La producción simbólica es vital en la lucha ideológica contemporánea y no siempre lo económico es lo decisivo...
IROEL SÁNCHEZ
En días pasados visité una entidad de nuestro país para realizar una actividad académica. Mis anfitriones se sintieron en la obligación de tener un gesto conmigo y me obsequiaron un almanaque, no de su insitución, sino de una empresa dedicada a la producción de comida chatarra. La institución que me acogía cumple una función importantísima, diría que vital, para Cuba y para ello dispone de abundantes recursos, pero no posee ningún medio que promueva su identidad, mientras los fabricantes de productos que dañan la salud tienen una poderosa estrategia publicitaria que sobrepasa los límites de su empresa.
El diario Granma publicó recientemente una queja con la correspondiente respuesta por el uso en un ómnibus de la empresa Viazul de una pegatina con un gesto grosero. El órgano oficial del Partido Comunista de Cuba no aprovechó la ocasión para apuntar la ausencia de una estrategia de comunicación en nuestras entidades y la inexistencia de regulaciones en el uso de medios de propiedad estatal que provocan que los vehículos de servicio o propiedad pública pongan cualquier tipo de carteles, productos audiovisuales, y musicales portadores de la misma grosería que la pegatina de marras.
Sí lo hizo el escritor Luis Toledo que al narrar en Cubadebate una vivencia -la detención del entierro de una ilustre educadora en el cementerio de La Habana porque el carro fúnebre iba engalanado con la bandera estadounidense- reclamó que:
“el temor a excesos de control y al dogmatismo no debe convertirnos en ortodoxos del despelote y la irreverencia ante lo que merece orden y respeto.”
Pero la populosa esquina de 23 y G, en el Vedado habanero, parece anunciar nuestro brillante porvenir. El restaurante Castillo de Jagua proyecta sobre una de las avenidas más populosas de La Habana una gigantografía de una marca de cerveza con una imagen similar a la que fuera tema de debate en Internet por su mensaje claramente sexista que usa a la mujer como objeto. No soy para nada puritano, pero sí pienso sería bueno nuestra prensa investigara las relaciones económicas que se esconden tras esa invasión grosera del espacio público que supera en decenas de veces la magnitud de la pequeña pegatina colocada en la parte trasera de un ómnibus.
Pudiera seguir hasta el infinito con anécdotas y denuncias, pero creo la queja no es la solución. Tampoco su reflejo superficial en unos medios de comunicación en los que los temas relacionados con la lucha ideológica encuentran demasiado poco espacio, no para censurar sino para profundizar en causas y responsables de vacíos y carencias.
Cierto que hay consideraciones de tipo económico pero la producción simbólica es vital en la lucha ideológica contemporánea y no siempre lo económico es lo decisivo. Como acabamos de ver en lo ocurrido en lo Foros alrededor de la Cumbre de Panamá, no basta con tener la verdad y hasta lo recursos tecnológicos para defenderla sino la sabemos traducir oportunamente en imágenes, como sí supieron hacer allí mismo nuestros hermanos venezolanos.
Volviendo a lo que un amigo llama irónicamente “la industria de la bobería”, desde una pequeña bandera, hasta pegatinas de entidades que prestan servicio público, o con motivos literarios, son imposibles de conseguir en Cuba. ¿No los prefieren nuestros jóvenes? Hace pocos años, la acogida de pullovers y abanicos con versos y pinturas cubanas en un Festival del Libro demostró que sí. ¿O es la ausencia de una estrategia que estimule la presencia de nuestra identidad en esos productos, regule sus precios y lidere su uso inteligente, lo que nos falta?
A eso se añade la escasez crónica de personajes e historias que encarnen desde la ficción audiovisual, con efectividad comunicativa, valores con los que se identifica nuestro proyecto económico y social.
Es posible que existan compañeros que afirmen “eso lo resolverá la economía, no hay tiempo ni recursos para ello”. Pero nuestros adversarios, tan promotores del libre mercado y con la economía más poderosa del mundo, -a pesar de lo que dijo Obama en Panamá: “yo no estoy atrapado por la ideología”- no dejan la imposición de su ideologia a la casualidad. Wikileaks ha revelado hace muy poco cómo la Casa Blanca sigue encargando a Hollywood producir el cine que necesita su política exterior y antes divulgó cómo uno de nuestros ilustres visitantes estadounidenses -el director de Google Ideas, Jared Cohen- se reunía con los ejecutivos de Bollywood -centro de producción de cine en la India, con gran distribución internacional- para ofrecerles fondos a cambio de insertar contenidos del interés de los Estados Unidos.
Aquí, su Sección de Intereses- tal vez pronto embajada- invita a determinados productores de contenidos siempre que se distancien de las instituciones, a otros -jóvenes cineastas con aval de nuestros Ministerios de Relaciones Exteriores y Cultura- les niega la visa. Nosotros parecemos actuar al revés cuando nuestra televisión, tan pródiga en difundir contenidos estadounidenses, omite series críticas con aquel sistema como “House of cards” o “La historia no contada de los Estados Unidos”.
En el más reciente Consejo de la UNEAC, el escritor Desiderio Navarro, el mismo que meses atrás alertó sobre la publicidad sexista de la empresa Bucanero, afirmó: “No debemos dejar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos a la improvisación, ni a la ingenuidad” y el VicePresidente Primero de nuestro país, Miguel Díaz Canel, expresó que
“de poco servirá que en un futuro alcancemos la riqueza económica, si la gente no está bien preparada en lo humano, en lo espiritual, en lo sentimental, en lo emocional, porque de lo contrario ¿cómo se repartirá esa riqueza? ¿Con egoísmo, con vanidad, con desigualdad? No podemos esperar que llegue ese momento de bonanza para trabajar en ese sentido, hay que empeñarse desde ahora: trabajar con los sentimientos, con la cultura, con la historia”.
Recuerdo hace muchos años a nuestros boxeadores en los topes con Estados Unidos, antes de iniciarse la pelea, iban a la esquina contraria y regalaban a sus rivales una pequeña banderita cubana. Ahora, durante la reciente visita a Cuba del gobernador de Nueva York, pudimos apreciar en la televisión que este regaló en su entrevista con el compañero Díaz Canel las gorras de los dos equipos de beisbol de su ciudad. Las imágenes no lo mostraron pero es seguro que de nuestra parte no respondimos con un almanaque que promueve la comida chatarra o con un afiche de una pareja de cubanos restregándose alrededor de una botella de cerveza.
(tomado de Cubahora)
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