sábado, 16 de mayo de 2015

Las visitas de Martí a Cayo Hueso en las crónicas de Patria

Martí en Cayo Hueso.
Martí en Cayo Hueso.
Por Yaliemny Pérez Sardiñas
En 1887, en su discurso del 10 de octubre en Masonic Temple, Martí señala el inicio de una nueva etapa en la preparación de la guerra, que precisaba unidad ideológica y condiciones organizativas entre los distintos grupos de emigrados. La disposición y trayectoria patriótica de Cayo Hueso hacía que su incorporación al proyecto martiano fuese imprescindible.
La oportunidad para lograr este objetivo se presentó cuando hubo de responder a los elogios de José Dolores Poyo en un comentario publicado en El Yara, con motivo de sus discursos “Con todos, y para el bien de todos” y “Los pinos nuevos”. Con su agudeza innata, le escribe a Poyo:
“Ardo en deseos de ver al Cayo con mis ojos, y de respetarle las formas y métodos que se ha ido dando [...]. // Pero ¿cómo ir al Cayo de mi propia voluntad [...?] Pues aunque se muera uno de deseos de entrar en la casa querida, ¿qué derecho tiene a presentarse, de huésped intruso, donde no le llaman?”.1
Tradicionalmente, los emigrados cubanos en Cayo Hueso se habían caracterizado por su probado patriotismo y su activismo a favor de la independencia, por lo mismo le sería más difícil a Martí legitimarse ante una colonia que ya tenía trabajos revolucionarios bien adelantados y que incluso contaba con organizaciones de prestigio como Convención Cubana. En su primera visita, y a pesar de su delicado estado de salud, que pudiera pensarse sería un inconveniente para el logro exitoso de sus propósitos, bastaron apenas doce días de actividad incansable para conseguir el apoyo de la mayoría y neutralizar a los opositores, que no pudieron ofrecer argumentos sólidos frente a las ideas martianas, expuestas con su especial vehemencia.

Por algunos testimonios posteriores se ha podido advertir que “la llegada de Martí a Cayo Hueso suscitó entre algunos veteranos de la Guerra de los Diez Años y algunas personalidades del lugar, como fabricantes de tabaco, y en las filas mismas de la Convención Cubana, unas reticencias más o menos vivas o confesas”.2 Estos recelos procedían principalmente de las divergencias aún no allanadas que surgieron en 1884 en torno al plan del general Gómez y de una subestimación de la labor unificadora emprendida desde el año 1887 en Nueva York.
El revolucionario que llegó a Cayo Hueso el 26 de diciembre de 1891 es una figura que ha alcanzado un momento importante de madurez política, expresada de manera abrumadora en su reciente ensayo “Nuestra América”, un hombre que no solo posee un conocimiento libresco de las ideas que expone, sino que estas son ampliamente avaladas por experiencias acumuladas durante su forzada existencia peregrina. Durante su estancia en Guatemala, Martí comienza a plantearse los problemas inherentes a la organización de una estructura de poder revolucionario, que superara las limitaciones de las corrientes políticas de la época, que lograra aglutinar a los elementos que dentro y fuera de la Isla se encontraban dispuestos a luchar, y que se convirtiera, a su vez, en bastión del independentismo.
Su atinada valoración sobre las fortalezas y debilidades que caracterizaron la guerra grande le permitió encontrar la vía y los métodos idóneos para plasmar en la realidad la organización político-militar que debía preparar la lucha anticolonial. Evaluó objetivamente el peso que en la derrota del 68 tuvieron el caudillismo, el regionalismo y otros motivos de división interna. La idea no estuvo abonada solamente por las enseñanzas del proceso revolucionario cubano, sirvieron también en su formación las experiencias adquiridas al observar el papel de las organizaciones políticas en España, en varias naciones de Latinoamérica y en los propios Estados Unidos.
