martes, 11 de octubre de 2016

Toledo Sande: La historia no debe ser ni olvidada ni mal manejada




Luis Toledo Sande. Foto: Archivo/ Cubadebate

Por
Astrid Barnet

Escritor, periodista, profesor, investigador, editor, licenciado en Estudios Cubanos, el doctor en Ciencias Filológicas
Luis Toledo Sande (Holguín, Cuba, 1950), es uno de los más prominentes intelectuales contemporáneos por su sagacidad crítica como periodista y escritor y su dedicación y contribución a los estudios e investigaciones sobre la vida y la obra de nuestro Héroe Nacional, José Martí. Confiesa que ahora, entre otros desempeños, se dedica a escribir los que llama sus textos de pelea, “que el país puede necesitar para mantener vivo el ejercicio crítico colectivo en medio de transformaciones que requieren pensamiento y demandan que la población esté al tanto de lo que ocurre”. Posee la Distinción Por la Cultura Nacional y el Premio de la Crítica de Ciencias Sociales.

La guerra cultural no se da tan sólo en nuestro país en el pasado, sino también en el presente, de ahí que el trabajo con la Historia de Cuba y, en especial, con la Historia de la Revolución Cubana en el poder de 1959 hasta la actualidad revista hoy cada vez más importancia, no obstante la existencia aún de algunas zonas vedadas para su estudio e investigación. Su opinión al respecto.

“La confrontación de ideas, de pensamiento, es mundial y constante. Si la vida inteligente —como nos ufanamos en decir que es la de nuestra especie— apareciera en otros sitios del universo, es de suponer que a esos ámbitos se extendería también la confrontación. La diversidad ideológica y de intereses genera diálogos, intercambios de opiniones, choques y, además de las guerras —esas que matan con bombas y otras armas—, la que llamamos guerra cultural, que también se da entre conquistadores y quienes no se dejan conquistar, o sí, porque para que haya conquistas y colonizaciones es necesario que haya conquistados y colonizados.
“En Cuba esas lides parecen llamadas a perdurar por mucho tiempo, si es que alguna vez terminan. Este país se formó como colonia disputada entre la metrópoli europea que la oprimió y la que, formada en la América del Norte, desde que surgía como nación aspiraba a apoderarse de ella. El triunfo revolucionario de 1959 fue como un parte aguas, no el inicio de esa realidad. El peso que tuvo y sigue teniendo como deslinde se debió —se debe— a que ese año los nuevos mambises alcanzaron la victoria que en 1898 les arrebató a los de entonces la potencia norteña interventora.

“De 1959 para acá esa potencia ha bloqueado y agredido a Cuba en represalia por lo que este país ha logrado desde entonces. Y ahora pretende cambiar de táctica para dañarnos todavía más. Cuba necesita que las tensiones mengüen, que el bloqueo cese, para poder desarrollarse y alcanzar un estatus de país plenamente vivible; pero debe cuidar la enseñanza de su historia, de la realidad, para que nadie se llame a engaño, aunque siempre haya quien disfrute dejarse engañar.

“La historia no debe ser ni olvidada ni mal ‘manejada’. Si de la vivida de 1959 para acá, o en cualquier otra etapa, hay ciertamente ‘zonas tabú’, habría que empezar por someter a crítica la ‘razón’ de tal veda, y procurar que todo sea objeto de tratamientos claros, rectos, con la mayor voluntad de acierto, aunque eso no descarte de antemano la posibilidad de que se cometan errores interpretativos. El error más grave sería frenar el pensamiento”.

La cultura del consumismo –no así del consumo–, de valores puramente mercantiles, pretende convertir al individuo en esclavo del capital a partir de un discurso subliminal que cobra fuerza en el orden de los símbolos y que es multiplicado por las nuevas tecnologías. ¿Información honrada? ¿Manipulación?

“El consumismo es aberrante, pero una nación sin consumo es impensable. Sería como pedirle a un ser humano que no se alimente ni se proteja de la intemperie. Uno de los grandes reclamos que la humanidad, no solo Cuba, tiene por delante consiste en desarrollar una cultura de lúcida y digna austeridad, para salvar el planeta, garantizar la administración racional de los recursos y asegurarle a la población en pleno una vida decorosa.

“En el mundo está por ver que eso sea posible mientras lo que debería ser información honrada se torna manipulación al servicio del capitalismo, un sistema que vive de la desigualdad social, de la injusticia, y que propala su auto-idealización por todas las vías posibles. Basta ver muchos de los ‘productos’ audiovisuales que circulan en el mundo. ¿No se hacen también en Cuba algunos similares?

