Por Saul Landau
El
presidente Obama tiene una oportunidad de enmendar algunas
injusticias, realizar un acto humanitario y comenzar el proceso de
reparación de más de cincuenta años de relaciones rotas entre EE.UU. y
Cuba.
El 2 de diciembre Ricardo Alarcón, presidente del parlamento cubano,
declaró que su país está abierto a realizar gestos humanitarios
recíprocos que liberarían al contratista norteamericano Alan Gross de
un hospital militar donde cumple una sentencia de 15 años por intentar
derrocar al gobierno cubano, si Estados Unidos libera a cinco agentes
cubanos conocidos como los Cinco de Cuba (Gerardo Hernández, Antonio
Guerrero, Ramón Labañino y Fernando González, quienes cumplen largas
condenas en prisiones de EE.UU., y a René González, bajo palabra en la
Florida, donde sus movimientos están restringidos).
En la década de 1990, los Cinco se infiltraron en grupos terroristas
de Miami que estaban poniendo bombas en hoteles, bares y restaurantes
cubanos, y planeando otros hechos de violencia. Su trabajo era impedir
la violencia. El gobierno cubano compartió su información de
inteligencia con el FBI. La evidencia proveniente del testimonio de
contratistas salvadoreños arrestados por la policía cubana, acerca de
Luis Posada Carriles, el hombre que orquestó los atentados, demostró
que este notorio perpetrador de violencia contra Cuba había contratado a
estos salvadoreños para hacerse pasar por turistas. Una vez en sus
respectivos hoteles en La Habana, los salvadoreños armaron, plantaron y
detonaron bombas para ahuyentar de Cuba a visitantes europeos y
canadienses. En una explosión en un hotel, murió un turista italiano.
Sin embargo, el FBI permitió que los terroristas anticastristas
vivieran felizmente en Miami y en su lugar arrestaron a sus propios
informantes, los agentes cubanos que les habían entregado información
acerca de las actividades terroristas en el sur de la Florida. El
fiscal federal acusó a los cinco de conspiración para cometer
espionaje, aunque el gobierno no presentó ninguna evidencia sólida de
que los hombres estuvieran buscando documentos militares o
estratégicos. Pero celebrar el juicio a los agentes cubanos en Miami
fue el equivalente de juzgar a agentes judíos en Berlín bajo el dominio
nazi. Los miembros del jurado, todos identificados después que la
prensa fotografía y publicara el número de licencia de sus autos,
comprendieron que hacer cualquier cosa que no fuera dar un veredicto de
culpabilidad provocaría consecuencias muy negativas de parte de la
“comunidad militante”.
Los veredictos de culpable hicieron que la jueza dictara condenas
muy duras, las cuales fueron luego paliadas por un tribunal de
apelación. Pero Gerardo Hernández, uno de los cinco, fue condenado a
dos cadenas perpetuas consecutivas, más quince años, por conspiración
para cometer espionaje y por complicidad de asesinato. (Se refiere a la
muerte de dos pilotos y dos copilotos de aviones de Hermanos al Rescate
que violaron el espacio aéreo cubano después de ignorar una
advertencia de no hacerlo y fueran derribados por aviones MiGs
cubanos.) Gerardo, un agente de bajo nivel, supuestamente sabía que los
líderes cubanos planeaban derribar los aviones intrusos. Irónicamente,
el jefe de Hermanos al Rescate, José Basulto, dio a la publicidad
información acerca de los vuelos de ese día fatal, el acto del cual se
acusó a Gerardo y que este no cometió.
Alan Gross, quien trabajaba para DAI, una compañía contratada por
USAID, llevó a Cuba sensibles equipos de comunicación no autorizados,
algunos de ellos ocultos en las mochilas de judíos que viajaron a Cuba
en misiones religiosas, de manera que fuera menos probable que los
agentes cubanos de Aduana pusieran reparos. Gross insistió en que su
misión era ayudar a la comunidad judía a obtener mejor acceso a
Internet. Líderes de la comunidad judía en Cuba rechazaron esta idea.
