Por Tony Pinelli
Tomado de Cubarte
A
pesar de las enormes diferencias políticas entre los gobiernos de los
Estados Unidos de Norteamérica y la República Socialista de Cuba hace
más de 50 años, por esa enorme nación ha desfilado una nutrida cantidad
de artistas cubanos, permitiéndole al público norteamericano y a la
colonia cubana residente, disfrutar de distintos espectáculos artísticos
entre los que destacan las manifestaciones musicales, pues la música
es una de las expresiones artísticas cubanas que más presencia ha
tenido en el poderoso vecino norteño.
La rabia y agresividad de algunos gobiernos norteamericanos ha
llegado a cortar el siempre modesto intercambio artístico, pero desde
la ascensión al poder del presidente Barack Obama se ha incrementado de
notable manera y hoy puede decirse que es moda el ir a trabajar a los
Estados Unidos en concepto de intercambio cultural, pero en esta ocasión
existe una novedad: el escenario más concurrido –a diferencia de
ocasiones anteriores– es Miami.
Miami, para muchos de los cubanos que vivimos en la Isla es la
capital del odio, donde existen personajes fascistoides capaces de
romper discos con mandarrias y gritar improperios a artistas que van a
brindar talento, no a insultar a nadie. Donde pululan los “camajanes”
que se han hecho inmensamente ricos a costa de las asignaciones del
Imperio para atacar a Cuba; donde apoyan y justifican el bloqueo; donde
un grupo, en la mayoría octogenarios, “tumba” a Fidel (ahora a Raúl)
día a día, desde una mesa del restaurante “Versailles”; donde hay
personas que tratan a un esbirro despreciable como Posada Carriles,
como si fuera un héroe y justifican cualquier barbaridad contra
ciudadanos de su propio país, siempre que sea en contra del gobierno
cubano.
Eso es cierto, toda esa fauna subsiste y aún se incrementa con
algunos pocos jóvenes –como boxeadores ávidos- deseosos de llegar a
ostentar el título de Campeón del Odio en alguna división que le sirva
para escalar posiciones políticas.
Pero hay otro Miami, el de miles de cubanos que no simpatizan con el
socialismo, es cierto, pero su interés primordial no radica en la
política, sino en salir adelante en un ambiente que les brinda más
posibilidades económicas que la que puede ofrecerles su terruño, no
importa por qué razones. O sea, son emigrantes como los millones de
seres que emigraron dejando su tierra para ir a probar suerte a otras
partes del mundo, aunque la pasión y la intolerancia con que los
cubanos de aquí hacemos las cosas, los hayan puesto de frente, muchas
veces sin ninguna necesidad.
Este Miami crece y aunque sean “desafectos al régimen” no son
desafectos a Cuba y para los miles y miles de cubanos que tienen en la
sala de su casa un cuadro del Morro, una bandera cubana, una colección
de música que se oye a menudo y la conexión necesaria para ver allí,
nada menos que en la tierra del Dish y Direct TV, los canales de la
televisión cubana, una manifestación cultural que venga de la Isla,
equivale a un pedazo de cielo, a pesar de los ridículos carcamales
rompe-discos y los vociferantes políticos que justifican las siempre
bienvenidas dádivas, ($) arremetiendo contra una orquesta como si fuera
una compañía de comandos de Tropas Especiales.
Creo que el problema se torna fácil si se comparan cantidades. Solo
contar los que se manifiestan a favor del insulto y la agresividad y
compararlos con los que van a disfrutar con la orquesta que aprendieron
a amar en su niñez, o su juventud, o aún en un pasado cercano, pues
vale la pena el sacrificio de distraer algunos fondos en la pelea por
conseguir casa, comida, transporte y ropa limpia que atraviesan la
enorme mayoría de los que viven de un salario modesto en un ambiente
duro y difícil, donde todo es dinero y aún así, no olvidan a la familia
en Cuba a la que siempre le viene bien una “ayudita” por modesta que
sea.