Comprendió que en la lucha por objetivos tan elevados como difíciles, no bastaba el esfuerzo de un solo sector ni de una sola clase social, sino que resultaba indispensable el empuje unido de cuantos estuviesen interesados en la conquista de una patria libre, próspera y feliz. De ahí la justa preocupación martiana contra toda posición sectaria, su incesante batalla por limar asperezas y resolver contradicciones entre quienes tenían un común propósito independentista. Consecuente con ese criterio, la estructura y los métodos de trabajo del Partido Revolucionario Cubano (PRC) fueron puestos al servicio de la cohesión y la fortaleza del movimiento libertador.
Y es que 1891 es un año decisivo. Pocos hombres de la América hispana han sobresalido tanto en el extranjero: la representación consular de Argentina, Paraguay y Uruguay; la dirección de la popular Sociedad Literaria Hispano-americana de New York; las corresponsalías de los grandes diarios latinoamericanos; su cátedra de profesor, y a todo va a renunciar para dedicarse a la campaña revolucionaria. A su elevada reputación como orador y periodista, los emigrados podrán añadir las cualidades de un hombre de condición humilde y vida pura, capaz de ganarse el respeto y la admiración, y, con ello, el respaldo de los más prestigiosos jefes de la guerra, poniendo en práctica de manera consecuente los principios democráticos que proclamaba, con su sistema “de consultar con las personas de sano criterio y los elementos de acción que le rodeaban para que sus trabajos llevaran el sello de la popularidad”.3
De la primera visita a Cayo Hueso tenemos amplias referencias gracias al trabajo de Ángel Peláez,4 que brinda un informe detallado de las actividades y los resultados del viaje, cuyo desenlace más conocido es el nacimiento del Partido Revolucionario Cubano, tras la existencia de un episodio que Martí recuerda con especial significado. De su encuentro con los pilares de la Convención Cubana, José Francisco Lamadriz, Fernando Figueredo y José Dolores Poyo, anotaría:
Y al día siguiente, entraron por la puerta del viajero enfermo un patriarca ya al caer, a quien no podía verse sin deseos de llorar, y un guerrero que se distingue en la paz por su civismo como en la guerra brilló por el valor, y un periodista que no sabe lo que es quebrar, ni desviar, la pluma que juró a la patria: y en nombre de los patriotas veteranos del lugar, ni a discordias ni a recelos ni a reparos dijeron que venían, sino a declarar, por la boca sentenciosa del anciano, que no hay más que un alma entre los cubanos que anhelan la felicidad de su país.5
Luego habló en San Carlos, la casa donde el pueblo se reunía y se educaba, y en la noche del 5 de enero de 1892, quedaron aprobadas las Bases del Partido Revolucionario Cubano. Desde entonces, fue solo uno el espíritu que unió a Cayo Hueso y a Martí.
De manera gradual, el Partido se fue extendiendo por diferentes ciudades de los Estados Unidos y, paralelamente por América Latina, con especial énfasis en Centroamérica y Las Antillas.6
Con la frecuencia que sus responsabilidades le permitían, y muchas veces por encima de su deteriorado estado de salud, Martí visitaba las asociaciones de base que existían fuera de Nueva York y del territorio estadounidense, en su tenaz labor unitaria, para seguir afianzando la idea de la redención y explicando sin descanso el verdadero modo de servir a la patria. Destino reiterado para el Apóstol era Cayo Hueso, ya fuese impelido por un acontecimiento o fecha relevante que requiriese su presencia, o en busca de aquella energía preñada de esperanza y patriotismo que se respiraba en el lugar, sus visitas a la localidad se sucedieron sin posibilidades de periodizarlas.
José Martí en la casa de Teodoro Pérez en Cayo Hueso, Estados Unidos.
José Martí en la casa de Teodoro Pérez en Cayo Hueso, Estados Unidos.
La cronología martiana lo sitúa en el Cayo en nueve ocasiones 7 de las cuales Patria, a excepción de la primera cuando aún no se había fundado el periódico, ofrece conmovedoras crónicas de sus visitas.
