En la seudorrepública era criterio popular la picardía 
de los cubanos sobre la de los extranjeros; siempre los primeros 
burlaban a los segundos. Esto fue llevado hasta el teatro vernáculo 
donde el negrito, pillo como regla, engañaba al gallego bodeguero. La 
dura realidad era totalmente diferente: las empresas foráneas –muchas de
 ellas levantadas con capitales provenientes de la intervención o la 
compra a muy bajos precios de los bienes de los arruinados mambises- 
esquilmaban nuestras riquezas, materiales y humanas.
Me viene a la mente aquella realidad al leer lo que el señor Alan 
Phillip Gross pretende.  Él no es ningún ingenuo. Nada de buena fe hubo 
en sus viajes a Cuba cargado de equipos de comunicaciones e 
instrucciones para potenciar la disidencia contra el proyecto social y 
económico de nuestro pueblo.
El Tribunal Supremo Popular, en agosto pasado, ratificó la sentencia en su contra  por
 ser declarado culpable del delito de Actos contrala Independencia ola 
Integridad del Estado, y sancionado a 15 años de privación de libertad, 
en juicio oral y público celebrado el 4 de marzo de 2011. Allí se 
demostró que el acusado transportó a Cuba, en contra de las leyes, 
equipos de comunicaciones para crear redes internas, como uno de los 
 proyectos del Gobierno de los Estados Unidos empeñado en suscitar 
acciones desestabilizadoras en el país y a subvertir nuestro orden 
interno.
La propia comunidad judía de La Habanadeshizo la versión oficial de Estados Unidos y de la familia de Gross en
 cuanto a que sus viajes se debían a tratar de facilitar a esa comunidad
 la comunicación por Internet con los judíos del mundo entero. Adela 
Dworin, presidenta del Templo Beth Shalom, formuló: “Es lamentable 
[…].Lo más triste es que se haya querido involucrar a la comunidad judía
 de Cuba, que es totalmente ajena”; Mayra Levy, portavoz del Centro 
Hebraico Sefardí, dijo no conocerlo y que nunca había visitado su 
entidad. El reverendo Odén Marichal, secretario del Consejo de Iglesias 
de Cuba (CIC), en ocasión dela Asamblea General de las Iglesias de 
Cristo de Estados Unidos, en Washington, expresó: “Nosotros jamás 
tuvimos relación con ese señor, jamás nos trajo equipo de ninguna 
clase”.
Wayne S. Smith, ex diplomático y Jefe dela Oficinade Intereses de 
Estados Unidos en Cuba entre 1979 y 1982 y director del Programa «Cuba» 
del Centro de Política Internacional de Washington, dijo: “Gross, en 
otras palabras, estaba implicado en un programa cuyas intenciones son 
claramente hostiles a Cuba ya que el objetivo es nada menos que el 
cambio de régimen”. Por su parte Arturo López-Levy, secretario de Bnai 
Brith enla Comunidad JudíaCubana entre 1999 y 2001, en USA, afirmó: 
“Gross no fue arrestado porque sea judío ni por sus supuestas 
actividades de ayuda tecnológica a la comunidad judía cubana (…) Gross 
viajó a Cuba no para trabajar con alguna organización judía sino parala 
USAID”.
Entonces queda bien claro a qué venía Gross. A abastecer la 
subversión contra Cuba, ideada, financiada, organizada y ejecutada por 
los Estados Unidos. Nada parecido a las misiones de Gerardo Hernández, 
Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González, 
conocidos como los Cinco. 
Ellos se infiltraron en los grupos terroristas radicados en Miami para 
buscar información acerca de sus actividades contra Cuba. Alan Phillip 
Gross no se trasladó a Cuba a chequear grupos terroristas que atentaran 
contra su país natal ni nada por el estilo.