Hay opiniones encontradas, pero la más común es que el intercambio
cultural constituye una excelente forma de acercamiento entre los
cubanos de allá y de aquí y muchas personas que –pudiera decirse-
militan en ambos bandos, así lo comprenden y colaboran para fortalecer
esta situación, que muchos predicen que termine cuando los demócratas
pierdan en las próximas elecciones, aunque todavía no hay nada
decidido.
Todo lo que sea un acercamiento que favorezca al diálogo y atente
contra los tabúes impuestos y la leyenda de irreconciliables que se ha
levantado entre cubanos como un muro, es conveniente, porque demostrado
está que el aislamiento no es el camino que nos puede acercar más a un
futuro feliz, o por lo menos estable y podamos ver a nuestros
emigrantes igual o mejor que España hoy día, otrora estandarte del odio
en una triste época que lograron superar.
Pero a pesar de lo beneficioso que resulta la visita de nuestros
artistas a EE.UU. y Miami en particular, es menester aclarar algunos
puntos que resultan interesantes.
Es cierto que existe una nutrida cantidad de artistas de origen
cubano en los Estados Unidos, muchos que no han tomado una posición
antagónica y otros sí, pero existen, están allí, algunos con éxito
innegable, gracias a su talento, porque se hace difícil imponerse en
otro país que no es el suyo.
Miami tiene características especiales, porque la comunidad
predominante es la cubana e incluso, la presencia cubana en las cadenas
de mando de las grandes emisoras de radio y TV también es cierta, pero
se hace harto difícil escuchar música cubana en la radio, a excepción
de programas como “Aquí está Álvarez Guedes” o el de los Fonomemecos, y
algún otro por ahí, pero la música nuestra, es decir, de los grupos
cubanos de allí, la música tradicional con grandes figuras del pasado o
la amplia producción de aquí, nunca es mayoritaria sino más bien
escasa.
Hay quien tiene la costumbre de comparar a Miami con La Habana,
quizás porque allí se radicaron de forma principal los cubanos, que
llegaron de un país en revolución social y trajeron consigo el know how y
la experiencia capitalista, pero es muy distinto. Miami es un
balneario, una ciudad turística que sí, pertenece al país de mayor
nivel de vida del mundo, pero no cuenta entre sus grandes ciudades. Es
como Varadero para nosotros, importante en cierto grado, pero no
aplastante.
Miami reúne otras etnias, donde destacan mexicanos, puertorriqueños,
colombianos, hebreos, rusos, centroamericanos, españoles, argentinos,
en fin, de casi todo el mundo, así que a la hora de hablar de gustos
musicales no es fácil definir una mayoría, por lo variado de su
población. Sí es cierto que existe un estándar hispano, dominado por los
grandes medios de difusión latinos, sobre todo Univisión, que está
directamente asociada a los grandes espectáculos, desde los “Grammys”
hasta “Lo Nuestro” y que son los de mayor capital para manejar las
presentaciones del grupo de artistas que más popularidad poseen en
determinado momento y donde –a no ser una rara excepción– no aparece
ningún cubano.
Además, hay que contar, que es una ciudad que por su importancia
turística presenta en sus teatros y lugares afines que tengan las
condiciones necesarias, espectáculos musicales con figuras de talla
mundial, desde Beyonce Knowles, hasta el Circo del Sol, de manera
habitual, además de aquellos artistas latinos que han logrado el
anhelado “crossover” favorecidos por la maquinaria publicitaria de las
grandes compañías mediáticas.
No obstante, existen programas de TV (T-N-3, Alexis Valdés) donde la
presencia cubana es decisiva que naturalmente promueven, entre otros, a
artistas cubanos de “allá” y donde no faltan los de “aquí” que van de
gira. Y así orquestas, grupos y solistas logran concentrar un público
mayoritariamente cubano en lugares que ya son tradicionales en la noche
miamera, lo cual puede ser catalogado como muy bueno que suceda, pero
estamos hablando de lugares de consumo, no de significativa valoración
cultural.