Las colaboraciones en la redacción permitieron que el “órgano del patriotismo virtuoso y fundador”8 mantuviera su frecuencia, desde los textos provenientes de personas instruidas y con una clara intencionalidad hasta los escritos recibidos por los llamados periodistas espontáneos, que no eran corresponsales directos ni parte de la redacción del periódico, sino que eran personas que relataban lo que vivían y cuya prosa de observador-participante reafirmaba los objetivos inaugurales de un diario que contó como motor impulsor el genio y la sensibilidad del Maestro. Como él mismo señalara desde su fundación “en Patria escribirán el magistrado glorioso de ayer y los jóvenes pujantes de hoy, el taller y el bufete, el comerciante y el historiador, el que prevé los peligros de la república y el que enseña a fabricar las armas con que hemos de ganarla”.9
Fue la prensa el principal vehículo para divulgar las ideas de la libertad entre los emigrados y para llevar a los hombres de otras latitudes la voz de la razón que asistía a nuestros revolucionarios. Hasta 1894 se registran alrededor de ochenta periódicos cubanos en el destierro estadounidense, desglosados en revistas, semanarios, boletines, y que se distribuían por toda la Unión.10 De ahí que esta sea considerada, junto a los clubes y las expediciones, uno de los elementos fundamentales para el estudio de la emigración, en tanto ofrece testimonios imprescindibles para conocer el quehacer de quienes luchaban por la libertad de Cuba.
En el siglo XIX, el periodismo no aparece registrado por la crítica como una profesión. Las crónicas de la primera mitad de la centuria se atribuyen por lo general a viajeros que incluían siempre en sus noticias un reportaje social, cargado de ligereza y frivolidad, en tanto eran diseñadas para resaltar los valores artísticos de los escenarios y personalidades de la alta sociedad. En el caso de Patria, son publicadas en función de destacar las actitudes patrióticas de los emigrados, ya que aparecían en un diario con un fin político bien definido: la independencia de Cuba.
De Cayo Hueso podemos encontrar un total de noventaiocho referencias, entre comunicaciones oficiales, actas de constitución de clubes del PRC y de reuniones del Cuerpo de Consejo, semblanzas de personalidades locales, actividades culturales y homenajes históricos, conmemoraciones patrióticas, entre otras. En no pocas ocasiones, incluso, se reproducen artículos publicados por los colegas de El Yara y La Revista llustrada de Nueva York, haciendo patente la importancia del heroico peñón.
Sin estar enmarcadas en ninguna sección específica, aparecen crónicas sobre la obra fecunda del Partido en las localidades y países con asociaciones de base; sobre las gestiones patrióticas de los jefes cubanos; y, en especial, sobre los movimientos del Delegado en su constante labor divulgativa y conspirativa por las emigraciones.
La localización y el cotejo de las crónicas sobre las visitas de Martí a Cayo Hueso se realizaron en un periódico cuyas dimensiones inexorablemente sorprenden al lector del siglo XXI: formato rectangular de 37,2 × 52,5 cm, con cuatro páginas.11 La búsqueda se efectuó directamente en los originales del periódico que atesora la Biblioteca Especializada del Centro de Estudios Martianos, la transcripción se hizo utilizando la edición facsimilar que aparece en formato digital, en aras de preservar los ejemplares.
Su lectura permitió comprender los estrechos vínculos que unían al Apóstol de la independencia con aquella emigración, y las transformaciones que se operaron en la localidad debido a su presencia, recogidas en un informe del Cónsul español al Ministro Plenipotenciario de Su Majestad en Washington, donde, tras anunciar la relativa calma en que se encontraban los ánimos, reconoce que, de manera brusca e inesperada, “su venida cambió por completo la actitud de esta emigración en todas sus manifestaciones, antes apenas se oía hablar de política ni de nada que indicara que esto fuera un foco revolucionario. Ahora, aun los más tímidos se volvieron insolentes y agresivos”.
Retrato de Martí hecho en Cayo Hueso, en 1891.
Retrato de Martí hecho en Cayo Hueso, en 1891.
En cada una de sus visitas recibió igual recepción, obsequios, manifestaciones de respeto. Durante los días de su estancia en el Cayo, la ciudad permanecía especialmente engalanada: banderas y carteles por doquier, bullían los talleres y los hogares, y la esperanza que iluminaba los rostros del pueblo anunciaba que algo extraordinario sucedía. Las familias se disputaban su cuidado. Ya en su segunda visita podemos advertir que
“no era únicamente el obrero de Cayo Hueso quien con música y banderas acogía en medio de las efusiones del cariño más sincero al viajero ilustre sino que al hombre civil, al deportado que llevó el grillete y sufrió los dolores y las amarguras del presidio lo recibían en sus brazos consagrados en la lucha épica de los diez años los generales Roloff y Sánchez. Era bello el espectáculo de aquella unión de almas”.12
Visita obligada por el Apóstol durante su permanencia en Cayo Hueso era a la manufactura de Eduardo Hidalgo Gato. Su decoración interior sorprendía: retratos de los grandes hombres de Cuba, alegorías de la independencia, atributos de la guerra. Se respiraba allí un ambiente patriótico. Hidalgo Gato fue un poderoso auxiliar de José Martí desde el comienzo de sus trabajos revolucionarios, con sus abundantes contribuciones monetarias y como emisario del Partido en la Isla, labor que realizaba con bastante frecuencia amparado por sus viajes de negocios. Además de los donativos hechos en privado, se estima que este hombre dio para la guerra de Cuba más de cuarentaicinco mil pesos.13 Su taller fue a la vez que manufactura un lugar donde encontraban seguro asilo y constante trabajo los que profesando el arte del tabaco estaban al servicio de la revolución.
Su presencia en el noble Cayo servía de acicate para incrementar el tesoro de la patria; conmovedor fue el ofrecimiento del señor Hopkins, un estadounidense, torcedor de tabaco de menor categoría, de entregar hasta el último peso de su bolsillo para la causa cubana, o de la señora Paulina Pedroso, que resolvió dar, una vez por semana, la utilidad íntegra de su establecimiento, o la declaración de otro ciudadano estadounidense, el señor Lang, cuando expresó:
“La prensa americana de la localidad os ha llamado el Patrick Henry cubano; pero yo, después de haberos oído hablar de la equidad y justicia que a todos los hombres ofrece la república de Cuba, os llamo el Abraham Lincoln cubano”.14
Las agrupaciones femeninas ocupan un espacio de relevancia en las crónicas sobre el quehacer revolucionario de los clubes, especialmente sus agasajos con motivo de la presencia de Martí. Memorables son las veladas patrióticas donde, sin distinción de edad, las mujeres cubanas hacen gala de su talento artístico, de sus capacidades para engrosar el tesoro de la patria y de su compromiso indeleble con la revolución y su Delegado. Patria no limita espacio para divulgar su obra, con el propósito de situar en el lugar merecido a la mujer cubana, a la emigrada que resistió el inmenso sacrificio de trabajar para llevar adelante el hogar, la familia, y a su vez constituyó agrupaciones desde donde organizarse y luchar por la independencia de la patria. Los clubes femeninos no datan de 1892, pero sí es “en ese año cuando adquieren importancia sin precedente, con la creación del Partido Revolucionario Cubano”.15
Las asociaciones femeninas eran más numerosas en Cayo Hueso que en otras localidades, llegando a contar doce, la mayoría dirigidas por esposas, hijas o hermanas de los hombres más dispuestos del ámbito independentista, que fortalece la idea de la familia cubana puesta al servicio de la patria y el alcance democrático de la revolución martiana. Sus actividades se basaban también en la propaganda y la colecta de fondos, magnificadas por el toque femenino. Y hacia el Delegado profesaban un culto especial, siendo anfitrionas y protagonistas en cada una de las recepciones que con motivo de sus visitas se realizaban, tal vez porque hablaba con una sensibilidad que las conmovía, y porque en prensa y tribuna Martí no escatimaba espacio para valorizar el papel de la mujer.
No es en vano que las crónicas escogidas para conocer el trabajo de los clubes del Partido traten precisamente de la labor de estas agrupaciones femeninas, donde se destaca el club Protectoras de la Patria. Llama la atención, no obstante, que sean escritas por hombres, y no tenemos información de que entre los periodistas espontáneos figurasen mujeres.
Desde San Carlos, el Maestro trasmitía al pueblo el quehacer de las emigraciones de Haití, Santo Domingo y Jamaica, donde vivían, siempre dispuestas al sacrificio, la familia de Gómez o la consorte de Antonio Maceo, como confirmación perenne de que el amor por Cuba alcanzaba a todo el linaje de estos grandes hombres. El legendario teatro era colmado por una multitud, ni siquiera aquietada por las inclemencias del tiempo, que procuraba ungirse con la palabra de su líder, y para ratificar que no se trataba de un entusiasmo pasajero, la crónica del 28 de diciembre de 1893 dice:
“Con Martí cada día es más solícito el pueblo este. El aplauso con que lo recibió anoche cuando acompañado por el Consejo Local de Presidentes se presentó en el escenario, y el que luego le tributó cuando se adelantó a la tribuna, fueron, por lo ruidosos y espontáneos, la mejor prueba de adhesión que podría dársele”.16
Y por si alguna duda quedase, en mayo de 1894, acompaña a Martí el joven Francisco Gómez Toro, Panchito, el hijo querido del General en Jefe, como testimonio de su lealtad.
Temas recurrentes en sus discursos fueron las causas justas de la lucha del pueblo cubano y el derecho a conquistar su libertad de la metrópoli española, que no debía ser trasmutada en anexión a los Estados Unidos, sino aprovechar la cercanía geográfica en aras de amistad y comercio entre las dos repúblicas. Y la creación de un pueblo nuevo.
En aquel templo también acudieron a escucharlo los principales estadounidenses de la localidad, entre ellos el prestigioso coronel Horatio Crain. Un momento importante de acercamiento entre la emigración cubana y el pueblo de Cayo Hueso fue el discurso pronunciado en inglés por Martí, el 23 de noviembre de 1892, superando las barreras de comunicación que pudieran interferir en la comprensión, por parte del pueblo estadounidense, de la causa cubana, o cualquier otra mala interpretación. Los resultados pueden medirse por la siguiente nota:
San Carlos estaba lleno completamente, la gran mayoría eran de norteamericanos. En la plataforma, acompañado de las principales personas americanas del Cayo, el honorable Wm. Bethel, el coronel C. E. Merrill y los señores R. A. Monsalvatje, J. W. Sawyer, Richard Kemp y J. A. Day, presidía el Coronel Horatio Crain. A las ocho y cuarto el coronel Crain abrió la velada con un precioso discurso presentando al Sr. Martí. Por algunos minutos, el aplauso no permitió a nuestro Delegado dar principio a su conferencia magistral. Dos horas ocupó la tribuna, y ni un instante dejaron de oírle las miles de personas con entusiasmo y atención.17
Finalizando 1892 y durante la mayor parte de 1893 debe Martí librar dos batallas fundamentales: contra el autonomismo y contra todo intento prematuro y aislado de un alzamiento en armas. No bastarían los artículos de la prensa ni las circulares del Partido, era preciso un contacto directo con los patriotas para esclarecer la situación.
Añadidas a las actividades cotidianas que realizaba durante sus visitas a Cayo Hueso, en este período podemos constatar que, en cada encuentro personal, discurso oficial, visita a los talleres, no descansa Martí en desarrollar una ardua labor de desenmascaramiento de la ideología autonomista y de los contenidos de su proyecto de cambio social. De manera equívoca algunos sectores de la población consideraban que el Partido Liberal Autonomista, al amparo de sus constantes críticas para reformar el régimen colonial y de la nacionalidad de sus integrantes —en su mayoría nacidos en Cuba—, era un vocero de la cubanía. La denuncia martiana de sus verdaderos fines, tan alejados de los nobles ideales independentistas que perseguía el Partido Revolucionario, influyeron considerablemente en la definición ideológica de las masas de emigrados. Los partidos políticos surgidos en la época, dentro de los cuales se inscribe el autonomista, constituían agrupaciones adoptadas por la burguesía insular; la defensa de sus intereses de clase y no de pertenencia nacional fue lo que determinó su actuación histórica.
El otro tema de medular importancia era la desesperación de algunos patriotas en la Isla por lanzarse a la manigua, que no solo traería como consecuencia una pérdida innecesaria de hombres y recursos, sino que pondría en peligro la guerra ordenada que se preparaba en las emigraciones. Los alzamientos de Purnio y Velasco, protagonizados por los hermanos Sartorio, en territorio holguinero, en el oriente de la Isla, fueron el pretexto para que los enemigos de la revolución desataran una campaña de desprestigio del Partido y de su Delegado, ante la supuesta impiedad de lanzar a sus compatriotas en empeños infructuosos en la lucha contra España.
Cuando el 29 de abril de 1893 se difunde en Cayo Hueso la noticia del levantamiento, Martí, que se hallaba en Nueva Orleáns, con rumbo a Costa Rica, cambia su itinerario y viaja al Cayo, para esclarecer ante la emigración revuelta, sin condenarlos, que aquellos hechos no eran parte de la obra que con tesón se organizaba en el exterior, pero que el Partido apoyaba cualquier intento de los cubanos por conseguir su independencia, si este resistía el tiempo suficiente para hacerle llegar los recursos necesarios.18
No se piense que era pasión o fanatismo ante el discurso martiano lo que impulsó a Cayo Hueso a depositar su más absoluta confianza en Martí y secundarlo en todo lo que realizaba, porque entre los emigrados había hombres muy ilustrados y hombres con una trayectoria de lucha desde la guerra grande que jamás hubieran doblegado su voluntad ante nadie que no reuniera tan elevadas condiciones de saber, patriotismo y virtud.
Cayo Hueso encontró en Martí el verdadero Apóstol para la redención de la patria, y este, a su vez, halló en aquel lugar la más sólida base para su obra de redención y justicia. El movimiento independentista en el heroico peñón, tantas veces lacerado por los fracasos anteriores, experimentó un resurgir vigoroso gracias a la constancia y vehemencia con que Martí sembró el proyecto del Partido revolucionario, y como se puede apreciar en los siguientes datos, los obreros correspondieron a su obra: de los doce clubes fundadores del PRC, en el año 1892, llegan a contar sesentaicinco, cifra que alcanza los setenta en 1893 y que, a pesar de la difícil situación económica, se mantiene en sesentaiún clubes durante la etapa de 1894. Por demás, el Cayo exhibía el récord de estas asociaciones entre todas las localidades de emigrados cubanos, dentro y fuera de los Estados Unidos, con un total de setentaitrés.19
Los estrechos lazos que unirían a esta masa de cubanos con el Apóstol de la independencia serían manifestados desde la primera visita que realizara al Cayo, en diciembre de 1891, cuando tras haber explicado con precisión los objetivos y la estrategia de lucha que se proponía el Partido Revolucionario Cubano —un partido para la independencia y no una agrupación con fines electorales—, en encuentro fraterno con representantes de los clubes revolucionarios, tras la aprobación inicial de las Bases y los Estatutos secretos, los tabaqueros del Cayo obsequian a Martí un hermoso álbum, firmado por ciento dieciocho patriotas, con dedicatorias que expresaban respeto, admiración y la más profunda esperanza en aquel hombre.

