Por Luis SextoReflexión ante la visita papal
Como
sabemos, el capitalismo de las potencias hegemónicas se
internacionaliza. Si hasta la segunda guerra mundial peleaban entre sí,
hoy se conciertan de modo que intentan convertir el Consejo de
Seguridad de la ONU en una oficina de trámites para la impunidad y
utilizan la alianza atlántica como el famoso tambor de Queronea de
Alejandro Magno, cuyo retumbar difundía el espanto entre los soldados
enemigos: ¡OTAN!, ¡OTAN…! La nueva internacional capitalista unifica
también el lenguaje de su geopolítica, y el vocabulario resultante
destila perversidad y cinismo, en resumen: la negación de la ética. Por
tanto, la injerencia significa ahora “intervención humanitaria” y el
bombardeo masivo y extenso en el tiempo se le llama “zona de exclusión
aérea” y la matanza de civiles equivale a “daños colaterales”.
Casi
todas las palabras de la geopolítica del gran capital, han de ponerse
bajo cuarentena. Por ejemplo, democracia. ¿Qué es la democracia para los
Estados Unidos? ¿La que definió Lincoln cuando dijo que significaba
el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo? Más bien,
democracia para los Estados Unidos es hoy el original concepto griego,
donde el demos, es decir, el pueblo, eran solo los ciudadanos
ricos y reconocidos. Los demás –mujeres, esclavos, pobres, mendigos- no
cabían en ese aún reputado como magnífico hallazgo del humanismo griego.
Concluyendo, pues, democracia para Washington es la norteamericana
-limitada al voto para los electores, y las decisiones para los
poderosos de Wall Street- que parece ser la única verdadera. Por qué,
si no, la administración de Obama, como las anteriores, aprobó para el
año fiscal una partida de 20 millones de dólares para “promover la
democracia en Cuba”.
Volveríamos entonces, con la agudeza del
viejo y zahorí Lenin, a preguntar de qué democracia hablamos, para
quiénes y para qué la democracia. Pero también preguntemos a la cubana:
¿quién “se mete” tanto dinero, dónde lo “meten”? Parecen términos
obscenos, y lo son porque obscenos son los fines y la mayoría de las
organizaciones que emplean ese dinero en reuniones, banquetes, pago de
votos y de declaraciones de ciertos personajes de aura internacional, y
compra de pícaros para gritar, ocupar templos, y adoptar poses de
luchadores por la libertad dentro de Cuba. Una de esos organillos se
titula Directorio Democrático Cubano (DDC). En la industria
anticastrista es uno de los más dotados: en los bolsillos de sus
corifeos suenan partidas de esos 20 millones.
Recientemente el DDC
circuló una demanda patrocinada por la Red Latinoamericana y del Caribe
para la Democracia (Redlad), para que figuras de relieve, o al menos
de cierto relieve la firmaran. El texto, entre otros términos de la
satanizadora retórica que con respecto a Cuba proviene de los Estados
Unidos, plantea aprovechar la visita de Benedicto XVI a Cuba para
obligar a “crear un espacio para el diálogo”. Medio centenar de
personajes y personajitos, según los promotores, firmaron la petición.
El nombre más relevante, entre los conocidos, es Desmond Tutu, y
cualquiera con algún conocimiento del historial a favor de la justicia
y contra el apartheid del obispo anglicano sudafricano, no se explica
por qué Tutu se desacredita rubricando un documento, con falseada
prosapia, junto a Alfredo Cristiani o Armando Calderón Sol, de chata e
inmoral ficha política en América Central.
