miércoles, 26 de noviembre de 2014

Para salvar la memoria

Ricardo Alarcón
Para salvar la memoria
Llegó a La Habana el proyecto “Marcas de la Memoria” del Ministerio de Justicia de Brasil, iniciativa que revive lo ocurrido en ese país a partir del Golpe Militar que en 1964 puso fin al gobierno democrático de Joao Goulart. Con el patrocinio del Ministerio de Cultura de Cuba y la Red en Defensa de la Humanidad fue inaugurado en una hermosa ceremonia –cuyo centro fue la presentación del documental “Yo recuerdo” de Luiz Fernando Lobo-, que un aguacero interminable no pudo impedir.

Era necesario realizar aquí ese esfuerzo para derrotar al olvido. El régimen que se instauró entonces en Brasil inició una etapa terrible en la que Washington recurrió al golpismo militarista para detener el avance de las luchas populares en América Latina y para obligar a la OEA, ese mismo año, a decretar la ruptura de las relaciones con Cuba. La camarilla usurpadora fue el más leal instrumento de Estados Unidos y aspiró a convertirse en una especie de “subimperialismo” después de aplastar a sangre y fuego las “reformas de base” iniciadas por Jango con el apoyo popular.
En 1965 tropas brasileñas se unieron a las yanquis para frustrar la restauración de la democracia en República Dominicana. En Washington Demócratas y Republicanos elogiaban a una voz lo que llamaban “milagro brasileño”.
Fue una estrategia que generó en el Imperio un optimismo que hizo proclamar a Richard Nixon: “como vaya Brasil así irá el resto del Continente latinoamericano”.
Según documentos oficiales desclasificados recientemente el hombre de Watergate planeó con sus colegas del gigante sudamericano el derrocamiento de Salvador Allende y nuevas fechorías contra Cuba y otros países. A la dictadura correspondería “realizar el trabajo sucio” según reconoció entonces uno de su generales.
Mucho sufrió el pueblo brasileño como consecuencia del zarpazo militar hace medio siglo. Pero grande y heroica fue su resistencia. Ambos, el dolor y la lucha, padecieron durante demasiado tiempo de la amnesia impuesta como castigo adicional por sucesivos gobiernos y por conglomerados mediáticos siempre eficaces en el ocultamiento y la distorsión de la verdad.
Es encomiable este empeño de reparación histórica que sólo ha sido posible en el nuevo Brasil de Lula y Dilma. La profecía de Nixon se vuelve finalmente realidad pero de un modo que lo hará rabiar en el infierno.
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