Por: Andrés Gómez
Miami.- ¿Cómo va Cuba a más de dos meses después de la muerte de Fidel?, es una pregunta de raigal importancia. Para aquellos que fueron formados, ideológica y éticamente, por las enseñanzas de Fidel no hay sorpresas ya que los fundamentos en que se basa la nación cubana, fruto de una titánica tradición de luchas libertarias y producto del actual proceso revolucionario, se mantienen inconmovibles.
Cuba va bien.
Mientras la mayoría, poderosa y virtuosa mayoría, del pueblo cubano se mantenga fiel a esos principios, ideológicos y morales del proceso revolucionario – y no hay por qué dudar que así seguirá siendo–, a pesar de todos los errores, y de todas las tentaciones, viejas y nuevas tentaciones, que fomentan el egoísmo, “que hace atender desmedidamente a su propio interés sin preocuparse del de los demás¨, como bien lo define el diccionario de la Academia de la Lengua, el pueblo cubano, Cuba, seguirá bien y segura en su curso.
Entre las más importantes, sino ha sido la más importante, de las enseñanzas de Fidel al pueblo cubano en su excepcional magisterio, es el de hacerlo un pueblo consciente, como fundamento de su hacer ético, de ser un pueblo digno. Y el pueblo cubano patriota, revolucionario, es un pueblo consciente de su valor, de su dignidad plena, y de ese entendimiento emanan los principios y valores inherentes al quehacer revolucionario que ha convertido a la nación cubana en ejemplo para la humanidad como rayo de luz en tiempos de tantas tinieblas.
Y de ese entendimiento emanarán las propuestas, e inmersas en ese entendimiento se conducirán las discusiones que necesariamente tendrán que sostenerse a nivel de base sobre las mismas, para llegar al consenso imprescindible que a través de todas estas largas y difíciles décadas, nos lega la obligatoria unidad nacional, frente a nuestros propios errores y debilidades, al igual que frente al enemigo de siempre que con tanta maldad y codicia nos acecha; entendimiento que nos conduce a la profundización del proceso que nos ha hecho libres y mucho más justos, como individuos y como nación.
De ese entendimiento producto del apostolado revolucionario de Fidel se fundamentan y fundamentarán los hechos y las razones para continuar la construcción de una sociedad socialista moderna, más solidaria, más equitativa, así como más productiva y sostenible.
Cuán edificante fue poder ser testigo presencial del respeto y amor demostrado por millones de cubanas y cubanos, viejos, jóvenes, los no tan viejos ni tan jóvenes y los niños y niñas, durante las honras fúnebres tributadas por ese pueblo a la vida, la obra, el ejemplo y el sacrificio de Fidel, a través de esa larga isla, como todos los interesados en hacerlo en el mundo pudieron ver, oír y sentir.
Cuba revolucionaria, Cuba Libre, pudo ver coronada una de sus grandes ambiciones históricas: ver morir, después de larguísima y fructífera vida, en paz, a su máximo dirigente, amado por su pueblo agradecido por su infatigable labor a favor de sus más fundamentales derechos, de lo más justo, de los más necesitados, no solamente en casa y sino en todo el mundo. Fidel, quien también nos hizo conscientes que a pesar de todo lo que se le opone, un mundo mejor es posible.
Fidel, como todos los que aprendimos con él a ser mucho mejores mujeres y hombres, sabemos que no ha muerto. Fidel son los principios, los valores, las ideas, los compromisos, el sentido de los sacrificios indispensables, que él nos infundió, cimientos de un porvenir por el que clama la inmensa mayoría de la humanidad.
Por todo esto y mucho, mucho más aún, para el espanto de todos sus enemigos y la incomprensión de muchos otros, reitero, Cuba va bien.
Cuba va bien.
Mientras la mayoría, poderosa y virtuosa mayoría, del pueblo cubano se mantenga fiel a esos principios, ideológicos y morales del proceso revolucionario – y no hay por qué dudar que así seguirá siendo–, a pesar de todos los errores, y de todas las tentaciones, viejas y nuevas tentaciones, que fomentan el egoísmo, “que hace atender desmedidamente a su propio interés sin preocuparse del de los demás¨, como bien lo define el diccionario de la Academia de la Lengua, el pueblo cubano, Cuba, seguirá bien y segura en su curso.
Entre las más importantes, sino ha sido la más importante, de las enseñanzas de Fidel al pueblo cubano en su excepcional magisterio, es el de hacerlo un pueblo consciente, como fundamento de su hacer ético, de ser un pueblo digno. Y el pueblo cubano patriota, revolucionario, es un pueblo consciente de su valor, de su dignidad plena, y de ese entendimiento emanan los principios y valores inherentes al quehacer revolucionario que ha convertido a la nación cubana en ejemplo para la humanidad como rayo de luz en tiempos de tantas tinieblas.
Y de ese entendimiento emanarán las propuestas, e inmersas en ese entendimiento se conducirán las discusiones que necesariamente tendrán que sostenerse a nivel de base sobre las mismas, para llegar al consenso imprescindible que a través de todas estas largas y difíciles décadas, nos lega la obligatoria unidad nacional, frente a nuestros propios errores y debilidades, al igual que frente al enemigo de siempre que con tanta maldad y codicia nos acecha; entendimiento que nos conduce a la profundización del proceso que nos ha hecho libres y mucho más justos, como individuos y como nación.
De ese entendimiento producto del apostolado revolucionario de Fidel se fundamentan y fundamentarán los hechos y las razones para continuar la construcción de una sociedad socialista moderna, más solidaria, más equitativa, así como más productiva y sostenible.
Cuán edificante fue poder ser testigo presencial del respeto y amor demostrado por millones de cubanas y cubanos, viejos, jóvenes, los no tan viejos ni tan jóvenes y los niños y niñas, durante las honras fúnebres tributadas por ese pueblo a la vida, la obra, el ejemplo y el sacrificio de Fidel, a través de esa larga isla, como todos los interesados en hacerlo en el mundo pudieron ver, oír y sentir.
Cuba revolucionaria, Cuba Libre, pudo ver coronada una de sus grandes ambiciones históricas: ver morir, después de larguísima y fructífera vida, en paz, a su máximo dirigente, amado por su pueblo agradecido por su infatigable labor a favor de sus más fundamentales derechos, de lo más justo, de los más necesitados, no solamente en casa y sino en todo el mundo. Fidel, quien también nos hizo conscientes que a pesar de todo lo que se le opone, un mundo mejor es posible.
Fidel, como todos los que aprendimos con él a ser mucho mejores mujeres y hombres, sabemos que no ha muerto. Fidel son los principios, los valores, las ideas, los compromisos, el sentido de los sacrificios indispensables, que él nos infundió, cimientos de un porvenir por el que clama la inmensa mayoría de la humanidad.
Por todo esto y mucho, mucho más aún, para el espanto de todos sus enemigos y la incomprensión de muchos otros, reitero, Cuba va bien.
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