viernes, 23 de marzo de 2012

DINERO MALDITO Y PALABRAS PERVERSAS

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Por Luis SextoReflexión ante la visita papal

 
Como sabemos, el capitalismo de las potencias hegemónicas se internacionaliza. Si hasta la segunda guerra mundial peleaban entre sí, hoy se conciertan  de modo que intentan convertir  el Consejo de Seguridad   de la ONU en una oficina de trámites para la impunidad y utilizan la alianza atlántica como el famoso tambor de Queronea de Alejandro Magno, cuyo retumbar difundía el espanto entre los soldados enemigos: ¡OTAN!, ¡OTAN…! La nueva internacional capitalista unifica también el lenguaje de su geopolítica, y el vocabulario resultante destila perversidad y cinismo, en resumen: la negación de la ética. Por tanto, la injerencia significa ahora “intervención humanitaria” y   el bombardeo masivo y extenso en el tiempo se le llama “zona de exclusión aérea” y la matanza de civiles equivale a “daños colaterales”.

Casi todas las palabras de la geopolítica del gran capital, han de ponerse bajo cuarentena. Por ejemplo, democracia. ¿Qué es la democracia para los Estados Unidos?  ¿La que definió Lincoln cuando dijo que  significaba el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo?  Más bien, democracia para los Estados Unidos es hoy el original concepto griego, donde el demos, es decir, el pueblo, eran solo los ciudadanos ricos y reconocidos. Los demás –mujeres, esclavos, pobres, mendigos- no cabían en ese aún reputado como magnífico hallazgo del humanismo griego. Concluyendo, pues, democracia para Washington es la norteamericana -limitada al voto para los electores, y las decisiones para los poderosos de  Wall Street- que parece ser la única verdadera. Por qué,  si no, la administración de Obama, como las anteriores, aprobó para el año fiscal una partida de 20 millones de dólares para “promover la democracia en Cuba”.

Volveríamos entonces, con la agudeza del viejo y zahorí Lenin, a preguntar de qué democracia hablamos, para quiénes y para qué la democracia. Pero también preguntemos a la cubana: ¿quién “se mete”  tanto dinero, dónde lo “meten”? Parecen términos obscenos, y lo son porque obscenos son los fines y la mayoría de las organizaciones que emplean ese dinero en reuniones, banquetes, pago de votos y de declaraciones de ciertos personajes de aura internacional, y compra de  pícaros para gritar, ocupar templos, y  adoptar poses de luchadores por la libertad dentro de Cuba. Una de esos organillos se titula Directorio Democrático Cubano (DDC). En la industria anticastrista es uno de los más dotados: en los bolsillos de sus corifeos suenan partidas de esos 20 millones.

Recientemente el DDC circuló una demanda patrocinada por la Red Latinoamericana y del Caribe para la Democracia (Redlad),  para que figuras de relieve, o al menos de cierto relieve la firmaran. El texto, entre otros términos de la satanizadora retórica que con respecto a Cuba proviene de los Estados Unidos, plantea aprovechar la visita de Benedicto XVI a Cuba para obligar a “crear un espacio para el diálogo”. Medio centenar de personajes y personajitos, según los promotores, firmaron la petición. El nombre más relevante, entre los conocidos, es Desmond Tutu, y cualquiera con algún conocimiento del historial a favor de la justicia  y contra el apartheid del obispo anglicano sudafricano, no se explica por qué Tutu se desacredita rubricando un documento, con falseada prosapia, junto a Alfredo Cristiani o Armando Calderón Sol, de chata e inmoral ficha política en América Central.

Pero, personajes aparte, reparemos en el término diálogo y volvamos a esgrimir la clásica pregunta de político inteligente: ¿Diálogo con quiénes y  con qué propósito? Pues con la mal llamada disidencia,  grupo de enemigos  del legítimo gobierno de Cuba. Enemigos no pacíficos, sea aclarado, porque con sus acciones aparentemente no violentas procuran fomentar un estallido que justifique una “intervención humanitaria” de Washington en La Habana. Hemos de tener en cuenta, además, que es imposible un diálogo con personas que si resuenan en la web, en su país son solo conocidos en su casa o entre sus familiares, y cuyos salarios, ya que no suelen trabajar, provienen de la USAID,  el Fondo Nacional para la Democracia (NED) y otros nombres y siglas no menos comprometidos con el gobierno norteamericano en cuanto a subvertir repúblicas tachadas de enemigas o calificadas de terroristas. Son pocos, pero ambiciosos estos disidentes a quienes, si se les baja el pantalón o se les sube la saya,,  muestran el sello “made in USA”. Y sus pretendidos líderes hablan, exigen, claman, aluden a la libertad y la democracia y se arrogan el derecho de representar al pueblo de Cuba.

¿Quién dio el mandato a Osvaldo Payá, Elizardo Sánchez Santa Cruz, Guillermo Fariñas, José Luis Pérez (Antúnez), Iris Aguilera, Mayra Beatriz Roque…? Han pervertido también la palabra pueblo. Y han roto toda mesura, toda ética, porque mienten y reclaman sin tacto, irrespetuosamente. Fariñas, salvado de la muerte más de una vez por los médicos cubanos tras varias huelgas de hambre, dirigió una carta al Papa. Veamos si el psicólogo con trauma de mártir pudo alguna vez orientar correctamente a sus pacientes, según se le juzgue al dirigirse al Papa. Fariñas le advierte a Su Santidad, como si el guía espiritual de los católicos fuera ingenuo, ignorante   o manipulable: “El rol del obispo de Roma es estar de parte de Las Víctimas y jamás apoyar a los Victimarios. En una Sociedad Totalitaria como la que se apresta a visitar, estos papeles están bien definidos: Los Victimarios son los opresores gobernantes y Las Víctimas los oprimidos gobernados”. Y termina, en una línea que desicologiza al sicólogo: “Usted representa una Alta Autoridad moral en este mundo, si no puede hacer lo pedido por los oprimidos, por favor posponga su viaje a nuestra Patria”.

