martes, 16 de abril de 2013

Un día llegó a la Ciénaga algo nuevo, inesperado


Teresa Valenzuela García





Museo Playa Girón
Elegía de los Zapaticos Blancos constituye un colosal y épico poema dejado por Jesús Orta Ruiz como legado a las futuras generaciones. 

Así lo comenzó el poeta, conocido como el Indio Naborí, basado en una experiencia cuando fue corresponsal de guerra en Playa Girón en abril de 1961: Vengo de allá, de la Ciénaga, del redimido pantano. Traigo un manojo de anécdotas profundas, que se me entraron por el tronco de la sangre hasta la raíz del llanto. Oídme la historia triste de unos zapaticos blancos…

A causa de los bombardeos y ametrallamientos enemigos murieron muchas personas inocentes, entre ellos la mamá de Nemesia Rodríguez Montalvo, una niña de 13 años de edad. Debido a las heridas sufridas, su abuelita quedó inválida, sus hermanitos heridos, y sus primeros zapatos blancos destrozados por la metralla mercenaria en Playa Girón.

Su poema, de gran carga emotiva va más allá de la triste historia que narra, y transmite a quienes lo leen el abandono y la miseria sufrida durante muchos años por los pobladores de la Ciénaga de Zapata, uno de los lugares de la geografía cubana más olvidados, antes del triunfo revolucionario de enero de 1959, que les trajo como regalo inmenso el derecho a vivir como seres humanos.

Nemesia –flor carbonera-creció con los pies descalzos.¡Hasta las piedras rompía con la piedra de sus callos! Pero siempre tuvo el sueño de unos zapaticos blancos. Ya los creía imposibles, los veía tan lejanos como aquel lucero azul que en el crepúsculo vago abría su flor celeste sobre el dolor del pantano.

El poeta estaba fotografiando los últimos restos del destrozo cuando descubrió los zapaticos blancos guardados en la desvencijada caja de cartón. Preguntó por la dueña y entonces apareció la niña, descalzada, presa de un llanto incontenible. Así Nemesia Rodríguez Montalvo conoció a Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí.

Un día llegó a la Ciénaga algo nuevo, inesperado: algo que llevó la luz a los viejos bosques náufragos. Era la Revolución, era el sol de Fidel Castro. Era el camino triunfante sobre un infierno de fango. Eran las cooperativas del carbón y del pescado. Un asombro de monedas en las carboneras manos, en las manos pescadoras, en todas, todas las manos. Alba de letras y números sobre el carbón despuntando.

"El quería preguntarme que me pasaba, porque lloraba tanto, pero yo casi no podía hablar. Había perdido a mi madre y tenía a mis dos hermanitos heridos por la metralla del bombardeo. No pasaba de los trece años y, a esa edad, golpes como aquellos, dejan secuelas imborrables”.-recuerda Nemesia en un artículo publicado hace algunos años.

Una mañana… ¡qué gloria! Nemesia salió cantando. Llevaba en sus pies el triunfo de sus zapaticos blancos. Era la blanca derrota de un pretérito descalzo. ¡Qué linda estaba el domingo Nemesia con sus zapatos!

"Sin embargo, al poco rato logré calmarme un poco y es cuando el conversa conmigo, y es cuando yo le cuento que nunca antes había tenido zapatos, de mi infancia pasada entre diente de perro, y que en ese instante me sentía muy sola”.

Pero el lunes despertó bajo cien truenos de espanto. Sobre su casa guajira volaban furiosos pájaros. Eran los aviones yanquis, eran buitres mercenarios. Nemesia vio caer muerta a su madre; vio sangrando a sus hermanitos; vio un huracán de disparos agujereando los lirios de sus zapaticos blancos. Gritaba trágicamente: ¡Malditos los mercenarios!¡Ay, mis hermanos! ¡Ay, madre! ¡Ay, mis zapaticos blancos!

"Estuvimos como dos horas hablando y hablando, hasta que él me dijo que tenía que marcharse para La Habana. Celia Sánchez, la heroína de la Sierra y el llano, le había encomendado la redacción de una crónica sobre la tragedia de mi familia, y él pensaba hacerlo así, poeta al fin y al cabo, parece que los versos lo traicionaron".

Acaso el monstruo se dijo: “Si las madres están dando hijos nobles y valientes, ¡que mueran bajo el espanto de mis bombas! ¡Quién ha visto carboneros con zapatos!”Pero Nemesia no llora: sabe que los milicianos rompieron a los traidores que a su madre asesinaron. Sabe que nada en el mundo -ni yanquis ni mercenarios-apagarán en nuestra Patria este sol que está brillando, para que todas las niñas ¡tengan zapaticos blancos!

El Indio Naborí obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1995 y numerosos reconocimientos. Falleció, tras dejar un ingente número de obras, el 29 de diciembre de 2005 a la edad de 83 años.

Su extensa obra, reconocida nacional e internacionalmente, abarca diferentes géneros literarios desde la poesía, incluyendo la poesía improvisada, el ensayo y el periodismo. Sus poemas fueron traducidos al inglés, francés, italiano, ruso, checo, chino y yugoslavo. Figuran diez títulos en prosa y 14 poemarios.

Nemesia Rodríguez Montalvo. Foto: Dorado
Nemesia Rodríguez Montalvo. Foto: Dorado

Zapatos de Nemesia expuestos en el Museo  de Playa Girón
Zapatos de Nemesia expuestos en el Museo  de Playa Girón

Nemesia Rodríguez junto al Indio Naborí en Playa Larga. Foto: Hugo García
Nemesia Rodríguez junto al Indio Naborí en Playa Larga. Foto: Hugo García

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