“Frente a la manipulación practicada por el capitalismo, nuestra prensa, nuestra información en general necesita y debe ser cada vez más eficaz, más transparente, más convincente. La inmoralidad de la prensa capitalista no es razón para que la nuestra se estanque en deficiencias. Y, volviendo al consumo justo, no tengamos la menor duda de que, para disfrutarlo, es necesario producir: en otras palabras, se requiere fomentar la cultura del trabajo. Abolir la esclavitud no significa abolir también el trabajo, con el que se crean los bienes necesarios. Otra cosa es que quienes lo llevan sobre sus hombros sean víctimas de la inequidad. Contra eso hay que luchar, siempre y en todas partes”.

“(…) Las probabilidades de que surjan artistas excepcionales serán tanto mayores cuanto más se haya ensanchado el campo de la cultura y la posibilidad de expresión”, escribió Ernesto Che Guevara en su ensayo El socialismo y el hombre en Cuba (1965). Su opinión al respecto.

“Alguna vez el máximo líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, afirmó —lo gloso, no pretendo citarlo textualmente— que los riesgos de la libertad son preferibles a los de la falta de ella. La Revolución ha abierto cauces extraordinarios, sin los cuales sería impensable el desarrollo educacional, artístico y científico alcanzado por el país. Pero la convocatoria estampada por el Che en El socialismo y el hombre en Cuba debe seguir estudiándose a fondo, como se deben seguir estudiando, sin las deformaciones ajenas a ellas y que en algún momento se les fueron incrustando a lo largo del camino, las Palabras a los intelectuales, del Líder de la Revolución.

“Como los errores que hayamos tenido en materia de política cultural, el secretismo y las torpezas de nuestra prensa evidencian que no hemos hallado aún el mejor camino, y no hay que pensar que la prensa sea un ‘reino autónomo’, donde se concentran males de los que está libre el resto de la sociedad.

“Hablando sobre los Estados Unidos, José Martí hizo una generalización que vale para el mundo: ‘Un pueblo es en una cosa como es en todo’”.

Como docente, ¿qué amerita y qué les falta a nuestras universidades (metodológicamente…) y a nuestros centros de investigación para la captación de jóvenes talentos en la esfera del arte, la literatura y la historia, de nuestras ciencias sociales en general?

“Hace tiempo que no me vinculo directamente con el aula, pero tengo la suerte de que el Movimiento Juvenil Martiano me invite con alguna frecuencia a sus Diálogos de generaciones, que suelen ser fertilísimos (merecerían estar entre los recursos con que el Estado y el Partido cuenten para hallar el mejor modo de encaminar a la nación). También sé que las generaciones existen, pero hay realidades que están por encima de ellas. Es necesario ver, entre otras muchas cosas, cómo funciona la educación en el país para entender mucho de lo que pueda estar ocurriendo.

“Como la pregunta concierne explícitamente a las ciencias sociales, apunto, sin vocación de dictamen sagrado ni mucho menos, que no es sano asignarles la misión de escuderas de las medidas tomadas, y que vayan tras estas justificándolas. Lo más productivo sería responsabilizarlas más con la tarea de explorar, desbrozar caminos, hallar luz, detectar problemas, aunque tampoco ellas ni quienes las cultivan tengan varitas mágicas ni bolas de cristal para hallar verdades absolutas, caminos infalibles. ¿Alguien las tendrá?”.

Literatura (en general) y Mercado en este nuevo siglo. ¿Cómo vislumbra esta situación en América Latina y el Caribe?

“Para responder esta pregunta se requeriría un estudio que seguramente están haciendo distintos especialistas por separado, así como equipos e instituciones con responsabilidades concretas en ese terreno. Pero el mercado lo está minando todo, y no hay que excluir de esa realidad ni las áreas más comprometidas con la espiritualidad, con la cultura artística y literaria, que es parte de la cultura entendida como algo que va mucho más allá de esos terrenos. Y, si el mercado manda, manda.

“Por fortuna, ni han faltado ni faltarán creadores que desafíen el poder del mercado y defiendan la dignidad de la literatura y del arte, en la medida en que defienden, sobre todo, la dignidad humana en su conjunto. Ni faltan pueblos y gobiernos que se plantean alcanzar estadios más dignos que los del mercado, hoy con los signos de un neoliberalismo feroz”.

Las Ferias Internacionales del Libro en Cuba. Sus consideraciones.

“Como autor invitado, como conferenciante, como visitante de paso, he conocido varias ferias internacionales del libro. Ahora recuerdo las de Guadalajara, Belgrado, Bogotá, Madrid, Sevilla, Ginebra, Calcuta. Esta última, por cierto, me llamó la atención por el movimiento popular que animaba. Las ferias son también ocasión de citas para transacciones comerciales que no deben repudiarse de antemano ni mucho menos, pues pueden ser muy útiles. Pero creo que la de Cuba —en el camino abierto por la Campaña de Alfabetización, la creación de la Imprenta Nacional y luego el Instituto Cubano del Libro y los Festivales del Libro, asociados a nombres como Alejo Carpentier— es un verdadero acontecimiento de pueblo. Ni siquiera se circunscribe a La Habana, sino que se extiende a otros muchos sitios del país. Ese logro merece jubiloso reconocimiento.

