Este "corto siglo XXI" no se ajusta a la medición cronológica convencional de 100 años. En cambio, refleja un período de cambios acelerados, una noción que se ajusta más al concepto filosófico del devenir: los procesos de transformación que no siguen necesariamente un calendario exacto. El "siglo" de hegemonía estadounidense, que comenzó con la caída de la Unión Soviética y el orden unipolar, se está desmoronando con el ascenso de nuevas potencias, el surgimiento de actores regionales y un creciente rechazo a la dominación estadounidense en varias partes del mundo, incluyendo América Latina.
El auge y declive de la hegemonía estadounidense
Tras la disolución de la URSS en 1991, Estados Unidos entró en una era de poder global sin precedentes. Su dominio no solo se manifestó en lo militar, con una red de bases alrededor del mundo y una capacidad tecnológica superior, sino también en la esfera económica, a través de instituciones como el FMI y el Banco Mundial, y en la influencia cultural, con el modelo de consumo estadounidense exportado a todos los rincones del planeta.
Sin embargo, a partir del año 2000, el escenario internacional comenzó a transformarse. El ascenso económico y geopolítico de China, la reconfiguración de Rusia como un actor militar activo y la creciente integración regional en distintas partes del mundo comenzaron a desafiar el orden unipolar. La creciente interdependencia económica global, especialmente en relación con las cadenas de suministro y la tecnología, debilitó la capacidad de Estados Unidos para dictar las reglas del juego global sin contestación.
Uno de los puntos críticos en este proceso fue la crisis financiera de 2008, que puso en evidencia las fragilidades del sistema económico estadounidense y su dependencia del capital globalizado. A medida que el país luchaba por recuperarse, el mundo se dio cuenta de que la hegemonía económica de Estados Unidos estaba bajo amenaza. Esto se agudizó con la pandemia de COVID-19 en 2020, que reveló no solo las debilidades estructurales internas de EE. UU., sino también la creciente competencia por el liderazgo global en temas como la salud, la economía y la tecnología.
Latinoamérica y los procesos emancipadores
Uno de los territorios donde este cambio global ha sido más evidente es Latinoamérica. Tradicionalmente considerada el "patio trasero" de Estados Unidos, América Latina fue un campo de batalla clave durante la Guerra Fría, y Estados Unidos mantuvo una influencia hegemónica a través de intervenciones directas y apoyo a dictaduras militares. Sin embargo, desde finales de los años 90 y principios de los 2000, varios países latinoamericanos comenzaron a cuestionar abiertamente la tutela de Washington.
El surgimiento de líderes como Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Lula da Silva en Brasil y Rafael Correa en Ecuador marcó el inicio de un proceso de emancipación política y económica en la región. Estos gobiernos impulsaron políticas que desafiaron las recetas neoliberales del Consenso de Washington, nacionalizaron recursos estratégicos y buscaron nuevas alianzas internacionales con países como China y Rusia, que ofrecían alternativas al modelo económico y geopolítico promovido por Estados Unidos.
Además, la creación de organismos regionales como UNASUR, ALBA y CELAC reflejó un claro esfuerzo por parte de muchos países de la región por construir una autonomía regional y reducir su dependencia de Estados Unidos. Esta dinámica se vio acentuada por el debilitamiento de las instituciones tradicionales de control económico, como el FMI y el Banco Mundial, en favor de una mayor integración regional y la búsqueda de alianzas con economías emergentes.
El ascenso de China y el mundo multipolar
El ascenso de China ha sido, sin duda, uno de los principales motores detrás del fin del "corto siglo XXI" de hegemonía estadounidense. Con un crecimiento económico sostenido durante más de tres décadas, China se ha convertido en la segunda economía más grande del mundo y en un competidor directo de Estados Unidos en muchas áreas, incluyendo la tecnología, el comercio y la influencia geopolítica.
A través de iniciativas como la Franja y la Ruta, China ha construido una red de cooperación económica y de infraestructuras a nivel mundial, incluidos varios países latinoamericanos. Este proceso no solo ha reducido la dependencia de estos países de las instituciones financieras controladas por Washington, sino que ha permitido a China consolidarse como un actor clave en la política global.
El ascenso de otras potencias regionales, como Rusia, India y en menor medida la Unión Europea (que no ha sabido zafarse aún del grillete que le impuso EE.UU.), también ha contribuido a un orden mundial más multipolar. En lugar de un mundo unipolar dominado por Estados Unidos, estamos viendo el surgimiento de múltiples centros de poder que compiten e influyen en diversas áreas, desde la política hasta la tecnología y la economía.
El corto siglo XXI: un cierre temprano
Con el ascenso de nuevas potencias, los procesos emancipadores en América Latina, y el debilitamiento interno de Estados Unidos, podemos afirmar que el "siglo XXI estadounidense" ha sido un siglo corto, de solo tres décadas. El modelo unipolar que surgió en 1991 ha llegado a su fin con una rapidez que pocos anticipaban, y hoy vivimos en un mundo que se está reconfigurando hacia una multipolaridad en la que América Latina, Asia y otras regiones están ganando mayor relevancia en el escenario global.
El devenir histórico, como mencionan los filósofosi, no sigue las divisiones temporales rígidas. La historia no se mide en intervalos cronológicos estrictos, sino en procesos de cambio y transformación. El "siglo de hegemonía estadounidense" es un ejemplo claro de cómo el devenir del poder global no se ajusta a los marcos temporales tradicionales. El siglo XXI, tal como lo conocimos en términos de poder estadounidense, ya ha llegado a su fin, y el mundo enfrenta nuevos desafíos y dinámicas que determinarán el curso de los próximos años.
iEl "siglo XIX largo": El historiador Eric Hobsbawm acuñó este término para referirse a un período que va desde la Revolución Francesa (1789) hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914). Aunque cronológicamente son más de 100 años, este "siglo" abarca un período de transformaciones sociales, políticas y económicas que, según Hobsbawm, definen un ciclo histórico único.
El "siglo XX corto": Del mismo modo, el "siglo XX corto" de Hobsbawm abarca desde el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914) hasta el colapso de la Unión Soviética (1991). En este caso, el siglo XX no se ajusta a los 100 años cronológicos, sino a un período histórico que se caracteriza por grandes guerras, el auge y caída de ideologías y potencias mundiales, y cambios dramáticos en el orden global.