El empleado dela Development Alternative, Inc (DAI), empresa 
subcontratista dela Agencia Estadounidensepara el Desarrollo 
Internacional (USAID), dependencia del Departamento de Estado, en todo 
momento ha sido respetado, lo que ha reiterado en varias ocasiones a 
medios de difusión nacionales y extranjeros. En cumplimiento de 
preceptos revolucionarios y de respeto a los derechos para con los 
condenados, ha tenido contacto sistemático con familiares, con su 
abogada, con representantes y senadores de su país, con el ex presidente
 Jimmy Carter, con dirigentes eclesiásticos y funcionarios dela 
Oficinade Intereses de los Estados Unidos.
El experto en tecnología de comunicación de larga distancia (creador 
de sistemas satelitales de comunicación durante las intervenciones 
militares estadounidenses en Irak y Afganistán para eludir los canales 
controlados por las autoridades locales), guarda prisión enLa Habana, en
 el céntrico Hospital Militar Carlos J. Finlay, donde recibe atención 
médica para sus padecimientos de diabetes e hipertensión, incluida una 
rigurosa dieta especial, gracias a la cual ha bajado su peso corporal 
hasta el adecuado.
Él no sabe lo que es una cárcel de máxima seguridad; no conoce el 
sabor de la ración establecida para un preso común en Estados Unidos. No
 tiene idea de lo que es el hueco, donde encerraron a los Cinco 17 meses
 cuando los apresaron y en otras ocasiones durante los casi 14 años que 
llevan injustamente presos.
El pasado viernes 4 de mayo Gross habló por teléfono con Wolf Blitzer, conductor del programa The Room Situation,
 de CNN. En ocasión anterior lo hizo con Andrea Mitchel, de MSNBC. En 
ambas entrevistas trató lo mismo. Reiteró su pérdida de peso aunque no 
explicó las causas verdaderas: los cuidados por sus enfermedades 
crónicas. En contraposición manifestó “haber subido algunas libras pues 
había recibido un paquete de su casa”. Ni descubierto y condenado Alan 
Phillip Gross dice la verdad.
También, por supuesto, se refirió a su petición de traslado a Texas 
para ver a su madre aquejada de cáncer. Y se deshizo en promesas de 
regresar si fuese autorizado. Al parecer pretende hace ver que su caso 
es como el de nuestro compatriota René González, quien luego de cumplir 
su injusta sanción de quince años de cárcel, fue autorizado a visitar a 
su hermano, gravemente enfermo enLa Habana. René, preso del absurdo y de
 las intenciones de venganza contra Cuba, sufre una sanción adicional de
 tres años de libertad supervisada.
En virtud de las leyes de los Estados Unidos -y no de gesto alguno 
humanitario o de buena voluntad como divulgan algunos-, René pudo venir y
 ver a su hermano Roberto, aquejado de un cáncer. Resulta que el tal 
Gross hasta pretende igualarse con René y exige autorización para viajar
 a su país. Su soberbia y desatino lo llevan a decir que  es un 
 ”disparate” la oferta de Cuba para que su madre lo visite. Nada, que según él los “indios” deben rendirse ante “los superiores”.
Su comportamiento no me asombra. Es clásico de personajes de su 
ralea, Mercenarios convencidos de su superioridad en todos los sentidos:
 de la raza de los  inteligentes,
 cultos, educados, por ser ciudadanos de una gran potencia. Nuestras 
cárceles pudieran estar llenas de tales individuos. La historia recoge 
decenas de casos de agentes de la CIA (o sus filiales o empresas 
fantasmas) sorprendidos in fraganti  o “con las manos en la masa” para decirlo en buen cubano.
Más de tres mil compatriotas han sido víctimas de montones de 
operaciones de inteligencia (encubiertas o no) desestabilizadoras, de 
actos terroristas, de guerra militar o bacteriológica…, que todavía 
esperan por justicia. Los Cinco, tras casi 14 años de confinamiento, 
aguardan el cese de sus prolongadas condenas, mientras Alan Gross apenas
 ha comenzado a cumplir la suya.
En fin, ¿qué se cree Alan Gross?
 
 
 
 Entradas
Entradas
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario