Por Pedro Hernández Soto
Siempre días como estos me hacen recordar mi adolescencia. Tenía 11
años cuando un amigo me invitó a inscribirme en la Agrupación Mariana de
Monserrat, dirigida por los hermanos jesuitas, radicados en el
impresionante edificio de cuatro plantas que poseían en la manzana
comprendida entre las calles de Cid, San Fernando, Gloria y San Carlos,
allá en el natal Cienfuegos. Mi hermana, a tono con aquella sociedad
cubana de los años 50, perteneció a la congregación que le tocaba, la de
mulatas: Hijas de la Caridad.
Fueron un par de años de misas dominicales y sesiones catequistas
pero sobre todo de juegos de béisbol con guantes, bates y pelotas a los
cuales yo no tenía otra manera de acceder. Después vino el
distanciamiento de la fe católica, mucho antes del triunfo de la
Revolución. En esto fueron decisivos el trabajo ideológico de mi padre e
insatisfacciones.
El final de mis creencias religiosas fue el conocimiento filosófico
que nos trajo el triunfo de la Revolución. Además, tenía yo muchas otros
intereses, para mí más importantes, de las cuales ocuparme. Por otra
parte, la posición y acciones contrarrevolucionarias de las jerarquías
de la Iglesia Católica y algunas sectas, me distanció.
Debo confesarles que en mi casa había dos estatuillas de tamaño
apreciable, una de San Lázaro y otra de Santa Bárbara. A esta última, en
una época de bonanzas se le compró corona, espada y copa, bañadas en
oro; cada viernes se le ponía una manzana, miel, grageas y platanitos.
En diciembre era el velorio a San Lázaro. En otras oportunidades venía
una santera llamada María para hacer misas espirituales a los muertos
para resolver problemas a los vivos.
En estos días, por segunda vez para Cuba, nos visita un Papa y evoco
mucho la interesante liturgia católica y otros pasajes relacionados con
las creencias religiosas.
Tampoco puedo olvidar lo ocurrido durante la larga confrontación
iniciada cuando muchos sacerdotes se convirtieron en activos militantes
de grupos contrarrevolucionarios, apoyaron actos terroristas,
protegieron organizaciones y bandas de alzados en las montañas del
país; impulsaron el miserable plan Peter Pan para la salida de Cuba
hacia los Estados Unidos de miles niños, sin sus padres, todo ello
basado en una falsa ley contra la patria potestad.
Entonces la Iglesia Católica perdió credibilidad y fieles en la
sociedad cubana. Ya se habían eliminado los capellanes en las unidades
militares. Le siguió la nacionalización de las escuelas donde disponían
de los mejores centros para los hijos de la burguesía; se ordenó la
salida de sacerdotes y monjas de los hospitales; cesaron sus espacios en
los medios de comunicación. Por si fuera poco se redujeron los
sacerdotes de 700 en enero de 1959 a 300 hasta la actualidad.
En 1998 recibimos por cinco días la visita de Juan Pablo II. Comenzó
entonces una etapa de mejoramiento de las tensas relaciones con
Iglesia-Gobierno Revolucionario.
Mucho se ha avanzado por ambas partes hasta hoy: la Constitución de
la República de Cuba cambió en sus referencias al ateísmo; se aceptó el
ingreso al Partido Comunista de Cuba de revolucionarios que tuvieran fe
alguna aparte del marxismo-leninismo; la Navidad fue declarada de
nuevo día feriado nacional; se brindó ayuda oficial para erigir un
nuevo seminario y en su inauguración estuvo presente el presidente Raúl
Castro Ruz; el cardenal Jaime Ortega participó en las negociaciones
para la liberación de presos políticos en 2010; se efectuó una
procesión por todo el país de la Virgen de la Caridad del Cobre, que
duró año y medio, en conmemoración del 400 aniversario de a aparición
de su efigie.
Es justo considerar el papel conciliador –entiéndanse en el mejor de
los sentidos- jugado por el Cardenal Jaime Ortega Alamino, apoyado en
un grupo notable de eclesiásticos. Miembros de la disidencia cubana le
responsabilizan de “legitimar” con el parlamento la política del
“régimen”. Al mismo tiempo, la jerarquía rechaza arrogarse la función de
“catalizador de cambios radicales” pretendidos por otros miembros de
la oposición sufragada por el Departamento de Estado de los Estados
Unidos de América. En general su actitud le ha ganado el odio por parte
de de la mayoría de la contrarrevolución y la disidencia anticubanas, y
el respeto de no poco cubanos.
La Cuba que recibirá a Benedicto XVI es un país envuelto en profundos
cambios, tanto en lo económico como en lo político y lo social, en
busca de un modelo moderno de socialismo. Tras las celebraciones de par
de importantes eventos del Partido Comunista de Cuba (el 6to Congreso y
la I Conferencia Nacional) así como relevantes sesiones de nuestra
Asamblea Nacional del Poder Popular, se reagrupan, reaniman y
reorganizan nuestras fuerzas y capacidades. Sería un crimen olvidar en
este escenario, el cruento bloqueo al que estamos sometidos, que por
estos días, tal cual en 50 años, se ha venido recrudece cada vez más.
Hoy el archipiélago lucha por retomar el camino hacia recuperar
valores morales, intrínsecos del Socialismo. Su constitución es laica.
Se calcula que sólo el 10% de su población es católica, otras iglesias y
los cultos sincréticos han avanzado tanto que la superan en cuanto a
feligresía. Es un país donde no hay asesinatos sumarios ni
desaparecidos, no hay torturados y nadie es sancionado por ideas
políticas contrarias al socialismo: otros casos son los mediáticamente
denominados “disidentes”, en sus diversas modalidades, pagados en mano
propia o por trasmano con injustificadas asignaciones del presupuesto
estadounidense, en el persistente intento de desestabilizarnos.
Aquí el aborto y el divorcio son legales. En el año 2012 hubo una
tasa de nupcialidad de 5,2 por cada mil habitantes (de 58 mil 490
matrimonios, 17mil 636 correspondieron a la legalización de una unión
consensual anterior) y de divorcialidad de 2,9 por cada mil habitantes.
Las uniones consensuales no formalizadas quedan fuera de las
estadísticas y son las de mayor cantidad. Las
parroquias católicas no muestran los devotos de hace cinco décadas. Las
relaciones Iglesia-Gobierno se encuentran hoy en un nivel
cualitativamente superior.
Nuestro visitante, Benedicto XVI será recibido por el pueblo cubano
con cariño, respeto y afecto. Nacido en Alemania, brilló en su carrera
eclesiástica. Eminente teólogo dirigió, en su época de Cardenal Joseph
Ratzinger, la congregación para la Doctrina de la Fe. Muchos no le
perdonan sus ataques de entonces a la Doctrina de la Liberación.
Esta visita forma parte de su cruzada por la reevangelización y
secularización de Occidente para fortalecer la fe. Enemigos en el
exterior opinan que es una acción dirigida a facilitar el incremento de
la presencia de la Iglesia en la sociedad cubana, en espera de cambios
de nuestro régimen social. En otra vertiente de esta campaña de
descrédito, promovida por libelos de la prensa, se pronostica que a
partir de esta visita “la Iglesia se puede convertir en un aliado
natural del Gobierno”.
Su acción diplomática será muy compleja puesto que deberá discursar
con extremo cuidado. No concedió entrevista a los agentes nacionales de
los enemigos del pueblo cubano. El portavoz del Vaticano, el padre
Federico Lombarda opinó sobre el bloqueo económico político y comercial
de los Estados Unidos contra Cuba como que: “La Santa Sede considera
que el embargo es algo que hace que las personas sufran las
consecuencias. No logra el objetivo de un bien mayor”, para a
continuación remarcar: “La Santa Sede no cree que es una medida
positiva y útil”. Una declaración del Papa, en tal sentido -y también
por la libertad de los Cinco- le ganaría un nada despreciable
reconocimiento por parte del pueblo cubano, tan sensibilizado con tales
temas. Pero también estoy convencido de que el Gobierno cubano no se
lo pedirá.