En un artículo difundido por Associated Press, Desmond Butler
describió de qué manera “pieza a pieza, en mochilas y maletines de
mano, el contratista norteamericano Alan Gross se aseguró de que
entraran secretamente a Cuba laptops, teléfonos inteligentes,
discos duros y equipos de red. El artículo más delicado, según
informes oficiales de los viajes, fue el último: un chip especializado
para teléfono móvil que los expertos dicen que es usado a menudo por el
Pentágono y la CIA para que las señales satelitales sean casi
imposibles de detectar”. El propósito, según la revisión que Butler
hizo de los informes de viajes a Cuba escritos por Gross, “era el de
establecer un servicio satelital no censurado por Internet para la
pequeña comunidad judía de Cuba”.
Gross llevaba una tarjeta SIM muy cara de acceso restringido –usada
por la CIA y el Pentágono– para hacer imposibles la localización de las
señales enviadas por los teléfonos satelitales y las laptops
entregados a supuestos disidentes. “Quizás”, sugirió un bromista, “él
no quería que los cubanos tuvieran acceso a nuestra receta secreta de
bolas de matzo” (*).
Un tribunal cubano juzgó a Gross y lo declaró culpable de tratar de
subvertir al gobierno cubano. Un tribunal de apelaciones confirmó la
condena de quince años.
Judy, la esposa de Gross, presentó una reclamación judicial
multimillonaria contra DAI, la compañía contrató a Gross, y también
contra el Departamento de Estado, por no alertar a Alan de los peligros
de su misión. Ella insiste en que Alan es inocente y ha exigido que
Cuba lo libere por razones humanitarias. Él ha perdido mucho peso, se
queja ella, y posiblemente tenga cáncer. Las autoridades cubanas
contrarrestaron presentando el diagnóstico de sus médicos acerca de las
dolencias de Gross, el cual dice que Gross, cuando fue arrestado,
estaba obeso y que ahora ha perdido suficiente peso como considerarlo
un hombre sano. Los cubanos también se aseguran de que Gross haga
regularmente ejercicios. Él tiene en el hombro un hematoma que no es
canceroso, informaron los médicos cubanos. Un rabino norteamericano
que visitó a Gross confirmó el diagnóstico de los cubanos. Judy no está
satisfecha. Los cubanos han permitido a la familia Gross tener varias
visitas conyugales. Pero EE.UU. no ha permitido que algunas de las
esposas de los Cinco visiten a sus esposos. A ninguno se le ha concedido
una visita conyugal.
Los cinco agentes cubanos señalan que ellos admiten haber viajado a
Estados Unidos con pasaporte falso, haber usado identidades falsas y no
inscribirse como agentes extranjeros, pero niegan firmemente haber
realizado espionaje. Señalan el hecho de que agentes de EE.UU. en
países musulmanes hacen exactamente lo que hicieron los Cinco de Cuba
en la Florida –infiltrarse en grupos que posiblemente estén planeando
actos de violencia contra Estados Unidos, de manera de impedir la
violencia.
El presidente Obama pudiera consentir a la realización de gestos
humanitarios recíprocos que devolverían a Gross a casa y enviarían a
los Cinco de Cuba de regreso a la Isla y a sus familias. Solo los
exiliados cubanos de extrema derecha en el sur de la Florida y el
norte de Nueva Jersey se quejarían de manera escandalosa. La mayoría de
los norteamericanos no saben quiénes son los Cinco de Cuba. El gesto
también abriría el camino para más relaciones con Cuba, quizás hasta la
eliminación de la prohibición que impide a los norteamericanos que
viajen a la Isla, y un relajamiento del embargo –lo cual es bueno para
los negocios norteamericanos. Toda Latinoamérica felicitaría a Obama,
así como la mayor parte del mundo.
(*) Piezas de masa de harina sin levadura, de forma cuadrada y corrugada, que comen los judíos en la sopa durante la Pascua.
Los filmes de Saul Landau Fidel y Por favor, que el verdadero terrorista se ponga de pie, están disponibles en DVD por medio de cinemalibrestore.com.
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