Juan Carlos Monedero* - Blog "La pupila insomne" (Cuba).- Ya hay
gente de la oposición venezolana planteando que si Chávez no venciera a
la enfermedad, quien debiera ocupar la Presidencia es el derrotado
candidato Capriles. Su lógica democrática suele tener la misma
consistencia que su interés por los pobres antes de que Chávez llegara .
También están los que creen que pueden ir sin más a los militares a
invitarles a dar un paso fuera de la Constitución. Olvidan que en los
cuarteles venezolanos ya no cuelgan escenas de West Point ni imágenes de
marines matando vietnamitas, sino retratos de Bolívar o del Che
Guevara. Otros andan enredando a ver si logran que alguien cercano al
Presidente dé un paso a favor de la oposición, volviendo a olvidar que
si hay ahora un mandato trascendente en Venezuela es la petición de
unidad lanzada por el Presidente camino de la mesa de operaciones.
Como siempre, ahí están los medios de comunicación (el 80%, conviene
saberlo, en manos de los enemigos del proceso), jugando a ser el
principal partido de una oposición cuyo único acuerdo es sacar a Chávez
del Palacio de Miraflores. La enfermedad del Presidente dibuja hoy una
sonrisa en sus rostros de buenos católicos, apostólicos y romanos
-aunque vista su probada necrofilia podríamos jugar con las palabras-,
convencidos de que después de decenios dándolo por desaparecido, alguna
vez tendrá que ser verdad. Ayer intentaron hacer de un mensaje
en Twitterun evento mundial. La cercanía de las Navidades aviva su amor.
Pero su apuesta, #RIPChávez, se quedó a decenas de miles de puestos de
distancia de #BuenaVibraPaChávez, quedando claro que ni se asoman a
saber que lo que tiene Chávez con su pueblo es la relación que tienen
los que han salido juntos del agujero y nunca se han traicionado. Cuando
crees que el poder te pertenece por nacimiento, nunca te acostumbras a
ver a otro en la silla presidencial. Y si la ira te confunde, el juicio
se te nubla. Se lo dice constantemente la embajada norteamericana, pero
no les entra.
Desde el Gobierno bolivariano, estas estrategias no son nuevas. “No
jueguen con el amor de un pueblo. Y menos con el amor de un pueblo que
fue maltratado durante muchos años (…) Oposición: tengan mucho cuidado
con lo que hacen”. La advertencia es de Diosdado Cabello, Presidente de
la Asamblea Nacional y persona con un gran ascendiente entre los
militares venezolanos. Desde que apareció Chávez, la desesperada
oposición no ha dudado en cada momento, en usar cualquier estrategia
para intentar ganar fuera de las urnas lo que no ha estado en
condiciones de ganar en las elecciones más limpias y transparentes de
América Latina (como han reconocido los Presidentes de los Tribunales
Electorales de América Latina o el estadounidense Centro Carter).
No es un atributo exclusivo de la derecha venezolana (recordemos los
golpes de Estado de Franco, Pinochet, Videla; la caza de brujas de
McCarthy para intentar acabar con los demócratas en los EEUU; el papel
de la Contra en Nicaragua; la guerra sucia, incluso, contra Felipe
González -que en el fondo era uno de los suyos-, y un largo etcétera),
pero en la patria de Bolívar exageran. Allí han probado, sin éxito,
todos y cada uno de los métodos que a lo largo de la historia
latinoamericana han servido para sacar del Gobierno a los Presidentes
desobedientes con los mandatos históricos de eso que antes de la caída
del Muro de Berlín se llamaba imperialismo. Y es en ese fracaso donde
nació la comunión de Chávez con su pueblo.
Con su enfermedad, Chávez no ha hecho como Mitterrand -quien ocultó
su dolencia al pueblo de Francia-, sino que, muy al contrario, se
presentó a las elecciones haciendo saber que estaba golpeado por el
cáncer. El pueblo le dio un espectacular apoyo, y con una participación
histórica del 80,48%, le sacó 11 puntos de ventaja a su opositor
(18.854.935 votos frente a 15.176.253). Obama le sacó a Romney 3,4
puntos. Los intentos de la oposición de olvidar ese resultado no ayudan a
nadie. En especial a ellos. Pero sólo se miran en el espejo de los
medios de comunicación a los que financian.
Pero la reaparición de células malignas en el mismo lugar de
anteriores operaciones, no puede ignorarse. Chávez, en un acto de
urgencia, señaló a Nicolás Maduro, actual Canciller y Vicepresidente,
como la persona que debiera hacerse cargo de las riendas del proceso
revolucionario en caso de que un fatal desenlace le impidiera tomar
posesión en enero. El artículo 233 de la Constitución es claro en su
párrafo segundo: “Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente
electo o Presidenta electa antes de tomar posesión, se procederá a una
nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días
consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo
Presidente o la nueva Presidenta, se encargará de la Presidencia de la
República el Presidente o Presidenta de la Asamblea Nacional”.
