumbirá la Cuba de Martí y de Frank a la guerra cultural que nos hace el capitalismo para convencernos de que la única manera de vivir, pensar y sentir es la que nos propone? ¿Nos levantaremos una vez más por encima del cálculo de lo que es posible, que siempre ha militado en contra nuestra, y abriremos el camino a la conquista de toda la justicia, el bienestar y las oportunidades para todos? Este Centro está en mejores condiciones que muchos para actuar a favor de la segunda opción, porque ha desarrollado instrumentos, estrategias y pensamiento capaces para participar en esa batalla, y posee una conciencia plena de lo que está sucediendo. Frente a la decadencia de ideales que nos amenaza, el vigor espiritual de estas hermanas y hermanos organizados puede desempeñar un papel muy importante en las tareas de hacer avanzar la esperanza y la vocación de unirnos para reconstruir y fortalecer la conciencia que eche decisivamente hacia adelante la formación de personas solidarias y entregadas al bien común, y la organización social que haga invencibles sus prácticas.
Por ese camino anda el Centro, y teje redes de las que se hablará, para que suceda el milagro de una pesca multiplicadora. Estoy seguro de que el Centro Martin Luther King no cejará ni se detendrá, y buscará metas cada vez más altas, y en esa caminata se llegarán a juntar los hechos y los sueños.
¡Felicidades a todas y a todos en este vigésimoquinto aniversario!

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