domingo, 15 de diciembre de 2013

Ofrecer el corazón

DIANA FERREIRO

Uno no encuentra en los rostros huellas de compasión o lástima. Teté cuenta hasta cuatro. El cinco es el silencio. Al principio a uno se le oprime el corazón, hasta que las canciones y los bailes y las risas de los niños se le hunden en el alma y entonces se aprietan los ojos para controlar las lágrimas. Porque allí todo es alegría. Los niños de la escuela nacional Solidaridad con Panamá, para discapacitados físico-motores, le gritaban al mundo, des-de sus sillas, que se están preparando para la vida. Y la vida, que tan dura puede ser con la gente especial, parecía premiar esa mañana el increíble amor, la paciencia y la per-severancia de los educadores.


LOS NIÑOS DE LA ESCUELA SOLIDARIDAD CON PANAMÁ, CELEBRARON EL 24 ANIVERSARIO DE LA INSTITUCIÓN.

Teté es la directora desde hace 23 años, uno menos de los que cumplió la escuela en el día de ayer. En realidad no se llama Teté, sino Esther María La O Ochoa, y recuerda que la adaptación a esta enseñanza fue muy difícil: "Me pasó lo mismo que a los padres: un primer sentimiento de lástima, de compasión, ese dolor tan fuerte al ver a los niños tan chiquitos sentados en una silla de ruedas".

Pero hoy ya no. Y es que los niños tienen más voluntad que uno —reconoce— y cuando salen a la vida real tienen que enfrentar barreras psicológicas y arquitectónicas, "por eso la escuela tiene el deber de prepararlos para la vida, para que logren una independencia tal que no necesiten de la persona mayor, aunque hay niños que la van a necesitar siempre".

Solidaridad con Panamá tiene tres enseñanzas: primaria, secundaria y atención a niños con retraso mental. Además, a través del programa "Educa a tu hijo" ofrecen herramientas a los padres para convivir con el niño. Entonces hay dos objetivos principales en la escuela: la rehabilitación física y la psicológica, explicó Esther María La O.

INSTRUIR PUEDE CUALQUIERA, EDUCAR...

Martí dijo, les cuenta Teté, que uno tiene dos madres, la naturaleza y las circunstancias. Y la naturaleza nos hizo discapacitados, les dijo, pero las circunstancias nos hicieron vivir en Cuba. Nosotros hoy vamos a brindar por eso. Pero en silencio Teté también brinda por el beso que le exigen todas las mañanas, por Verónica que ya es abogada, o por los tres "niños" que están en la UCI, o por las llamadas contándole: "Teté, soy mamá".

"Pudieran estar tristes, porque no corren como otros niños, y sin embargo te reciben todos los días con una sonrisa, ese es el mayor premio que uno puede recibir como di-rectora".

¿Y los maestros Teté? ¿Cómo debe ser un educador para enfrentar una enseñanza especial?

"Primero tiene que primar el amor, la solidaridad, nunca la lástima o la compasión, sino aprender a crecerte como maestro ante las dificultades que puede presentar el niño. Hay que tener paciencia, entrega, dedicación. Y acudir a las potencialidades que tiene el niño".

Y luego está la familia, que debe aprender también a educarlos de acuerdo con su discapacidad, pero sin crearle más limitaciones, sino ayudándolo a enfrentarlas. Es por ello que en el centro se realizan reuniones o talleres con las familias para estrechar los lazos entre ambos.

SI NO CREYERA EN ALGO PURO...

En el coro, Kenny es el tercero de derecha a izquierda. Teté habló de béisbol y los ojitos le brillaron. Todo el mundo sabe que Kenny Matos es holguinero y que le gusta la pelota. Pero a Kenny lo que más le gusta es cantar. Eso y las Matemáticas, claro.

Luego de interpretar una canción dedicada a Martí y La maza, de Silvio Rodríguez, los niños recitaron, bailaron, leyeron y aplaudieron a sus compañeros. Al finalizar la actividad lo busqué con la vista y lo esperé pacientemente. Kenny, debo decirlo, no camina como los demás niños, porque corre a la par con las piernas y con el alma, como si en ello le fuera la vida.



Desde sus escasos diez años me aseguró que allí era feliz y que las maestras a veces daban clases que "le tocan a uno el corazón". ¿Qué quieres ser cuando seas grande?, le pregunté. "Yo voy a estudiar en el pre, y luego voy a ir a la universidad a hacerme cantante", me aseguró. Y me dio un beso. De esos que te hacen esconder las manos para ocultar un temblor. De esos que te queman la epidermis y se te incrustan en la vida.

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