El Papa, presumiblemente, nunca responda ese insulto, agravado con mayúsculas tan mal empleadas. En cambio, la más certera respuesta a Fariñas proviene de una católica  residente en El Cobre, cerca del santuario de la Virgen de la Caridad.  Melba Sánchez Franco dirigió a Monseñor Dionisio García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba, una misiva conmovedora por su sinceridad. Tras una modesta presentación, escribe: “Estas son las razones que me conmueven a poner en su conocimiento, el sentir mío y otros hermanos que amamos a la iglesia y la virgencita. Me refiero a que hoy nuestra iglesia la están cogiendo personas inescrupulosas para crear  un ambiente nunca antes visto en este pueblo, me refiero a las mujeres que dicen llamarse Damas de Blanco, ya que todos los fines de semana  crean la atención entre los vecinos más próximos a la iglesia  y pobladores del Cobre, así como otras personas que visitan  nuestra Virgen  de la Caridad (…) consideramos un bochorno esta situación que se está produciendo en el Santuario y la hospedería todos los domingos y deseo de su bondad y su bendición que contribuya a remediar esta bochornosa situación”.

Yendo a lo objetivo, El Papa, si ha de solidarizarse con alguien, la caridad lo inclinaría a hacerlo con el verdadero pueblo de Cuba, víctima de un bloqueo económico, comercial y financiero que dura 50 años y que Juan Pablo II tildó, en 1998, de éticamente inaceptable, porque incluso prohíbe la compra de medicinas que contengan una determinada cantidad de componentes norteamericanos. Hace unos días, el vocero de la Santa Sede, Ricardo Lombardi, expresó el parecer del Vaticano al condenar nuevamente el bloqueo. Pero nadie en Cuba, podrá imponer una agenda al Papa, en viaje pastoral, invitado por la Conferencia de Obispos Católicos y el Gobierno de Cuba.

Los sedicentes disidentes han cometido, con alguna, excepción, varios errores que los invalida ante su pueblo, si este  los reconociera. Primeramente,  hablar en nombre de la nación cuya historia y cuyos padeceres a causa del bloqueo, soslayan culposamente.  Después, han pretendido ocupar  los templos para generar conflictos entre la Iglesia y el Gobierno previamente a la llegada de Benedicto XVI. La Iglesia Católica, en su respuesta, optó por lo más justo: impedir que su creciente papel de interlocutora y mediadora, y su prestigio como institución protagónica en diversos momentos de la historia y la cultura cubana, derivara hacia la intriga marginal de pretender exigir del Gobierno, entre otros puntos, lo que ya hace varios meses Iglesia y Gobierno resolvieron con la amnistía a centenar y medio de reclusos por delitos políticos. ¿La libertad de qué otros presos piden?  ¿Creeremos la nunca demostrada noción mediática de que Cuba es una cárcel?

El último error es definitivo. Han olvidado que en nuestra historia el antianexionismo ha sido la estrella de nuestra bandera. No importa que Narciso López la trajera con esos fines a Cárdenas en 1850. Yara y  Bayamo la limpiaron con sangre y cenizas en 1868 y 1869. El Padre Félix Varela le trazó, como uno de los precursores, el único camino: la independencia. Incluso reformistas como José Antonio Saco, si enemigo de la separación  de España, fue más acérrimo al rechazar la anexión. Quizás pocos como Saco escribieron páginas tan ardientes cuanto patrióticas contra la anexión a los Estados Unidos. Y para su epitafio pidió que se grabaran estas palabras: El más antianexionista de los antianexionistas. Y José Martí sella la voluntad de la nación al escribir unos días antes de morir en combate, la parte más clara de su testamento político: todo cuanto hice fue para impedir a tiempo que los Estados Unidos cayeran sobre Cuba.

Sabido, ¿no? Pero los mal llamados disidentes lo olvidan. Ni Varela, ni Martí pidieron dinero al gobierno de los Estados Unidos para fundar la independencia de Cuba. Les sobró ética, lealtad, capacidad de representar a su pueblo porque procuraban su bien al querer el predominio de la independencia y de la justicia social, a la que, por cierto ningún de los  grupos pronorteamericanos en Cuba o fuera de ella, dedica una alusión, ni siquiera una promesa republicana o demócrata. La ética es práctica extraña entre los disidentes que Washington y sus agencias fabrican, como maniquíes de plástico. Mienten cuando afirman que una pedrada accidental sobre el cristal de una ventanilla de un automóvil diplomático, es la secuela de una batalla a tiros o difunden videos clandestinos tomados en  prisiones donde es imposible, increíble, filmar... lo que no existe ni sucede. Y engañaron e instigaron a morir cuando Janisset Rivero, mano adelantada del Directorio Democrático Cubano, instó a Zapata a renunciar a los alimentos hasta fallecer por demandas baladíes como un televisor en la celda. Y mintió después cuando la adolorida madre se marchó a Miami con la promesa de que todo, todo el bienestar le sería dado porque la muerte de su hijo lo había ganado para ella. Reina Luisa ya maldice el momento de aquella  decisión. Vive, más bien, muy  cerca de la desesperación del que tiene poco en un país donde se necesita mucho para sobrevivir.

Y ese pecado -mentir, engañar, instigar hasta el suicidio- tal vez ni el Santo Padre pueda perdonarlo o quiera perdonarlo. 

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