Por Dunia Torres González
El padre del humanismo, Abraham Maslow, formuló en 1943 su teoría La Pirámide, donde establece una jerarquía de necesidades humanas. Para el filósofo, cada persona debe tener una mentalidad flexible, porque, de lo contrario, comete siempre los mismos errores, y también plantea que las necesidades no satisfechas influyen en el comportamiento del ser humano, mientras que las satisfechas no generan comportamiento alguno.
En paradojas como esas se mueven las sociedades, y en sus luchas internas, donde tratan de encontrarse a sí mismas y reconstruirse una y otra vez. La cubana, por su parte, en su postura de reformulación, de resistencia y salvaguarda, ha buscado sus propias vías para enfrentar los problemas.
En ese recorrido se ha labrado una sociedad alegre, jaranera y creativa, de donde salen los chistes en momentos de crisis, nacen ideas innovadoras, se improvisan especialistas dependiendo de la materia en discusión y se construyen los mejores amigos.
De acuerdo con expertos como el doctor en Ciencias Sicológicas Miguel Ángel Roca Perara, entre las causas más frecuentes del estrés en Cuba resaltan las exigencias laborales o escolares, los conflictos familiares, falta de tiempo libre, problemas con la autoimagen, los conflictos intergeneracionales y económicos. A estas sumaríamos las colas de las guaguas, los trámites burocráticos, la llegada del pollo a la carnicería, la entrada de los medicamentos en las farmacias….
El padre del humanismo, Abraham Maslow, formuló en 1943 su teoría La Pirámide, donde establece una jerarquía de necesidades humanas. Para el filósofo, cada persona debe tener una mentalidad flexible, porque, de lo contrario, comete siempre los mismos errores, y también plantea que las necesidades no satisfechas influyen en el comportamiento del ser humano, mientras que las satisfechas no generan comportamiento alguno.
En paradojas como esas se mueven las sociedades, y en sus luchas internas, donde tratan de encontrarse a sí mismas y reconstruirse una y otra vez. La cubana, por su parte, en su postura de reformulación, de resistencia y salvaguarda, ha buscado sus propias vías para enfrentar los problemas.
En ese recorrido se ha labrado una sociedad alegre, jaranera y creativa, de donde salen los chistes en momentos de crisis, nacen ideas innovadoras, se improvisan especialistas dependiendo de la materia en discusión y se construyen los mejores amigos.
De acuerdo con expertos como el doctor en Ciencias Sicológicas Miguel Ángel Roca Perara, entre las causas más frecuentes del estrés en Cuba resaltan las exigencias laborales o escolares, los conflictos familiares, falta de tiempo libre, problemas con la autoimagen, los conflictos intergeneracionales y económicos. A estas sumaríamos las colas de las guaguas, los trámites burocráticos, la llegada del pollo a la carnicería, la entrada de los medicamentos en las farmacias….
Las dificultades del transporte público provocan situaciones de mucho estrés (Ilustración: Alfredo Martirena Hernández/ Cubahora).
La lista sería interminable, pero de una manera asombrosa los cubanos logramos revertir cada una de estas situaciones. Una de las teorías que se podrían aplicar oportunamente a este fenómeno es la de la motivación, del doctor Diego González Serra (1995), en la cual “el ser humano, en su vida cotidiana, refleja la satisfacción de sus necesidades que lo inducen a actuar; experimenta deseos, sentimientos, emociones, aspiraciones y propósitos (…), que dirigen e impulsan su actividad hacia determinadas metas, cuya obtención le proporciona satisfacción. A veces surgen nuevas circunstancias externas que modifican la dirección, el grado y la intensidad de la actividad, pero cuando la necesidad es legítima siempre aparece la motivación. Quizá esta sea la respuesta a la pregunta que se hace el mundo entero para saber de dónde un hombre sacó, en más de una ocasión, la motivación, la confianza, la seguridad y la inteligencia para convertir tantos reveses en victorias”.
Y es de ahí de donde emana la genuina cubanía… Ser feliz con no tanto y en cualquier circunstancia.
Manuel Calviño, en su programa televisivo Vale la Pena, reflexiona: “Lo más valioso no es lo que tienes en la vida, sino a quién tienes” (Foto: Fernando Medina/ Cubahora).
En Cuba se han tenido que librar muchas batallas, en las que ha estado en discusión el desarrollo de la sicología social, que en los inicios estuvo condicionado por la dependencia económica, social y cultural a la metrópoli española, y luego subyugada por Estados Unidos, como una República mediatizada. En la actualidad, este contexto ha cambiado totalmente y lo que en un momento encontró obstáculos, hoy se ha abierto a un universo de posibilidades, como se demuestra en la VIII Convención Intercontinental de Psicología que sesiona por estos días en La Habana.
