lunes, 7 de mayo de 2012

Alan Gross pretende igualarse a los Cinco Héroes

En la seudorrepública era criterio popular la picardía de los cubanos sobre la de los extranjeros; siempre los primeros burlaban a los segundos. Esto fue llevado hasta el teatro vernáculo donde el negrito, pillo como regla, engañaba al gallego bodeguero. La dura realidad era totalmente diferente: las empresas foráneas –muchas de ellas levantadas con capitales provenientes de la intervención o la compra a muy bajos precios de los bienes de los arruinados mambises- esquilmaban nuestras riquezas, materiales y humanas.

Me viene a la mente aquella realidad al leer lo que el señor Alan Phillip Gross pretende.  Él no es ningún ingenuo. Nada de buena fe hubo en sus viajes a Cuba cargado de equipos de comunicaciones e instrucciones para potenciar la disidencia contra el proyecto social y económico de nuestro pueblo.

El Tribunal Supremo Popular, en agosto pasado, ratificó la sentencia en su contra  por ser declarado culpable del delito de Actos contrala Independencia ola Integridad del Estado, y sancionado a 15 años de privación de libertad, en juicio oral y público celebrado el 4 de marzo de 2011. Allí se demostró que el acusado transportó a Cuba, en contra de las leyes, equipos de comunicaciones para crear redes internas, como uno de los  proyectos del Gobierno de los Estados Unidos empeñado en suscitar acciones desestabilizadoras en el país y a subvertir nuestro orden interno.

La propia comunidad judía de La Habanadeshizo la versión oficial de Estados Unidos y de la familia de Gross en cuanto a que sus viajes se debían a tratar de facilitar a esa comunidad la comunicación por Internet con los judíos del mundo entero. Adela Dworin, presidenta del Templo Beth Shalom, formuló: “Es lamentable […].Lo más triste es que se haya querido involucrar a la comunidad judía de Cuba, que es totalmente ajena”; Mayra Levy, portavoz del Centro Hebraico Sefardí, dijo no conocerlo y que nunca había visitado su entidad. El reverendo Odén Marichal, secretario del Consejo de Iglesias de Cuba (CIC), en ocasión dela Asamblea General de las Iglesias de Cristo de Estados Unidos, en Washington, expresó: “Nosotros jamás tuvimos relación con ese señor, jamás nos trajo equipo de ninguna clase”.

Wayne S. Smith, ex diplomático y Jefe dela Oficinade Intereses de Estados Unidos en Cuba entre 1979 y 1982 y director del Programa «Cuba» del Centro de Política Internacional de Washington, dijo: “Gross, en otras palabras, estaba implicado en un programa cuyas intenciones son claramente hostiles a Cuba ya que el objetivo es nada menos que el cambio de régimen”. Por su parte Arturo López-Levy, secretario de Bnai Brith enla Comunidad JudíaCubana entre 1999 y 2001, en USA, afirmó: “Gross no fue arrestado porque sea judío ni por sus supuestas actividades de ayuda tecnológica a la comunidad judía cubana (…) Gross viajó a Cuba no para trabajar con alguna organización judía sino parala USAID”.

Entonces queda bien claro a qué venía Gross. A abastecer la subversión contra Cuba, ideada, financiada, organizada y ejecutada por los Estados Unidos. Nada parecido a las misiones de Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González, conocidos como los Cinco. Ellos se infiltraron en los grupos terroristas radicados en Miami para buscar información acerca de sus actividades contra Cuba. Alan Phillip Gross no se trasladó a Cuba a chequear grupos terroristas que atentaran contra su país natal ni nada por el estilo.

El empleado dela Development Alternative, Inc (DAI), empresa subcontratista dela Agencia Estadounidensepara el Desarrollo Internacional (USAID), dependencia del Departamento de Estado, en todo momento ha sido respetado, lo que ha reiterado en varias ocasiones a medios de difusión nacionales y extranjeros. En cumplimiento de preceptos revolucionarios y de respeto a los derechos para con los condenados, ha tenido contacto sistemático con familiares, con su abogada, con representantes y senadores de su país, con el ex presidente Jimmy Carter, con dirigentes eclesiásticos y funcionarios dela Oficinade Intereses de los Estados Unidos.

El experto en tecnología de comunicación de larga distancia (creador de sistemas satelitales de comunicación durante las intervenciones militares estadounidenses en Irak y Afganistán para eludir los canales controlados por las autoridades locales), guarda prisión enLa Habana, en el céntrico Hospital Militar Carlos J. Finlay, donde recibe atención médica para sus padecimientos de diabetes e hipertensión, incluida una rigurosa dieta especial, gracias a la cual ha bajado su peso corporal hasta el adecuado.

Él no sabe lo que es una cárcel de máxima seguridad; no conoce el sabor de la ración establecida para un preso común en Estados Unidos. No tiene idea de lo que es el hueco, donde encerraron a los Cinco 17 meses cuando los apresaron y en otras ocasiones durante los casi 14 años que llevan injustamente presos.

El pasado viernes 4 de mayo Gross habló por teléfono con Wolf Blitzer, conductor del programa The Room Situation, de CNN. En ocasión anterior lo hizo con Andrea Mitchel, de MSNBC. En ambas entrevistas trató lo mismo. Reiteró su pérdida de peso aunque no explicó las causas verdaderas: los cuidados por sus enfermedades crónicas. En contraposición manifestó “haber subido algunas libras pues había recibido un paquete de su casa”. Ni descubierto y condenado Alan Phillip Gross dice la verdad.

También, por supuesto, se refirió a su petición de traslado a Texas para ver a su madre aquejada de cáncer. Y se deshizo en promesas de regresar si fuese autorizado. Al parecer pretende hace ver que su caso es como el de nuestro compatriota René González, quien luego de cumplir su injusta sanción de quince años de cárcel, fue autorizado a visitar a su hermano, gravemente enfermo enLa Habana. René, preso del absurdo y de las intenciones de venganza contra Cuba, sufre una sanción adicional de tres años de libertad supervisada.

En virtud de las leyes de los Estados Unidos -y no de gesto alguno humanitario o de buena voluntad como divulgan algunos-, René pudo venir y ver a su hermano Roberto, aquejado de un cáncer. Resulta que el tal Gross hasta pretende igualarse con René y exige autorización para viajar a su país. Su soberbia y desatino lo llevan a decir que  es un  ”disparate” la oferta de Cuba para que su madre lo visite. Nada, que según él los “indios” deben rendirse ante “los superiores”.

Su comportamiento no me asombra. Es clásico de personajes de su ralea, Mercenarios convencidos de su superioridad en todos los sentidos: de la raza de los  inteligentes, cultos, educados, por ser ciudadanos de una gran potencia. Nuestras cárceles pudieran estar llenas de tales individuos. La historia recoge decenas de casos de agentes de la CIA (o sus filiales o empresas fantasmas) sorprendidos in fraganti  o “con las manos en la masa” para decirlo en buen cubano.

Más de tres mil compatriotas han sido víctimas de montones de operaciones de inteligencia (encubiertas o no) desestabilizadoras, de actos terroristas, de guerra militar o bacteriológica…, que todavía esperan por justicia. Los Cinco, tras casi 14 años de confinamiento, aguardan el cese de sus prolongadas condenas, mientras Alan Gross apenas ha comenzado a cumplir la suya.

En fin, ¿qué se cree Alan Gross?

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