Por: Yusuam Palacios Ortega
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Banderas cubanas. Foto: Archivo.
Corre a una velocidad inmensa el convulso siglo XXI con sus episodios de crisis que parecen no tener fin. La humanidad sigue teniendo ansias de justicia y clama por un mundo donde la paz, la seguridad y el humanismo sean los referentes esenciales. El orden económico, político, social y cultural hegemónico deviene en enemigo principal de quienes abogamos por el socialismo para construir nuestro proyecto de vida colectiva (ello desde nuestras propias individualidades), con un pensamiento de nación, desde la perspectiva de la Cuba nuestra, con sus realidades, matices y colores; con lo auténtico y original que nos caracteriza.
El capitalismo resulta verdaderamente insostenible para dar respuesta a los ingentes problemas globales que presenta la humanidad, su fase imperialista es un flagelo con altas dosis de nocividad y dañosidad. De ahí la necesidad de promover valores que respondan a la construcción del socialismo, que aboguen por el respeto a la dignidad plena del ser humano, como quería Martí. He ahí la disyuntiva: el ser o el tener; el bien colectivo o el individualismo; la patria o el egoísmo personal.
Enfrentamos una desigual guerra cultural que se traduce en la toma de partido entre el socialismo o el capitalismo: entre la cultura del ser o la cultura del tener, entre el patriotismo o el egoísmo que encuentra su máxima expresión en un individualismo despiadado. La lucha por la supervivencia humana encuentra un escollo muy fuerte en el capitalismo devorador de los pueblos, de sus culturas, identidades y símbolos, quien, a través de la ley del más fuerte, lucha como fiera enjaulada por mantener su hegemonía.