Vale la Pena
Desde los medios, el desarrollo de la especialidad tiene un impacto frecuente a través del programa Vale la pena, que lleva más de dos décadas entrando en la vida de los cubanos (su versión plana en una segunda edición de la editorial Caminos, perteneciente al Centro Memorial Martin Luther King, fue presentada en la XXI Feria Internacional del Libro de La Habana) y salió al aire por primera vez el 28 de febrero de 1991. En él, Manuel Calviño, doctor en Ciencias Sicológicas y profesor e investigador titular de la Facultad de Sicología de la Universidad de La Habana, logra una buena empatía con el público y mantiene la atención durante 15 minutos una vez por semana, cara a cara, sin otros recursos que la palabra. Y lo hace no solo con su discurso lógico, coherente y atractivo, sino con su mirada hacia los problemas sociales.
“Con el programa se intenta revisar críticamente nuestras actitudes, nuestros modos de comportarnos y encontrar mejores alternativas, potenciar mejores relaciones de pareja, mejores familias, mejores barrios, un mejor país; y pensamos que todo lo que seamos capaces de hacer en la dirección de nuestro crecimiento como seres humanos, todo lo que nos lleve por el camino de una convivencia más productiva y enriquecedora, todo lo que sepamos y hagamos para el desarrollo de una cultura de las relaciones interpersonales”, explica el sicólogo y profesor.
Vale la pena trata con absoluta naturalidad las patologías sociales; ataca, entre otros temas, los horrores y errores de la burocracia, la infidelidad en la pareja, la violencia hacia ancianos o niños, las actitudes oportunistas y el narcisismo profesional.
Según explica Calviño, el verdadero valor de la frase que da nombre al producto televisivo comienza cuando se ruedan los créditos, porque es en ese momento, “unas horas después, cuando las personas incorporan un fragmento de saber a su análisis personal, a su introspección existencial, a sus debates cotidianos en pos de su mejoramiento como ser humano, a la necesaria (imprescindible) mirada crítica no solo a su vida, sino también a la de los otros, a las condiciones que marcan las rutas más o menos probables del vivir”.
Vale la pena defiende de una manera genuina la cubanía, “la auténtica, la que emana de los buenos sentimientos, de la inteligencia robusta de las mujeres y los hombres de este nuestro país, la que a veces pierde el rumbo, pero lo recupera. Esa cubanía que siempre ha reconocido, valorado y hasta consagrado lo inteligente, lo valiente, lo sensible, lo auténtico, con tanta fuerza como lo hace con lo justo y lo soberano”, reflexiona el reconocido sicólogo, y concluye: “Y la cubanía auténtica se sedimenta en el bienestar y la felicidad no solo alcanzados, sino alcanzables”.
Hay soluciones en la sociedad
Esa mirada indagadora, cuestionadora, constructiva y optimista de Vale la Pena es suficiente para definir los problemas que laceran a la sociedad cubana, y algunos de estos dependen únicamente de la conciencia y la buena conducta ante los demás. Calviño dijo en una entrevista: “Hay que querer mucho lo que se hace para poder querer lo que no se hace y querer mucho lo que se tiene”.
Es común ver familias que no han logrado convivir pasivamente. Todavía causa asombro una pareja de diferente raza. Aún escuchamos expresiones de poca cortesía, chabacanería y vulgaridad. Además, subsisten las conductas homofóbicas y los prejuicios sociales.
Un poco de sentido común no vendría mal: ofreciéndole el asiento a una embarazada, a un anciano o a un niño en la guagua; no molestando al vecino con la música alta; no hablando a gritos en medio de la calle; cuidando el medio ambiente, no vertiendo indiscriminadamente desechos sólidos; tratando con cortesía a las demás personas, o con el simple respeto a las diferencias. Es importante hablar de los asuntos macrosociales, ir más allá del discurso formal, a lo que afecta a los individuos, conocer sus angustias, sus alegrías, su día a día.
En los últimos años, se ha insistido en el cambio de mentalidad de los cubanos, en el hecho de construir la sociedad desde la individualidad. Si bien es cierto que se debe mirar con recelo hacia la sociedad consumista, también se hace imprescindible que se aprendan a valorar diferente algunos temas que hasta hoy parecen sensibles en Cuba, uno de ellos es la presencia del sector privado. De hecho, este es uno de los llamados que está haciendo el país en el nuevo Proyecto de Constitución con la diversificación de las formas de propiedad.
Construir la sociedad es “compartir un proyecto, compartir un modo de vivir, sentirse orgulloso de ser cubano, ser respetado y reconocido como tal” (Foto: Fernando Medina/ Cubahora).
La construcción de esa sociedad a la que se aspira lleva mucho trabajo; hay que subirse las mangas y producir… El dinero no se gana fácil ni de un día para otro, tampoco se puede ser millonario en una semana. El propio Manuel Calviño traza el camino que no se puede perder: “Compartir un proyecto, compartir un modo de vivir, sentirse orgulloso de ser cubano, ser respetado y reconocido como tal. Eso es el orgullo nacional, y es el factor aglutinador que rescata la Revolución, y lo potencia desde su arraigo popular”.
Cubahora
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