miércoles, 27 de agosto de 2014

Silvio Rodríguez: Salvar la Cultura



Se trata de un proyecto estatal que yo impulsé, porque convencí no sólo al gobierno cubano sino a músicos nacionales y extranjeros para que aportaran. Abdala al fin se hizo estudio en pleno Período especial. Fue posible entonces porque se interrumpieron tantos proyectos que los obreros de la construcción no tenían trabajo. Varias instituciones fueron a comenzar Abdala pero se demoraban.
Surgió la idea de que fuera Cimex (una enorme empresa estatal) la que lo continuara. Cimex desde entonces fue propietario de Abdala, aunque como yo estuve en ese proyecto desde sus inicios se me explicaban las cosas. Nunca entendí que Abdala pagara sueldos y otros gastos en moneda Nacional y tuviera que tributar en divisas. Tampoco entendí que el mayor tesoro de Abdala: su stock de música grabada, en vez de aumentar de valor con el tiempo, como todas las obras artísticas, se devaluara cada año, y tuviera que pagar por esa devaluación, sumas que crecían inexorablemente. Esta visión de los valores de Abdala se debe a personas que están acostumbradas a valorar objetos de uso, no obras de arte. Una deformación que, en el caso de Abdala nunca fue rectificada.
Cosas así hicieron que Abdala, a pesar de ganar bastante por alquilar los estudios, respecto a las reglas de su patrón, Cimex, se mantuviera en números rojos. Otro de los graves problemas de Abdala fue la ineficiente red comercial de su discografía (porque hicieron un sello). Eso también contribuyó a su endeudamiento.
Cuando en 2011 hubo una reestructuración de Cimex y se vieron los números de Abdala, “se decidió” que Abdala pasara al Ministerio de Cultura. Una vez más traté de defender el proyecto, tratando de que se razonara que desde sus orígenes había sido sometido a un sistema económico que lo obligaba a la dependencia eterna, pero no fui escuchado. Hubo reuniones en que se planteó que no había argumentos para defender la existencia de Abdala, que seguía teniendo estudios de primera y grabando discos que cogían premios en todas partes.
En aquel momento lo más que conseguí fue que el proyecto del Historiador de la Ciudad asimilara a Abdala. Eusebio me entendió perfectamente porque es un hombre de la cultura, no un mercader. Algunos factores de esa estructura también fueron reticentes con Abdala y en algunos sentidos la relación no fue como debió ser. Tan es así que, desde hace tres años, cuando se volvió a plantear que Abdala pasara a Cultura, hubo desabastecimientos que incidieron en más pérdidas para Abdala.
Yo he abogado por los cambios, incluso he hecho canciones a propósito. Pero los cambios no quieren ni pueden querer decir que lo que no pase por el aro de una visión estrictamente económica, queda fuera. El gobierno cubano de hecho ha demostrado que no piensa así, porque en las más adversas circunstancias ha mantenido a toda costa la educación y la salud.
Como la salud y la educación, la cultura es otro acápite muy a tomar en cuenta. Puede que no se hagan tantos grupos u orquestas como pudiéramos, pero los estudios de grabación no se deben cerrar. Hay que ver cómo se adecúan Abdala, el Centro Pablo de la Torriente Brau y muchas otras cosas a la realidad inmediata, pero sin asfixia, y mucho menos bajo el mito de que son insostenibles.
Puede que no seamos imprescindibles, pero yo estoy convencido de que somos, al menos, necesarios. No en balde, cuando dijo que la revolución sólo podíamos destruirla nosotros mismos, Fidel hizo un llamado a salvar la cultura.
(Tomado del blog Segunda Cita)

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