martes, 6 de mayo de 2025

Libertad religiosa en Cuba: Entre el bloqueo, la equidad estatal y las narrativas políticas

 

La acusación de que Cuba carece de libertad religiosa ha sido históricamente un argumento empleado por sectores políticos dentro y fuera de la isla para justificar el bloqueo económico de Estados Unidos y otras medidas coercitivas. Sin embargo, un análisis riguroso revela que detrás de estas denuncias suele esconderse un interés geopolítico, más que una preocupación genuina por los derechos espirituales de los cubanos. Paralelamente, el Estado cubano, al priorizar la equidad entre todas las expresiones religiosas —especialmente las populares—, enfrenta críticas por supuestamente limitar la influencia de las religiones institucionalizadas. Este fenómeno plantea un debate complejo: ¿Cómo se entrelazan las agendas externas con las políticas internas en materia religiosa?


Las acusaciones como herramienta geopolítica

Desde la Guerra Fría, Estados Unidos ha utilizado la narrativa de la "opresión religiosa" en Cuba como parte de su estrategia para deslegitimar al gobierno socialista. Informes como los anuales del Departamento de Estado norteamericano sobre libertad religiosa, así como declaraciones de congresistas, suelen vincular las sanciones económicas a la "protección de los derechos humanos", incluyendo los religiosos. Sin embargo, esta postura ignora dos realidades clave:

  1. El impacto del bloqueo en las comunidades religiosas: Las sanciones, al estrangular la economía cubana, afectan directamente a iglesias, templos y creyentes, limitando su acceso a recursos materiales, financieros e incluso litúrgicos (por ejemplo, la importación de biblias o artículos rituales). Organizaciones como el Consejo de Iglesias de Cuba han denunciado reiteradamente que el bloqueo dificulta su labor social y pastoral.

  2. La instrumentalización selectiva de la libertad religiosa: Mientras se acusa a Cuba de represión, se omite deliberadamente el contexto de su laicidad constitucional y su diversidad espiritual. Países aliados de EE.UU. en la región, como Honduras o Guatemala, donde líderes religiosos son asesinados o perseguidos con impunidad, rara vez reciben el mismo escrutinio. Esto sugiere que la "preocupación" por la libertad religiosa en Cuba está subordinada a intereses políticos, no a principios éticos.


La laicidad cubana: ¿Equidad o restricción?


La Constitución cubana garantiza la libertad religiosa y establece un Estado laico, lo que implica neutralidad ante todas las creencias. Sin embargo, este modelo busca corregir desigualdades históricas: antes de 1959, la Iglesia Católica y algunos grupos protestantes tenían privilegios sociales y económicos, mientras las religiones populares —vinculadas a comunidades afrodescendientes— eran marginadas.

Hoy, el Estado prioriza tres principios:

  • No financiamiento estatal a religiones: A diferencia de países como España o Italia, donde el Estado subsidia a ciertas iglesias, en Cuba todas las instituciones religiosas se autogestionan.

  • Regulación de actividades públicas: Para evitar que un grupo domine espacios comunes (escuelas, medios), se exige que las actividades religiosas en lugares públicos cuenten con autorización.

  • Protección de la religiosidad popular: Prácticas como la santería, integradas a la identidad nacional, reciben reconocimiento cultural, aunque no estén formalmente institucionalizadas.

El dilema de las religiones institucionalizadas

Para iglesias históricas (como la Católica o algunas evangélicas), estas reglas pueden percibirse como limitaciones. Por ejemplo:

  • Restricciones para acceder a medios masivos o impartir educación religiosa en escuelas públicas.

  • Dificultades para importar materiales o recibir fondos del exterior debido al Bloqueo y a regulaciones estatales contra la injerencia extranjera.

No obstante, estas medidas no son exclusivas de Cuba. En Francia, otro Estado laico, se prohíben símbolos religiosos en escuelas públicas, y en India, se regula estrictamente el financiamiento externo a organizaciones religiosas. La diferencia radica en que, en Cuba, el contexto del Bloqueo agrava las limitaciones materiales, y la politización internacional del tema distorsiona el debate.


El doble rasero de las críticas

Mientras el gobierno estadounidense acusa a Cuba de "reprimir" la libertad religiosa, sus propias políticas contradicen ese discurso:

  • En 2021, el Departamento de Estado eliminó a Cuba de su lista de "países preocupantes" en materia religiosa, un gesto ambiguo que no se tradujo en alivio de sanciones.

  • Grupos evangélicos cubanoamericanos en Florida, con gran influencia política, promueven sanciones contra la isla mientras defienden posturas ultraconservadoras en EE.UU., como la prohibición del aborto o la discriminación LGBTQ+, bajo argumentos religiosos.

Este doble estándar evidencia que, para algunos actores, la "libertad religiosa" en Cuba no es un fin en sí mismo, sino un instrumento para desestabilizar al gobierno.


Hacia un enfoque descolonizador de la libertad religiosa

El caso cubano invita a reflexionar sobre cómo se define la libertad religiosa en contextos no occidentales:

  1. La hegemonía de lo institucional: En Occidente, suele equipararse "libertad religiosa" con derechos de iglesias organizadas (como construir templos o hacer proselitismo). En Cuba, sin embargo, la espiritualidad popular —menos estructurada pero masiva— desafía esta visión eurocéntrica.

  2. La soberanía frente a injerencias: El Estado cubano insiste en que las religiones no sean vehículos de agendas foráneas, una postura comprensible dado el historial de EE.UU. de usar grupos religiosos para infiltrar países (como en Nicaragua en los años 80).


Conclusión: Romper el círculo vicioso

La verdadera libertad religiosa en Cuba solo será posible si:

  • Se levanta el Bloqueo, permitiendo que las comunidades espirituales accedan a recursos sin obstáculos.

  • Se reconoce que la laicidad no es sinónimo de represión, sino un marco para proteger la diversidad.

  • Se abandonan las narrativas politizadas que usan la religión como arma de guerra fría.


Mientras tanto, el desafío para Cuba es seguir avanzando en el reconocimiento de todas las expresiones religiosas —institucionales y populares— sin ceder a presiones externas. Como bien resume un santero de La Habana: 
"Aquí nadie nos prohíbe creer, pero el Bloqueo sí nos impone creer con más penas que glorias".

JECM

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