O sea, el segmento de mercado de los artistas cubanos (los que viven
allá y los que van de visita) es en más de un 95% de cubanos que
residen en Miami y pudiera haber alguno que otro representante de otras
nacionalidades, no porque no puedan gustar nuestros artistas o nuestra
música, sino porque no tienen acceso a la gran difusión.
Allí lo que importa es el rating en los programas radiales o
televisivos y la combinación puerta-consumo en los lugares en vivo, no
la cultura, que no se engañe nadie, aunque puedan existir honrosas
excepciones, por tanto la idea de un verdadero intercambio cultural, con
conferencias en la universidad y análisis de los géneros que se
interpretan, conferencias ilustradas y exposiciones, o sea todas esas
cosas que uno se imagina que caben en el término establecido de
“Intercambio Cultural”, se cumplen en alrededor de un 15% de las
actividades que se celebran allá. Lo habitual, es que un empresario
venda un espectáculo, sacando sponsors de varios lugares para pasajes y
hospedaje, le dé un dinerito de dieta y algo más a los artistas –muy
por debajo del precio de concurrencia habitual para los lugares de
presentación– y se embolse una mayor cantidad que si movieran a grupos
cubanos o de otras nacionalidades de allí, conocedores de los precios de
concurrencia.
No todo lo que brilla es oro y una cosa es el intercambio cultural,
donde se entiende perfectamente que se hagan actividades que remuneren
la inversión de llevar un grupo de personas, publicidad, dietas etc. Y
otra es el “oportunismo cultural” de algunos empresarios que se
aprovechan de la situación para ganar dinero con los artistas de aquí.
Por supuesto que es al propio artista a quien corresponde decir que
sí o que no a una propuesta determinada, aunque no se puede perder de
vista que el viajar a actuar a los Estados Unidos constituye una
especie de aval, de status que la mayoría de nuestros artistas entienden
conveniente.
Pero creo que comentarios como este que ilustren la otra cara de la
luna son útiles a fin de brindar mayor información, porque ya está
pasando que la presencia de artistas cubanos deja de ser novedad y se ha
dado el caso de salones casi vacíos y eso no nos conviene. Los
contactos culturales con los Estados Unidos son necesarios y hay que
luchar por tener conexiones con organismos serios con los que se puedan
cumplir un intercambio verdadero de nuestras culturas, que es una
forma idónea de acercarnos. Lo demás depende del artista, como
corresponde a un profesional que tiene por fuerza que conocer el campo
en que se mueve.
Con respecto a la comunidad cubana, uno de los temas principales es
el de los artistas que se han desarrollado allí, o que se han ido de
Cuba ya con una carrera hecha, vengan a actuar acá y aunque está claro
que el llamado intercambio está concebido entre dos países, no entre un
país y una comunidad de su etnia en el exterior, disidente de su
discurso oficial, sería bueno buscar una solución inteligente a esta
situación y que pudiera organizarse algunos espectáculos al respecto,
con motivo de alguna de las reuniones entre la nación y la emigración o
un evento similar.
Podría ser un paso de acercamiento no exento de riesgos, pero que yo
sepa, aquí jamás se le ha temido a los riesgos para otras cosas más
importantes. Las guerras ideológicas y/o militares, no se ganan ni se
pierden con canciones.
La cuenta final, es positiva y a pesar de defectos, es innegable una
vía para el acercamiento entre las dos naciones, por lo tanto, debemos
incrementar ese intercambio y mejorarlo cada vez más; si nos viene
encima una etapa de agresividad con el posible cambio de gobierno, ya
sabremos sortearla como tantas otras veces, pero la cultura en
cualquiera de sus expresiones es un medio aglutinador de los seres
humanos mediante el instrumento más sublime: la belleza, por tanto es
un medio válido y eficaz para seguir adelante.
"Mi país es pobre, mi piel mejunje, mi gobierno proscrito, mis huestes utópicas." Silvio Rodríguez
jueves, 1 de diciembre de 2011
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