“Asimismo habría que ver en qué medida, como compensación de otros déficits, nuestra Feria se convierte en un fenómeno gastronómico y de esparcimiento más o menos ajeno a la lectura, aunque ello no supone olvidar lo escrito por José Martí, ejemplo magno de espiritualidad: ‘Ganado tengo el pan: hágase el verso’”.

“Por otra parte, los precios de los libros no son ni pueden ser aquellos casi simbólicos que tanto contribuyeron a que Cuba tuviera el público lector que llegó a tener, y que no tiene que desaparecer por la emergencia de nuevos soportes para textos y lectura. Por eso Ambrosio Fornet dijo algo así como que más importante que salvar el libro es salvar al público lector.

“Añadiría algo más: aplaudo las ferias de viandas, de carne de cerdo, de frutas… porque contribuyen a mejorar la comida de la población; pero lo más importante es que, existiendo o no existiendo esas ferias, se logre un buen abastecimiento alimentario: de calidad y a precios asequibles. Con las salvedades pertinentes, eso puede aplicarse también a los libros. Pero, mientras tanto, e incluso después de logrado plenamente ese propósito, ¡bienvenida nuestra Feria! Está llamada a seguir siendo una fuente de estímulo para la poligrafía y para el fomento de la lectura”.

Cubanía y cubanidad, para Luis Toledo Sande…

“Cuando Fernando Ortiz distinguió entre cubanidad, como condición genérica del ser cubano, y cubanía, como ‘cubanidad plena, sentida’, no inventó frases: definió realidades. Ambos conceptos se complementan, y el segundo apunta a lo afectivo, a la voluntad de ejercer y disfrutar la circunstancia de ser cubano. Probablemente ningún otro gentilicio al que se le aplique una derivación similar a la que da origen a cubanía tenga las mismas implicaciones emocionales de este último vocablo.

“No pretendo llegar a matizaciones precisas, ni menos aún plasmar una formulación de valor irrefutable —científico, digamos—, pero al sabor de cubanía no parece que se sientan equivalentes exactos en chinería, españolería, mexicanería… y otros similares, que también pueden estar presentes o ausentes en los diccionarios, pero pueden o pudieran campear en el habla y, por tanto, existen o pudieran existir. Ni entraré a ver otras derivaciones que tienen también marcas y aromas diferentes, y a veces son términos más de la lingüística que de lo sicológico: piénsese en cubanismo, chinismo, españolismo, mexicanismo… Asimismo parece claro que cubanía está libre de significados peyorativos infusos en cubaneo, cubichería y otros vocablos por el estilo.

“Para Cuba, amenazada por fuerzas imperiales, es vital cuidar la cubanidad y la cubanía sin chovinismos ni patrioterías, sí con patriotismo, con orgullo natural. La ausencia de este sentimiento les abre las puertas a peligros de muy diversa índole. Si la palabra extranjero, que nació con intención más bien insultante —excluyente al menos, como forastero y fuereño, sin olvidar bárbaro— llega a convertirse en rótulo parecido al nombre de un oficio rentable, algo anda mal.

“Contra la cubanidad y la cubanía pueden operar las penurias materiales, que no todos los individuos asumen de igual modo, con la misma entereza, con similar disposición de no dejarse aplastar por ellas. Pueden también operar decisiones internas que, por muy necesarias o ineludibles que sean, o que se estime que son, dejan secuelas deplorables: ya se trate de prohibir a los nacionales entrar en hoteles del país —prohibición felizmente derogada hace años ya—, o de contratar a obreros de otras naciones para construir en Cuba.

“Esa contratación podrá ser incluso legal —lo que llamaría a revisar y replantear leyes, reglamentos—, pero no deja de tener efectos nocivos, máxime cuando en la realidad o en la imaginación —a veces tan influyente como los hechos, o más— se explica por la falta de trabajadores cubanos capaces de construir con altos niveles de calidad, y aún peor si se dice que en general no son confiables, porque roban. Todo eso es peligroso y harto indeseable en un país que se forjó en condiciones coloniales y que se ha hecho su lugar en el mundo a base de luchar contra el colonialismo y contra el imperialismo, que, aun vencidos, pueden dejar esporas de su herencia malvada”.

Posee una vasta obra de publicaciones a la vez que de reconocimientos. ¿Alguna otra obra en perspectiva?

“Uno siempre está trabajando. Ahora mismo organizo algunos materiales para reunirlos en libros y, sobre todo, escribo los que llamo textos de pelea, que el país puede necesitar para mantener vivo el ejercicio crítico colectivo en medio de transformaciones que requieren pensamiento y demandan que la población esté al tanto de lo que ocurre, comprometida con la voluntad de impedir que la imprevisión y el pragmatismo dañen una obra que ha dignificado a Cuba, y no debe perderse. Ese sería un crimen de consecuencias terribles. Debemos impedirlo”.

(Tomado de
Cubarte)

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