Cuando el próximo 13 de noviembre el mundo apruebe en el seno de la Asamblea General de la ONU una nueva Resolución contra el irracional bloqueo
de Estados Unidos a Cuba, Washington recibirá otra bofetada
diplomática, y el rechazo unánime de la comunidad internacional a su
política hostil hacia la Isla caribeña.
Aun no recuperada del guantazo que significó para la administración norteamericana la victoria del presidente Hugo Chávez en las recientes elecciones en Venezuela, la anunciada eventual victoria de Cuba en Naciones Unidas constituirá otro contundente revés para el actual o cualquiera que sea el venidero inquilino de la Casa Blanca.
Una vez más casi la totalidad de los países reiterarán a Washington
que su conducta agresiva contra la mayor de las Antillas ha sido, es, y
será siempre un fracaso, y una evidencia más de su prepotencia imperial
ante los reiterados llamados del mundo a poner fin a esa postura
guerrerista, que incluye, además, del cerco económico, financiero y
comercial, acciones terroristas y continuas campañas mediáticas
difamatorias.
Por vigésima primera ocasión de seguro la Asamblea General de la ONU
condenará el bloqueo impuesto a Cuba por las sucesivas administraciones
norteamericanas empeñadas en doblegar al pueblo de ese pequeño Estado
latinoamericano, que ha resistido ante las continuas embestidas de su
vecino del norte, y mantenido su Revolución a toda costa.
El régimen de Estados Unidos, obstinado hasta hoy con su política
bravucona hacia Cuba, evidentemente no se percata que los tiempos han
cambiado, especialmente en América Latina, donde soplan fuertes vientos
en favor de la soberanía e independencia, y que son cada vez más las
naciones que alzan su voz ante quienes pretenden socavar su emancipación
definitiva.
Venezuela volvió a demostrarle a Washington, en sus comicios
recientes, que el poder del dinero, la subversión y las campañas de
mentiras en los medios de comunicación al servicio de los sectores más
ultraconservadores, de poco valen para doblegar a una nación.
Similar le ocurrirá a la Casa Blanca en sus intentos por derrumbar
los procesos de transformaciones que se escenifican en estos momentos en
Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Argentina y Uruguay, por citar algunos, y
que le quitan el sueño a los gobernantes norteamericanos.
La bofetada de Cuba en la Asamblea General de Naciones Unidas, junto
al sopapo de Chávez en las elecciones de Venezuela, son solo el
principio de los malos augurios que le vienen encima a Estados Unidos, y
a algunos de sus sumisos aliados de Europa, envueltos todos en una
crisis económica, social y de valores, sin precedentes en la historia.
El siglo XXI está llamado a convertirse en el de las luces para
Latinoamérica, parafraseando al afamado escritor Alejo Carpentier, y el
del fin de bloqueo norteamericano contra Cuba.
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