Pero, personajes
aparte, reparemos en el término diálogo y volvamos a esgrimir la clásica
pregunta de político inteligente: ¿Diálogo con quiénes y con qué
propósito? Pues con la mal llamada disidencia, grupo de enemigos del
legítimo gobierno de Cuba. Enemigos no pacíficos, sea aclarado, porque
con sus acciones aparentemente no violentas procuran fomentar un
estallido que justifique una “intervención humanitaria” de Washington en
La Habana. Hemos de tener en cuenta, además, que es imposible un
diálogo con personas que si resuenan en la web, en su país son
solo conocidos en su casa o entre sus familiares, y cuyos salarios, ya
que no suelen trabajar, provienen de la USAID, el Fondo Nacional para
la Democracia (NED) y otros nombres y siglas no menos comprometidos con
el gobierno norteamericano en cuanto a subvertir repúblicas tachadas de
enemigas o calificadas de terroristas. Son pocos, pero ambiciosos estos
disidentes a quienes, si se les baja el pantalón o se les sube la saya,,
muestran el sello “made in USA”. Y sus pretendidos líderes hablan,
exigen, claman, aluden a la libertad y la democracia y se arrogan el
derecho de representar al pueblo de Cuba.
¿Quién dio el mandato a
Osvaldo Payá, Elizardo Sánchez Santa Cruz, Guillermo Fariñas, José Luis
Pérez (Antúnez), Iris Aguilera, Mayra Beatriz Roque…? Han pervertido
también la palabra pueblo. Y han roto toda mesura, toda ética, porque
mienten y reclaman sin tacto, irrespetuosamente. Fariñas, salvado de la
muerte más de una vez por los médicos cubanos tras varias huelgas de
hambre, dirigió una carta al Papa. Veamos si el psicólogo con trauma de
mártir pudo alguna vez orientar correctamente a sus pacientes, según se
le juzgue al dirigirse al Papa. Fariñas le advierte a Su Santidad, como
si el guía espiritual de los católicos fuera ingenuo, ignorante o
manipulable: “El rol del obispo de Roma es estar de parte de Las
Víctimas y jamás apoyar a los Victimarios. En una Sociedad Totalitaria
como la que se apresta a visitar, estos papeles están bien definidos:
Los Victimarios son los opresores gobernantes y Las Víctimas los
oprimidos gobernados”. Y termina, en una línea que desicologiza al
sicólogo: “Usted representa una Alta Autoridad moral en este mundo, si
no puede hacer lo pedido por los oprimidos, por favor posponga su viaje a
nuestra Patria”.
El Papa, presumiblemente, nunca responda ese
insulto, agravado con mayúsculas tan mal empleadas. En cambio, la más
certera respuesta a Fariñas proviene de una católica residente en El
Cobre, cerca del santuario de la Virgen de la Caridad. Melba Sánchez
Franco dirigió a Monseñor Dionisio García Ibáñez, arzobispo de Santiago
de Cuba, una misiva conmovedora por su sinceridad. Tras una modesta
presentación, escribe: “Estas son las razones que me conmueven a poner
en su conocimiento, el sentir mío y otros hermanos que amamos a la
iglesia y la virgencita. Me refiero a que hoy nuestra iglesia la están
cogiendo personas inescrupulosas para crear un ambiente nunca antes
visto en este pueblo, me refiero a las mujeres que dicen llamarse Damas
de Blanco, ya que todos los fines de semana crean la atención entre los
vecinos más próximos a la iglesia y pobladores del Cobre, así como
otras personas que visitan nuestra Virgen de la Caridad (…)
consideramos un bochorno esta situación que se está produciendo en el
Santuario y la hospedería todos los domingos y deseo de su bondad y su
bendición que contribuya a remediar esta bochornosa situación”.
Yendo
a lo objetivo, El Papa, si ha de solidarizarse con alguien, la caridad
lo inclinaría a hacerlo con el verdadero pueblo de Cuba, víctima de un
bloqueo económico, comercial y financiero que dura 50 años y que Juan
Pablo II tildó, en 1998, de éticamente inaceptable, porque incluso
prohíbe la compra de medicinas que contengan una determinada cantidad de
componentes norteamericanos. Hace unos días, el vocero de la Santa
Sede, Ricardo Lombardi, expresó el parecer del Vaticano al condenar
nuevamente el bloqueo. Pero nadie en Cuba, podrá imponer una agenda al
Papa, en viaje pastoral, invitado por la Conferencia de Obispos
Católicos y el Gobierno de Cuba.
