lunes, 17 de septiembre de 2012

El culebrón Yulieski



Yuliesky GourrielTomado de Escambray
 
Ni Passione, ni Niña Moza, ni producto audiovisual alguno levantó más rating en la afición beisbolera este verano que la supuesta llegada de Yulieski Gourriel a Industriales para la venidera Serie Nacional.
 
Su padre Lourdes tenía problemas de salud y requería tratamiento en hospitales de La Habana; ese fue el detonante para el inicio de los rumores, y luego para la realización de gestiones reales para el traslado del pelotero más mediático hasta la capital, donde juega el equipo más mediático.

Por motivos de fuerza mayor quizás se hubiera autorizado este traslado (recuerden que ningún pelotero puede trasladarse a otra provincia sin la autorización de su territorio, y en caso de negarse a jugar debe estar dos años sin acción) por motivos más humanos que deportivos, y también porque no se trataba de un pelotero cualquiera.

En definitiva no se dio. Según fuentes bien informadas Lourdes ya está recuperado y se iría a Nicaragua a entrenar a un conjunto de esa Liga, por lo cual el motivo fundamental para el traslado ya no existe.

Dejando de lado ya lo que pudo ser y no fue, vale la pena ir un poco más allá para sacar alguna experiencia de esta situación. De entrada, ni Industriales necesita de Yulieski para seguir siendo el eterno candidato al trono ni Yulieski a Industriales para continuar como uno de los jugadores más completos de la pelota cubana.

Por ahí pudiera pensarse que nadie salió perdiendo, pero queda el debate sobre los traslados de territorio. ¿Por qué retener a una persona en un lugar donde no desea estar? Pinar del Río dio un buen ejemplo a inicios de este siglo cuando autorizó los traslados de varios efectivos hacia la Isla de la Juventud y Las Tunas, pero no es la generalidad.

Si un jugador está condenado irremediablemente al banquillo en su terruño, y pudiera ser regular en otro, ¿por qué no dejarlo partir? Todo el mundo quisiera tener una nómina profunda, con recambios de lujo en todas las posiciones, pero se debe pensar un poco más allá, en eso que llamamos Pelota cubana, y a esa le importa poco el lugar donde se desempeñe un pelotero, siempre que esté listo para cuando se le solicite para vestir el uniforme de las cuatro letras.

En este sentido, se pudieran aprobar una especie de “sesiones” de un territorio a otro, por un tiempo definido, y con el lugar de origen en condiciones de repatriar a su efectivo al cierre de la campaña si lo estima conveniente. Todo para que el hombre se desarrolle y no se estanque y pierda su juventud en el banquillo. Por el bien de la pelota cubana, creo que vale la pena.

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