Notas

1 José Martí: Carta a José Dolores Poyo, Nueva York, 5 de diciembre de 1891, en Obras completas, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1975, t. 1, pp. 275-276. [En lo sucesivo, OC. (N. de la E.)].
2 Paul Estrade: “El Convencional No. 2: José Martí, miembro de la Convención Cubana de Cayo Hueso”, en Martí en su siglo y en el nuestro, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2008, p. 74.
3 Manuel Deulofeu: Martí, Cayo Hueso y Tampa. La emigración, Cienfuegos, Imprenta de Antio Cuevas y Hermano, 1905, p. 232.
4 Ángel Peláez: Primera jornada de Martí en Cayo Hueso, Nueva York, 1896.
5 JM: “Discurso en Hardman Hall, Nueva York”, 17 de febrero de 1892, OC, t. 4, pp. 298-299.
6 En la etapa que nos ocupa, existían clubes del PRC en: Cayo Hueso, 73; Tampa, 16; Nue- va York, 12; Boston, 1; Chicago, 1; Brooklyn, 1; Filadelfia, 6; Atlanta, 1; Jacksonville, 1; Nueva Orleáns, 3; San Agustín, 1; Gainesville, 1; Ocala, 8; México, 8; Panamá, 1; Costa Rica, 2; Santo Domingo, 3; Haití, 1; Jamaica, 6.
7 1891: diciembre; 1892: julio y noviembre; 1893: febrero, mayo, septiembre y diciembre; 1894: mayo y octubre. Ver de Ibrahim Hidalgo Paz: José Martí 1853-1895. Cronología, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2003.
8 JM: “Generoso deseo”, en Patria, Nueva York, 30 de abril de 1892, p. 1, col. 3, OC, t. 1, pp. 425-426.
9 JM: “Patria”, en Patria, Nueva York, 14 de marzo de 1892, p. 2, col. 3. OC, t. 1, p. 324.
10 Juan J. E. Casasus: La emigración cubana y la independencia de la patria, La Habana, Editorial Lex, 1953, pp. 455-462.
11 Estas medidas y el bajo puntaje de las letras hacen fatigosa la consulta de un pliego que, a pesar de su adecuado estado de conservación, no se ha mantenido indemne ante el transcurso del tiempo.
12 “Desde Cayo Hueso”, en Patria, Nueva York, no. 20, 23 de julio de 1892, p. 2, col. 2.
13 Manuel Deulofeu Lleonart: Martí, Cayo Hueso y Tampa. La emigración, ob. cit., p. 32.
14 “El patriotismo ejemplar”, en Patria, Nueva York, no. 41, 17 de diciembre de 1892, p. 2, col. 1-3.
15 Paul Estrade:“Los clubes femeninos en el Partido Revolucionario Cubano (1892-1898)”, en Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, no. 10, 1987, p. 177.
16 “El viaje del Delegado a la Florida”, en Patria, Nueva York, no. 92, 28 de diciembre, pp. 1 y 2, col. 3-4.
17 “El Delegado en Cayo Hueso”, en Patria, Nueva York, no. 39, diciembre 3 de 1892, p. 2, col. 4. 101
18 Para mayor información consultar de Ibrahim Hidalgo Paz El Partido Revolucionario Cubano en la Isla, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Editorial de Ciencias Sociales, 1992.
19 Yaliemny Pérez Sardiñas: “Relación de los clubes del Partido Revolucionario Cubano en Patria”, 2009, p. 16 (inédito). Puede consultarse en la Biblioteca Especializada del Centro de Estudios Martianos.
Investigadora. Ha trabajado temas sobre los clubes del Partido Revolucionario Cubano y la presencia de Cayo Hueso en las páginas del periódico Patria. Integra el equipo de Investigaciones Históricas del Centro de Estudios Martianos.
(Tomado del Anuario 35, del Centro de Estudios Martianos)

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