miércoles, 2 de enero de 2013

Anatomía de la poesía joven escrita desde Santiago: ¿Carnaval? ¿Espectáculo? O ¿Chancleteo?*


García Blanco, quiéranlo o no, es un clásico. Campos de Belleza Armada, Reverso de foto y Dossier, y País de Hojaldre están ahí atentos; forman parte de la memoria poética santiaguera.
 A Eduard Encina y Jorge Labañino
Por Arnoldo Fernández Verdecia. arnoldo@gritodebaire.icrt.cu
La poesía joven que se escribe desde Santiago de Cuba está muy preocupada por poses, gestos, jerarquías y apropiaciones simbólicas de los espacios de poder cultural, más que por ganancias en la expresión, y digamos, audacia en búsquedas imaginativas y experimentales.
Creo que hay toda una socialización del texto pensado como espectáculo y teatro de representaciones;  quizás, las últimas promociones están muy interesadas en mostrar desacuerdos y herejías con, los que pudiéramos llamar, Clásicos imprescindibles: García Blanco, Teresa Melo y León Estrada.
Las voces mencionadas ejercieron una especie de mecenazgo en todos los tocados por el delirio del versolibrismo.  García Blanco, maestro en el tono conversacional, con propuestas cargadas de ironías, juegos, y carnavalización de lo sagrado; y las contaminaciones y saturaciones en el discurso de la historia universal y nacional, influyó notablemente en los nacidos entre 1970 y 1990.
Gracias a sus amparos providenciales, la poesía que se escribe desde Santiago hoy, ganó nuevas voces que condimentaron temáticas y hallazgos. Escribir como Reinaldo instaló una escuela. No mencionaré nombres, pues muchos de ellos están aquí, deben saberlo, aunque después se descontaminaron, o lo hicieron a través de la teatralización, o el chancleteo, de la influencias reinaldianas y salieron a campo abierto a mostrar sus alternativas.
García Blanco, quiéranlo o no, es un clásico. Campos de Belleza Armada, Reverso de foto y Dossier, y País de Hojaldre están ahí atentos; forman parte de la memoria poética santiaguera. No olvidar tampoco antologías que dieron a conocer a muchos fuera de fronteras gracias a su mecenazgo, del que algunos huyen hoy, para mostrarse libres del modo de escribir y teatralizar el proceso poético.
La Melo, a pesar de su condición habanera, devino santiaguera por adopción y colocó, en los 80 y 90, problemas de la mujer en el devenir poético nacional. Las altas horas y El vino del error son curiosos vigías que recuerdan a los que llegan, lo que no debe repetirse o tocarse, porque ya pertenece a su reino. Escribir como La Melo también marcó a muchos, que hicieron escuela en la poesía gracias a su mecenazgo. Negar eso hoy desde la herejía, o la carnavalización de su imagen, a partir de propuestas agresivas contra la palabra, apelando a la vulgarización del verso, a la humanización de los héroes y la historia, y pretender ser más imaginativos y fundadores, se me parece mucho a la moda del regguetón. Con el tiempo, la memoria selecciona lo bueno y  olvida lo trivial, así sucederá con esos turistas de la poesía que pretenden escribir y representar modas de Francia en Santiago de Cuba y en el panorama nacional. No está mal hacerlo, pero las continuidades deben reconocerse, aunque las discontinuidades sean manifiestas.
León Estrada es de los que tiene el oído atento para captar procesos, hechos y figuras en la poesía. Hacerlos públicos en la palabra. Hasta él llegaron muchos de los que hoy tienen un lugarcillo en el Olimpo poético cubano y se alimentaron de su experiencia. ¿Por qué ironizar su obra? ¿Por qué negar esas influencias, ese mecenazgo? Sus libros no tuvieron la resonancia de los clásicos antes mencionados (García Blanco Y Teresa Melo). Pero ¿quién duda de los méritos ganados por este caballero de la poesía?
La llamada Generación Pérdida (o Saltada), para utilizar un término menos romántico y quizás más estadístico (los Frank Dimas, Oscar Rojas Olsina, Ruben Wong y seguidores),  intentaron negar la visibilidad alcanzada gracias a los ajustes y orientaciones recibidas de la asesoría intelectual de las voces tutelares de la poesía santiaguera.  Creyeron alcanzar una visibilidad más cómoda, sin la molesta presencia de esos inquilinos. Derivaron hacia una especie de poesía rentada, alimentada por proyectos independientes venidos desde el exterior, interesados más en mostrar las disidencias con el poder político que las nuevas calidades ganadas en la expresión.