Chávez, como en tantas otras veces, ha pensado más en Venezuela que
en su suerte personal. Hay decisiones que podrían haber encontrado más
fluidez con mayores plazos, pero es indudable que ajustar los resortes
de un país en la mira de los Estados Unidos no es tarea sencilla. Hoy
podemos pensar que hubiera sido bueno un menor esfuerzo suyo en la
campaña, pero también sabemos que eso sólo es una opción cuando lo que
cuenta es tu salud y no la del país. El mensaje de Chávez, acompañado
de los rostros abatidos de su Gobierno, propios de una última cena, han
tenido el efecto demoledor de quien piensa en términos de historia.
Chávez, a quien quiso escuchar, dijo: “entro en la sala de
operaciones pero no sé si saldré de ella. Quiero que el proceso hacia el
socialismo siga su rumbo. Y la persona adecuada para lograrlo es
Nicolás. Quiero que todo el pueblo, militares, partidos, consejos
comunales, funcionarios, Gobierno den un ejemplo de unidad en torno al
Vicepresidente en caso de que haya elecciones y yo ya no esté. Voy a
luchar por regresar, pero si no fuera el caso, tienen ustedes claro mi
deseo”.
Orden constitucional garantizado
Sólo los que llevan años deseando o buscando la muerte de Chávez
están adelantando análisis. No hay mayor bondad en pretender dar por
hecho lo que no ha sucedido. ¿Qué puede decirse entonces? El orden
constitucional en Venezuela está garantizado. Los criterios jurídicos
vinculados a la ausencia del Presidente son meridianos y el apoyo tanto
del pueblo como del ejército a ese orden constitucional, no tiene la
mínima fisura. No hay ninguna razón, salvo las malas intenciones, para
cuestionar lo que queda bien reglamentado en el orden legal venezolano.
Además de que sigue siendo cierto que lo mejor que le puede pasar a
Venezuela y a América Latina es que el 10 de enero Hugo Chávez tome
posesión de su cargo como Presidente.
En los días que transcurran hasta la operación del Presidente,
pareciera sensato legitimar políticamente la opción por Nicolás Maduro
expresada por Chávez. Para ello, deben ponerse en marcha los órganos
políticos dispuestos al respecto (especialmente, el Partido Socialista
Unido de Venezuela, pero sin olvidar a las demás fuerzas que apoyan el
proceso). El carisma del Presidente Chávez sirve para trasladar su
compromiso con la Venezuela socialista a Maduro, como ocurriera con Lula
y Dilma Russeff. Conviene, por tanto, respetar los procedimientos
correspondientes, aún más cuando Maduro viene perfilándose desde hace
tiempo como el sucesor natural de Chávez.
La figura de Nicolás Maduro ha experimentado en los últimos años un
enorme crecimiento político -como ha ocurrido con Evo Morales, con
Rafael Correa o con Cristina Fernández-. En cualquier caso, los
escenarios que podrían abrirse con la ausencia de Chávez del primer
plano de la escena política le obligan a dilucidar algunos aspectos
importantes que Chávez ha solventado con su enorme prestigio personal.
En primer lugar, debe dejar claros los cauces por donde discurrirá la
unión cívico-militar (que es un rasgo distintivo de la Venezuela
bolivariana). En segundo lugar, sería importante una reconfiguración
del PSUV de manera que las diferentes sensibilidades que siempre
existen en todo proyecto político -y que en ausencia de Chávez cobrarán
fuerza- encuentren su espacio de expresión. En tercer lugar, hay que
dedicar muchos esfuerzos a la puesta en marcha del nuevo plan socialista
(con el que se ganaron las elecciones) dando prioridad a las exigencias
populares, ahondando en la eficacia gubernamental y permitiendo que los
problemas existentes encuentren espacios públicos de expresión para que
se conviertan en formas populares de evaluación de las políticas
públicas (ahí está una de las garantías de la unidad popular). Por
último -y en eso Maduro tiene mucho camino andado- es esencial que las
diferentes formas de integración regional sigan avanzando. El continente
latinoamericano le debe a Chávez tener hoy la mayor integración de toda
su historia. La ALBA, el Mercosur, la CELAC son espacios que, lejos de
detenerse, deben ahondarse. Todos estos asuntos tienen el sello de
Chávez. Por eso Chávez llegó para quedarse. Hay líderes que marcan la
historia. Y esos, por más esfuerzos que hagan, no se mueren nunca.
Sea cual sea el desenlace físico -siendo el mejor, ver a Chávez
ceñirse la faja presidencial el entrante 2013-, corresponde a todas y
todos los venezolanos hacer un esfuerzo similar al de 2002. En aquel
año, la misma oposición que ahora brinda con champán francés por el
cáncer, dio un golpe de Estado que fue derrotado por el pueblo. Ahora,
se trata de asumir la responsabilidad que les corresponde a todos y cada
uno en este escenario complicado. Chávez ha hecho lo más difícil.
Venezuela ahora tiene patria. Pero los enemigos siguen acechando. Es
ahora, más que nunca, cuando Chávez y el pueblo tienen que ser lo mismo.
Un pueblo que convierta su tristeza en herramienta política para
ahondar en la transformación socialista de Venezuela contra todos los
vientos del neoliberalismo. Esos de los que se liberó y que ahora está
empezando a conocer la vieja Europa. (Tomado de Público)
* Juan Carlos Monedero es profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid
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