Mientras se dan los toques finales a todos los preparativos. Se
terminan los estrados para las misas, levantados por empresas nacionales
concertadas con las autoridades de la Iglesia, se afinan los sistemas
de amplificación, bachean calles, aseguran líneas de transmisión de
electricidad y comunicaciones. Hasta comenzará a ser comercializado en
breve un disco dedicado a la Virgen de la Caridad del Cobre.
Lo único que puede enturbiar toda esta celebración diplomática y de
fe puede ser la actuación de los grupos disidente internos y las
organizaciones contrarrevolucionarias asentadas en los Estados Unidos.
Este último país será responsable en grado sumo de lo que pueda ocurrir.
Como botones de muestra están las recientes declaraciones de Marco
Rubio, senador republicano por Florida, que mostró ante periodistas su
“profunda” preocupación por el “espacio político” que se ha abierto la
Iglesia católica en Cuba a cambio de “hacer la vista gorda” ante la
situación en la isla, en vísperas de la visita del papa Benedicto XV, e
hizo duras críticas a quienes defienden el levantamiento del embargo
unilateral de EE.UU. Del Cardenal Jaime Ortega expresó que “invitó a
matones de Castro a entrar a la iglesia y sacar a la gente”. Por otra
parte Roger Noriega declaró a la prensa que sería “vergonzoso” que el
máximo líder de los católicos no se reúna con los grupos disidentes.
Otro show provocativo publicitario será el acercamiento de una flotilla
de barcos, el día 28, dicen que hasta los límites jurisdiccionales de
las aguas nacionales, para hacer una demostración contra Cuba, sin
olvidar el ridículo y fracasado intento de tomar parroquias por
impresentables personeros de un flamante y sedicente Partido Republicano
de Cuba, a todas luces financiado y ordenado desde ya se sabe donde.
Es posible que Benedicto XVI proclame “venerable” al sacerdote e
intelectual Félix Francisco de la Concepción Varela y Morales
(1788-1853), llamado Padre Varela quien escribió un proyecto de ley para
la abolición de la esclavitud, y fue defensor de la independencia de
las naciones americanas. Condenado a la pena de muerte por España,
vivió desterrado 30 años en Estados Unidos y llegó a ser obispo de
Nueva York.
El Papa recibirá devoción de creyentes y el respeto y simpatía en
general de los cubanos, unidos y hospitalarios, durante los tres días
que durará su visita. Brindará misa en Santiago de Cuba, el 26 de marzo,
en un enorme altar de estructuras metálicas con un diseño similar al
de la mitra papal, respaldado por la efigie del mayor general Antonio
Maceo, caído en combate contra el dominio español; ese propio día
visitará el santuario de la Caridad del Cobre, la Virgen mambisa, en
cuyo honor se dice que el guerrero llevaba siempre consigo un
escapulario.
El día 28 realizará los oficios en la Plaza de la Revolución de La
Habana, en un altar algo menor en tamaño al de Santiago, donde resalta
el color amarillo, enmarcado a su espalda por la estatua del
anticlerical José Martí, Apóstol de Cuba, a su derecha por una enorme
imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre que colgará sobre la fachada
de la Biblioteca Nacional, y al fondo las efigies de los comandantes
Ernesto Che Guevara, caído en las montañas bolivianas peleando por la
libertad de América, y el comandante Camilo Cienfuegos, “el más
brillante de todos los guerrilleros” según el propio Che.
"Mi país es pobre, mi piel mejunje, mi gobierno proscrito, mis huestes utópicas." Silvio Rodríguez
viernes, 23 de marzo de 2012
La Cuba que acogerá al Papa
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