Por: Jorge Gómez Barata
Brasil no contrata médicos suizos, austriacos o americanos porque no están disponibles y son demasiado caros; y no quieren a los cubanos porque son baratos. Sus médicos no van a la Amazonia, mas no desean que otros lo hagan. Quién los entienda, levante la mano.
El debate en torno a la presencia de médicos cubanos en Brasil revela dos hechos: Cuba puede participar en el programa MAS MEDICOS porque cuenta con los profesionales para hacerlo, y la reacción contra ellos adoptada por federaciones medicas de ese país es mezquina porque no la originan preocupaciones científicas, sociales ni humanitarias, sino reclamos gremiales, dinero, competencia y, en el mejor de los casos, celos absurdos.
Adicionalmente existen dos verdades: los médicos cubanos son empleados del gobierno (en la Isla no existe la medicina privada), y en esa condición, de modo voluntario, se integran a un programa gubernamental basado en un arreglo según el cual continuaran percibiendo su salario en Cuba y una asignación en divisas para gastos, deducido de lo abonado por el Estado brasileño.
La novedad es que durante 50 años la colaboración médica cubana fue gratuita. Antes el gobierno cubano no repartía las divisas con sus médicos porque no las recibía. Nada se repartía porque no había nada que repartir.
No hace mucho tiempo, en el escenario de la colaboración internacional aparecieron países con solvencia y disposición para sufragar los servicios de salud, y solicitaron a la Isla colaboración médica retribuida. En la medida en que el gobierno cubano recibió compensación económica por esos trabajos, estuvo en capacidad de compartirla con los profesionales y trabajadores.
La discusión que quieren generar los federativos médicos brasileños gira acerca de la cuantía recibida por los galenos cubanos, cosa que de ninguna manera les concierne. Es cierto que el salario de los médicos y de todos los trabajadores y profesionales cubanos es bajo, pero es asunto nuestro, y parte de una realidad social y económica y de un proyecto que los dirigentes médicos brasileños no conocen, no comprenden, y naturalmente no comparten.
No me extrañaría que en su momento los profesionales cubanos reclamen, negocien y pacten con las autoridades otras proporciones, pero en cualquier caso eso no sucederá bajo el liderazgo de los burócratas brasileños.
Por otra parte el gobierno y la nación cubana no tienen por qué avergonzarse de exportar mano de obra calificada y servicios profesionales de alto valor agregado. Exportar servicios de salud es tan legítimo como vender servicios de ingeniería y software, y enviar médicos al extranjero es tan legal y moral como enviar técnicos petroleros de Brasil a África incluso a Cuba y cobrar por ellos. ¿Acaso Petrobras entrega a sus trabajadores en el extranjero el ciento por ciento de los lucros que generan?
Yo, como cientos de miles de mis de compatriotas, entre ellos médicos y maestros, trabajé en Angola por mi salario en Cuba. En Luanda compartí un predio donde residían personas de 12 naciones, entre ellos brasileños que, sin excepción, ganaban más que los cubanos; no obstante, el colectivo multinacional nos respetaba y admiraba más que criticarnos; jamás escuché de alguno una ofensa, y ninguno de nosotros se involucró nunca en sus ingresos ni en la naturaleza de sus contratos con la parte angolana.
No defiendo ahora al gobierno cubano que tal vez pudiera pagar un poco más y seguramente lo hará en la medida en que sea posible y los interesados lo reclamen, pero, en cualquier caso, es un asunto entre ellos.
Los federativos brasileños no pueden concordar con nuestra percepción del asunto como nosotros no concordamos con la idea de que la salud sea un negocio; tampoco nos parece lógico que un adolescente gane millones por dar patadas a un balón. Son puntos de vista. Allá nos vemos.
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