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Por Saul Landau
Progreso Semanal
Por Saul Landau
Progreso Semanal
Cinco cubanos que combatían al terrorismo en el sur de la Florida
han cumplido catorce años de prisión, más que suficiente para que el
público norteamericano sepa por sus medios de información acerca de la
horrible injusticia que el gobierno de EE.UU. ha hecho a estos hombres.
Pero los medios apenas han mencionado la grotesca trampa para
incriminar a Gerardo Hernández, Antonio Guerrero, Fernando González,
Ramón Labañino y René González, los Cinco de Cuba, como les llaman.
Estos cinco agentes de la Inteligencia cubana vinieron voluntariamente
en la década de 1990 para infiltrarse en grupos violentos de exiliados
cubanos con sede en Miami que habían orquestado sabotajes con bombas en
lugares turísticos de Cuba (hoteles, restaurantes, clubes y bares, y
hasta en el aeropuerto de La Habana, adonde llegan vacacionistas de
Canadá y Europa). Al atemorizar a los extranjeros con la violencia,
esperaban intimidar a los turistas para que no viajaran a Cuba, y de
esa manera dañar la economía cubana.
Los jefes de la Inteligencia cubana enviaron agentes al sur de la
Florida porque el FBI no había hecho nada para impedir los sabotajes o
al menos disuadir a los conspiradores del exilio de que continuaran su
guerra terrorista contra Cuba; de manera que la misión de los agentes
era descubrir los planes y alertar a La Habana para que la policía de
la localidad pudiera frustrar la violencia. La Habana recicló la
información de los agentes y la entregó al FBI. En algunas ocasiones,
gracias a la información de esos hombres, el Buró descubrió alijos de
explosivos y armamento destinados a hacer daño en Cuba. Pero el Buró no
molestó a los terroristas. En su lugar, en septiembre de 1998, agentes
del FBI detuvieron a los agentes cubanos y el Departamento de Justicia
los acusó de conspiración para realizar espionaje y, a uno de ellos,
de asesinato. La última acusación se refería a una historia ideada por
la fiscalía de que Gerardo Hernández, el controlador de la red de
agentes, había comunicado a La Habana la fecha y hora del vuelo que
planeaban José Basulto y Hermanos al Rescate para el 24 de febrero de
1996, y que posiblemente iban a lanzar armas sobre Cuba. Las
autoridades cubanas de aviación advirtieron a los tres pequeños aviones
que no entraran al espacio aéreo cubano, pero los pilotos ignoraron la
advertencia y los MIGs cubanos derribaron a dos de los aviones, matando
tanto a los pilotos como a los copilotos. El aparato que llevaba a
Basulto regresó ileso a Miami.
El gobierno norteamericano aseguró que los MIGs lanzaron sus cohetes
en el espacio aéreo internacional, no en el cubano. Cuba mantuvo que el
derribo ocurrió en su espacio aéreo. La NSA se negó a entregar al
tribunal sus fotos satelitales al aducir razones de “seguridad
nacional”. El jurado nunca tuvo en cuenta los hechos, ni aplicó la
lógica y la razón.
La acusación de asesinato a Gerardo Hernández no tenía base en los
hechos, ya que el propio Basulto había anunciado en público su plan de
volar ese día, y un funcionario de la Casa Blanca también contó el plan
de Basulto a varias personas, incluyendo a periodistas. Un
intimidado jurado de Miami consideró culpables a los agentes cubanos en
tiempo récord.
Los miembros del jurado de Miami, cuya identidad había averiguado la
extremista comunidad del exilio, comprendió que un fallo de no
culpabilidad podría traerles graves consecuencias. Las tácticas de
intimidación usadas por los pandilleros derechistas del exilio (la
mayoría ha visto Los Soprano y entienden) se hizo legendaria. La jueza
se enfrentó al mismo ambiente de la comunidad, con cientos de miles de
exiliados furiosos aún con el gobierno de EE.UU. por haber devuelto a
su padre a Elián González, el niño de 6 años, siguiendo todas las leyes
conocidas, en vez de dejar al niño en Miami con su tío abuelo y
primos. La madre de Elián y el novio de ella se habían ahogado al
hundirse el bote que navegaba hacia Miami. El niño, sujeto a una cámara
de automóvil, fue rescatado. Legalmente, el padre tenía todo el derecho
a reclamar a su hijo, pero un sustancial sector de la comunidad del
exilio en Miami consideró el regreso del niño a Cuba como una
“capitulación” ante Castro.