A finales de los 90 y el primer lustro del 2000 creían reinar en Santiago y originaron un movimiento que pronto quedaría en el olvido. De ellos, Oscar Rojas Olsina fue el más atrayente al carnavalizar el acto poético  y presentarse con poses estudiadas y representaciones gestuales que lo convertían en un apolíneo de la poesía. Escribir y ser como Rojas Olsina llegó a tocar a muchos que leían como él, hacían los chistes de ocasión apelando a su imagen, e incluso pretendían ser dioses de todas las mujeres que se acercaban al horno donde se cocía el pan.  Homoerostismo y lesvianidades formaban parte del  andamiaje de estereotipos construidos por esta generación; especie de ritual inaugurado en talleres y eventos literarios que se hacían. Quizás a ellos se deba el axioma de que en Santiago de Cuba todo el que escribe poesía es gay o lesviana. A Olsina le sucedió como al Cucalambé: muy pocos tienen noticia de su actual paradero; y muy poco se sabe de su obra literaria. Los demás miembros de la llamada Generación Perdida están esparcidos en la geografía santiaguera y no han trascendido más allá de sus fronteras. El referente aludido no debe obviarse, ni desestimarse, siempre que se quieran marcar límites y sembrar nuevas calidades. Las fincas no son productivas sino tienen abono y atenciones calificadas. 
El segundo lustro de la década del 2000 recibe a nuevas voces que con gran acierto acuden a los Clásicos y se alimentan de ellos. Tres ganan notoriedad: Yunier Riquenes, Oscar Cruz, y Eduard Encina. Desde ese posicionamiento participan en eventos, asumen funciones editoriales y en algunos casos devienen importantes promotores. Sin embargo, en algunos casos la herejía viene en proceso, y luego de ganar  visibilidad con algunos premios, instalan definitivamente la negación de los Clásicos Santiagueros, para desde esas cenizas levantar el nuevo reino, donde ellos determinan caminos y el carnaval de las poses y el teatro de gestualidades cobra dimensiones intolerables, según algunos críticos, aunque otros reconocen como positivo el hecho de auxiliarse de un repertorio estudiado  para socializar la poesía como espectáculo y convertirla en fenómeno de masas, más allá de las fronteras de una biblioteca benedictina. De ellos, Oscar Cruz es el que asume la poesía como un carnaval donde reina el alcohol, las putas, los maricones, el desenfreno erótico y la liberación de las pasiones humanas. La historia es blanco de ironías y los héroes y procesos son bajados de sus pedestales y humanizados tremendamente. Pudiera parecer escatológico presentarse así en el teatro actual de la poesía santiaguera, pero Oscar Cruz retoma, sin saberlo, el ideal apolíneo, antes asumido por su tocayo Rojas Olsina, y se alza con el liderazgo de la llamada Generación Herética. Oscar exhibe una homofobia en sus poses que ha determinado que poetas de otras provincias lleguen a definirlo como el “homosexual de la poesía santiguera”. También Cruz muestra irrespeto hacia los Clásicos, aquí mencionados, y se presenta como el único Gallo que canta en el gallinero. Nadie escapa a su repertorio de poses, gestos y construcciones humanizadoras y agresivas a lo sagrado. Escribir y mostrar las poses a lo Oscar Cruz ya se ha instalado  en muchos jóvenes que no logran liberarse de su imagen.
Las nuevas voces surgidas en el ámbito universitario de Oriente expresan esas disonancias con los Clásicos. Oscar Cruz, en términos jerárquicos, se presenta como su líder apolíneo, a pesar de negar  el andamiaje de estereotipos exhibidos por los Yansy, Rainer, Gizeh, Erika, Javier, Rodolfo, Ramón, Daniel y  otros…, que agraden la calidad de la palabra y en alguna medida retoman la poesía testimonial, donde hablan homosexuales, lesbianas, seres periféricos, apartados de la ciudad ilustrada. El carnaval llega a grados inverosímiles con ellos, pues asumen vivencias, inspiración, escribir y leer, como procesos complementados mutuamente. Las poses representan la banalidad de los sujetos líricos. La palabra y sus significados agresivos, contestarios, adquieren carta de presentación y se vuelven normales en cada acto. Con ellos, la poesía sale de lo íntimo y se instala en lo público, dialoga con la masa humana, no acostumbrada a escuchar lo trivial y la obscenidad como poesía.
Tal vez por lo dicho hasta aquí, seré acusado de profanador o maldito, quizás herético en sus sentidos profundos;  pero la distancia al observar estos procesos analizados, ha sido muy favorable para detenerme en esos instantes en que las vanidades reinan, los olvidos devienen expediente, y lo nuevo suena falso, al mirarse el pasado cercano y lejano. Chancleteo y poetas a dos por medio en la poesía santiaguera de hoy, pudiera ser el cierre a este delirante ensayo; pero no quisiera que el cubano olvidara tan fácilmente el pasado, inmerso en las aguas del presente, sin claridades definidas para proyectarse más allá de esos Clásicos, que a pesar de los tiempos, mantienen erguidas sus poéticas y luchan para no repetirse en los tiempos donde Francia y Santiago parecen estar muy cerca.

*Ensayo leído el 21 de diciembre de 2012 en el evento Tierra Adentro(Segunda edición)

(tomado del Blog Caracol de Agua)

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