¿Qué es la autojustificación y por qué la usamos?
La autojustificación es cuando buscamos razones externas para explicar nuestras decisiones o errores, en lugar de asumir nuestra responsabilidad. Por ejemplo, si alguien no recicla, puede decir “no lo hago porque nadie más lo hace” o “el gobierno no promueve el reciclaje, ¿para qué hacerlo yo?”. Esto nos ayuda a sentirnos mejor con nosotros mismos, porque mantenemos una imagen positiva, aunque sepamos que no estamos actuando bien.
Un experimento clásico en psicología mostró que las personas cambian su percepción para justificar lo que hacen y evitar sentir disonancia interna, esa incomodidad que surge cuando nuestras acciones no coinciden con lo que creemos correcto.
En Cuba, también escuchamos muchas mas veces de lo deseado dichas frases. Pero esta forma de pensar, que busca justificar nuestras acciones echándole la culpa a otros, es una trampa que nos aleja de resolver los problemas que enfrentamos día a día.
¿Por qué esta actitud bloquea el cambio?
Cuando culpamos a los dirigentes, a los vecinos o a las circunstancias, lo que en realidad hacemos es evitar asumir nuestra parte de responsabilidad. Y eso tiene consecuencias directas:
Nos paraliza: Si todos esperan que otro dé el primer paso, nadie lo da y los problemas siguen ahí, sin solución.
Fomenta la irresponsabilidad: Se pierde la oportunidad de aprender y mejorar, porque siempre estamos justificando lo que hacemos o dejamos de hacer.
Genera división: En vez de unirnos para buscar soluciones, nos enfrascamos en discusiones sobre quién tiene la culpa, lo que desgasta la confianza entre nosotros.
Por ejemplo, en muchos barrios cubanos, la recogida de basura puede ser un problema serio. Si cada vecino dice “yo no limpio porque los servicios no son buenos”, la basura se acumula y la situación empeora. Pero cuando un grupo de vecinos decide organizarse y limpiar aunque sea su calle, se crea un efecto contagio que mejora el entorno para todos.
Ejemplos cotidianos que reflejan esta tendencia y cómo cambiarla
Aprovechar la luz natural durante el día y apagar las luces al salir de una habitación.
Usar los electrodomésticos en horas fuera del pico eléctrico, por ejemplo, lavar la ropa temprano en la mañana o por la noche.
Desconectar cargadores, televisores y otros equipos cuando no se usan, porque aunque estén apagados, siguen consumiendo energía.
Mantener la nevera en buen estado, sin abrirla muchas veces y colocándola lejos del sol o la cocina.
Estas acciones no solo ayudan a reducir el consumo y la factura eléctrica familiar, sino que contribuyen a que el país pueda administrar mejor su energía, beneficiándonos a todos.
Si cada persona asumiera la responsabilidad de respetar el descanso y el bienestar de los demás, se podría mejorar la convivencia y la calidad de vida en los barrios.
¿Cómo romper con esta cultura de la culpa y la justificación?
- Cambiar el “yo no puedo porque otros no hacen” por un “yo sí puedo hacer mi parte”Aunque las condiciones no siempre sean perfectas, cada acción cuenta. Si cada cubano asume su responsabilidad, se puede transformar mucho.
- Ser honestos con nosotros mismosReconocer cuándo estamos buscando excusas para no actuar es el primer paso para cambiar. Por ejemplo, en vez de decir “no hice la cola porque estaba apurado”, preguntémonos qué podemos hacer para organizarnos mejor.
- Buscar soluciones juntos, no culpablesEn lugar de gastar energía en señalar a quién le toca la culpa, enfoquémonos en qué podemos hacer para mejorar nuestra comunidad, aunque sea en pequeño.
- Promover el ejemplo desde la familia y el barrioCuando un vecino o un familiar asume su responsabilidad y actúa, inspira a otros a hacer lo mismo. Así, poco a poco, se crea una cultura de compromiso y solidaridad.
- Crear espacios de diálogo y acción comunitariaEn Cuba, las organizaciones de base como los CDR o las asociaciones culturales pueden ser plataformas para fomentar esta cultura de responsabilidad y trabajo conjunto.
Un llamado a la responsabilidad personal y colectiva
La tendencia a culpar a otros es un mecanismo psicológico que nos protege momentáneamente, pero que a largo plazo impide el progreso social y comunitario. Combatirla requiere un cambio profundo en la forma en que pensamos, hablamos y actuamos, promoviendo la responsabilidad personal y colectiva como base para construir sociedades más fuertes, justas y capaces de enfrentar sus desafíos.
La realidad cubana tiene sus retos, pero también su enorme potencial. Si dejamos de buscar excusas y empezamos a asumir nuestra parte, podremos transformar muchas situaciones difíciles. La responsabilidad personal no es solo un deber, es un acto de amor hacia nuestra comunidad y nuestro país.
En definitiva, culpar a otros solo nos aleja de la solución. El cambio empieza cuando cada uno decide hacer lo que le corresponde, sin esperar que otro lo haga primero.
JECM