El juicio de los cinco tuvo lugar poco después del asunto de Elián
González. La jueza, Joan Lenard, casi siempre estuvo de acuerdo con las
mociones de la fiscalía y limitó el alcance de la defensa. Después del
veredicto de culpabilidad por espionaje y asesinato, sus sentencias
fueron draconianas, incluyendo dos condenas consecutivas a cadena
perpetua, más quince años a Gerardo Hernández.
Han pasado catorce años desde la detención de los cinco, los cuales
han cumplido amargos años en prisiones federales por ayudar a luchar
contra el terrorismo en el sur de la Florida.
Además del juicio amañado celebrado en Miami, el gobierno
norteamericano ha tratado con crueldad a los cinco agentes cubanos al
negarles visa a dos de las esposas y ponerlos rutinariamente en
confinamiento solitario, a pesar de haberse ellos comportado como
reclusos modelos.
Ramón Labañino, en una prisión de Georgia, solo recibe visitas
anuales de su esposa, Elizabeth Palmeiro, debido a límites impuestos
por Estados Unidos. A Ramón se le redujo la sentencia, pero cuando su
esposa supo que el FBI lo había arrestado en 1998 su vida familiar fue
destrozada, así como la de la familia de los otros cuatro.
Los medios han ignorado durante más de una década esta injusticia.
Han ignorado hasta la historia humana acerca de la negativa de EE.UU. a
conceder visas de manera que dos de las cinco esposas puedan visitar a
sus esposos.
Los abogados de los Cinco han presentado una nueva moción en la que
ofrecen nueva evidencia demostrando que el gobierno de EE.UU. pagó a
miembros de los medios para que produjeran artículos negativos acerca
de Cuba y de los acusados, antes y durante el juicio, para crear una
atmósfera anticubana que los miembros del jurado absorberían. Tan solo
ese hecho justificaría la anulación del veredicto de culpabilidad.
Amnistía Internacional hizo varios importantes planteamientos acerca del caso de los Cinco:
El presidente del Jurado dijo que el jurado creía la evidencia de
EE.UU., en vez de la cubana, acerca del lugar donde fueron derribados
los aviones. Eso era irrelevante. Porque Gerardo no pudo haber
sabido lo que iba a suceder, incluso si le hubiera entregado a Cuba los
datos acerca de los vuelos el 24 de febrero. ¿Cómo podría conocer un
agente de inteligencia de nivel medio que los líderes cubanos habían
decidido derribar los aviones?
Ramón, Antonio y Gerardo fueron sentenciados por conspiración para
cometer espionaje, pero el gobierno reconoció ante el jurado que no
tenía evidencia y que los acusados no hicieron esfuerzo alguno para
obtener material relacionado con una acusación de espionaje. Para un
jurado de Miami el hecho de que agentes cubanos estuvieran en Miami era
suficiente para dictar un veredicto de culpabilidad.
Amnistía también condenó los resultados del juicio porque el gobierno
de EE.UU. tiene material relacionado con el espionaje cubano y el
gobierno norteamericano sabe que los Cinco no habían cometido ese
delito, y se negaron a entregar esa información a la defensa de manera
que el jurado pudiera conocerla.
Finalmente, una tormenta perfecta de prejuicios existía en Miami. El
jurado comprendió que tenía buenas razones para sentirse atemorizado si
votaba a favor de la inocencia de los acusados.
Los medios deben reportar esta horrorosa injusticia. Los lectores
deben escribir al presidente Obama con un claro mensaje: LIBEREN YA A
LOS CINCO.
El filme de Saul Landau, Por favor, que el verdadero terrorista se
ponga de pie, y su documental Fidel, están disponibles en DVD por
medio de cinemalibrestore.com.
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