Los sedicentes disidentes han
cometido, con alguna, excepción, varios errores que los invalida ante su
pueblo, si este los reconociera. Primeramente, hablar en nombre de la
nación cuya historia y cuyos padeceres a causa del bloqueo, soslayan
culposamente. Después, han pretendido ocupar los templos para generar
conflictos entre la Iglesia y el Gobierno previamente a la llegada de
Benedicto XVI. La Iglesia Católica, en su respuesta, optó por lo más
justo: impedir que su creciente papel de interlocutora y mediadora, y su
prestigio como institución protagónica en diversos momentos de la
historia y la cultura cubana, derivara hacia la intriga marginal de
pretender exigir del Gobierno, entre otros puntos, lo que ya hace varios
meses Iglesia y Gobierno resolvieron con la amnistía a centenar y medio
de reclusos por delitos políticos. ¿La libertad de qué otros presos
piden? ¿Creeremos la nunca demostrada noción mediática de que Cuba es
una cárcel?
El último error es definitivo. Han olvidado que en
nuestra historia el antianexionismo ha sido la estrella de nuestra
bandera. No importa que Narciso López la trajera con esos fines a
Cárdenas en 1850. Yara y Bayamo la limpiaron con sangre y cenizas en
1868 y 1869. El Padre Félix Varela le trazó, como uno de los
precursores, el único camino: la independencia. Incluso reformistas como
José Antonio Saco, si enemigo de la separación de España, fue más
acérrimo al rechazar la anexión. Quizás pocos como Saco escribieron
páginas tan ardientes cuanto patrióticas contra la anexión a los Estados
Unidos. Y para su epitafio pidió que se grabaran estas palabras: El más
antianexionista de los antianexionistas. Y José Martí sella la voluntad
de la nación al escribir unos días antes de morir en combate, la parte
más clara de su testamento político: todo cuanto hice fue para impedir a
tiempo que los Estados Unidos cayeran sobre Cuba.
Sabido, ¿no?
Pero los mal llamados disidentes lo olvidan. Ni Varela, ni Martí
pidieron dinero al gobierno de los Estados Unidos para fundar la
independencia de Cuba. Les sobró ética, lealtad, capacidad de
representar a su pueblo porque procuraban su bien al querer el
predominio de la independencia y de la justicia social, a la que, por
cierto ningún de los grupos pronorteamericanos en Cuba o fuera de ella,
dedica una alusión, ni siquiera una promesa republicana o demócrata. La
ética es práctica extraña entre los disidentes que Washington y sus
agencias fabrican, como maniquíes de plástico. Mienten cuando afirman
que una pedrada accidental sobre el cristal de una ventanilla de un
automóvil diplomático, es la secuela de una batalla a tiros o difunden
videos clandestinos tomados en prisiones donde es imposible, increíble,
filmar... lo que no existe ni sucede. Y engañaron e instigaron a morir
cuando Janisset Rivero, mano adelantada del Directorio Democrático
Cubano, instó a Zapata a renunciar a los alimentos hasta fallecer por
demandas baladíes como un televisor en la celda. Y mintió después cuando
la adolorida madre se marchó a Miami con la promesa de que todo, todo
el bienestar le sería dado porque la muerte de su hijo lo había ganado
para ella. Reina Luisa ya maldice el momento de aquella decisión. Vive,
más bien, muy cerca de la desesperación del que tiene poco en un país
donde se necesita mucho para sobrevivir.
Y ese pecado -mentir, engañar, instigar hasta el suicidio- tal vez ni el Santo Padre pueda perdonarlo o quiera perdonarlo.
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