sábado, 15 de noviembre de 2014

Cuba: ¿la hora final del embargo?

NOTA MÍA: La primera vez que visité la tierra de una parte de mis antepasados, Galicia, hice un recorrido por casi toda la región, acampando en lugares insospechados, uno de ellos lo recuerdo muy bien por su hermosura, a la vera de un Castro, en A Guarda, desde el que se divisaba el río Miño, y del otro lado Portugal. Traigo esto a colación, porque así fue que supe el significado de la palabra Castro, la wikipedia dice: 

"El castro es un poblado fortificado que se empezó a habitar desde el siglo VI a. C., carente de calles que formen ángulos rectos y llenos de construcciones de planta casi siempre circular. Las casas más antiguas eran mayormente de paja-barro y las más recientes de mampostería. El techo era de ramaje y barro y después de varas largas. Fundamentalmente, eran estancias únicas. Se sitúan en lugares protegidos naturalmente (alturas, revueltas de ríos, pequeñas penínsulas), cerca de fuentes y terrenos cultivables y en el límite entre estos y zonas más altas de pastoreo."

Hay un cierto sesgo ideológico desacreditador, cuando se usan las palabras castrismo, castrista..., que buscan disminuir la grandeza de un proyecto popular emancipador, el del pueblo cubano, en el intento de instaurar la idea de que es la obra de una familia (los Castro) y no un proyecto social de resistencia mucho más profundo, en el que, aunque sin dudas, la impronta de estos dos líderes revolucionarios ha sido crucial, como lo fue en su tiempo la de Martí, Maceo y tantos otros. Sin embargo, tampoco podemos decir que estén equivocados al definir al proyecto social cubano como castrismo, porque partiendo de la acepción de la palabra, somos un pueblo fortificado en dignidad, moral y espíritu solidario. 

-----------------------------------------

Si algo ha cambiado en la isla, ha sido por decisión del propio régimen castrista, no por las medidas de presión de EE. UU.

MAURICIO VICENT 

Comenzaba en Cuba los críticos años noventa y en la calle Ocho de Miami una obra de teatro arrasaba: En los 90 Fidel revienta. La comedia se había llamado antes En los 70 Fidel revienta, y como el enunciado no se cumplía, aquello acabó convirtiéndose en una saga hasta llegar a la puesta en escena, cuando batió todos los récords: la obra duró diez años en cartel, protagonizada por el cómico cubano Armando Roblán (quien murió el año pasado en Estados Unidos sin ver cumplido su sueño).

Aquel, pensaban algunos, era tiempo de apretar. Parecía que el socialismo cubano estaba a punto de desaparecer, igual que antes se había desmoronado Europa del Este como un castillo de naipes tras la caída del muro de Berlín (25 años acaban de cumplirse). Hablamos de años tremendos para los cubanos, cuando los apagones llegaron a ser de 14 horas diarias y una epidemia de neuritis, causada por la mala alimentación, afectó a 50.000 personas. Tan convencido estaba entonces Occidente de que al castrismo le quedaba un asalto, que las grandes editoriales se desbocaron: en 1993 apareció Castro's final hour, de Andrés Oppenheimer (Simon & Schuster) y Fin de siècle à la Havane, de François Fogel y Bertrand Rosenthal.

Sin embargo, la hora final de Castro se alargó un pelín (van 22 años de prórroga), y ya puestos a sobrevivir, el comandante no solo lo hizo a la desaparición del socialismo real sino también a su propia enfermedad, una diverticulitis mal curada que estuvo a punto de costarle la vida y dar el gusto a sus enemigos en 2006, pero no.

Cada vez son más las voces estadounidenses que piden cambiar el enfoque hacia la isla

Hoy la isla no está gobernada por Fidel Castro sino por su hermano Raúl, pero puede decirse que Cuba en esencia sigue siendo la misma, y también que el embargo norteamericano ha sido un fracaso. Si algo ha cambiado en el país —mayores márgenes para la iniciativa privada, apertura a la inversión extranjera, eliminación de las restricciones para salir del país, incluso para los disidentes— ha sido por decisión y conveniencia del propio Gobierno, no resultado de la política de presión estadounidense.

Este hecho incuestionable —y visible desde hace tiempo para todo aquel que no fuera cegato— ahora es aceptado en EE UU por influyentes poderes y personalidades, desde The New York Times a Hillary Clinton. La exsecretaria de Estado recientemente revolucionó la capital del exilio con unas declaraciones, a propósito de la publicación de su reciente libro de memorias, sobre la necesidad de cambiar el enfoque hacia Cuba y acabar con el embargo. Días después, el New York Times se descolgó con un editorial en el que pidió abiertamente a Obama dar un giro de 180 grados a su política y restablecer relaciones con Cuba. El diario calificó el embargo de “insensato”, y a ese editorial se sucedieron cuatro más en el último mes, uno de ellos aplaudiendo la actitud de Cuba en la lucha internacional contra el ébola, otro pidiendo el canje de varios espías cubanos encarcelados en EE UU por un contratista norteamericano preso en La Habana, y el último —el domingo pasado— abogando por el fin de las acciones encubiertas de Washington para promover la democracia en Cuba.

Un largo medio siglo después del comienzo del embargo, cada vez son más (y se escuchan más altas) las voces que piden no aguardar otros 50 años para quitar de escena una obra de teatro tan obsoleta como la famosa En los 90 Fidel revienta.

Mauricio Vicent fue corresponsal de la Cadena SER y EL PAÍS en La Habana entre 1991 y 2011.

(tomado de El País)

No hay comentarios:

Publicar un comentario