viernes, 2 de noviembre de 2012

Sumamente atemorizante

Nota mía: A pesar de la cobardía de Obama en el caso Cuba, para mí sigue siendo la mejor opción

Por Max J. Castro
majcastro@gmail.com

altMIAMI – Lo más atemorizante de una presidencia Romney no es la posibilidad de que, como al anterior presidente republicano, él lanzaría otra guerra ilegal, desastrosa y económicamente ruinosa. Esa seguramente es una terrible posibilidad. Y dadas las frecuentes amenazas de Romney a Irán y sus estrechos vínculos con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, quien está ansioso porque Estados Unidos ataque a Irán, es algo que no se puede descontar. Pero, como demostró en su último debate, hasta Romney comprende que el pueblo norteamericano no está dispuesto a soportar otra aventura en el Medio Oriente.

Ni tampoco es lo peor la brutal devastación que una administración Romney provocaría en los andrajosos restos de la seguridad social. Ese sería el caso, a pesar de que, a diferencia de la retórica belicosa mayormente vacía en relación a Irán, el equipo Romney-Ryan puede (y lo hará) desatar una salvaje guerra de clases contra la clase media y los pobres, en beneficio de los intereses de los muy ricos.

Lo que es verdaderamente atemorizante es que esta guerra desigual contra el 99 por ciento derramaría sangre, sudor y lágrimas. Millones de personas perderían el acceso a la atención médica y decenas de miles morirían a consecuencia de ello. La extrema pobreza se incrementaría, más personas pasarían hambre, a millones de niños se les negaría una nutrición adecuada y a millones de jóvenes una educación decente. Estados Unidos, que ya es fácilmente la sociedad más desigual en el mundo industrializado –una distinción nada envidiable– se haría aún más desigual.

Sin embargo, a pesar de lo terrible de la ofensiva de tierra arrasada del Partido Republicano contra los programas que llevaron décadas construir (Seguridad Social, Medicare, Medicaid), y de los cuales dependen millones de personas para sus necesidades elementales, lo más terrible de una presidencia Romney es otra cosa.

Piensen en el Tribunal Supremo. De los cuatro jueces liberales confiables que quedan en el tribunal, Ruth Bader Ginsburg tiene 79 años y Stephen Breyer 74. Anthony Kennedy, un conservador moderado cuyas opiniones han marcado la diferencia entre el tribunal meramente derechista que tenemos y el rabiosamente reaccionario que pudiéramos tener, ya llegó a los 76 años de edad.  De los cuatro jueces conservadores, solo Antonin Scalia (76) está cerca de la edad del retiro. Por tanto, como presidente Romney probablemente podría crear, por medio de sus nominaciones al Tribunal Supremo, un tribunal confiadamente reaccionario que afectaría casi todo aspecto de la vida norteamericana en décadas futuras.

Apoderarse casi a perpetuidad de un poder del estado que tiene la última palabra en cuanto a la ley, y por lo tanto, en los límites de lo posible, en todo el espectro de los temas sociales, desde la igualdad matrimonial hasta el aborto y los interrogatorios abusivos, representaría una culminación triunfal de la larga marcha de la derecha a través de las instituciones norteamericanas, algo que comenzó con entusiasmo Ronald Reagan.

Pero el impacto más significativo de tal tribunal sería grabar en piedra constitucional los cimientos de una sociedad total y completamente dominada por los intereses corporativos ,en detrimento de los derechos de la vasta mayoría de los ciudadanos. Si, como algunos psicólogos creen, lo que mejor predice el comportamiento futuro es el comportamiento pasado, tendríamos un futuro tenebroso para todos, menos para el 1 por ciento más rico.

El actual Tribunal Supremo, incluso sin los refuerzos reaccionarios que Romney podría suministrar, ya ha acumulado bastantes antecedentes procorportivos, anticiudadanos, antiobreros y anticonsumidores. La decisión de Citizens United, que abrió las enormes tesorerías de las corporaciones de EE.UU. al sistema político, es justamente considerada un hito, aunque es también parte de un patrón mucho más amplio.

Ciertamente Citizens United puede representar el mayor logro hasta ahora del propio Proyecto Manhattan de la derecha norteamericana, la división del átomo en el laboratorio de Chicago, si no es la nube en forma de hongo sobre el desierto de Nuevo México o la aniquilación de Hiroshima y Nagasaki.

Esto puede sonar un poco loco, así que permítanme explicarme. Como han considerado varios investigadores y reitera un reciente artículo de William Yeomans en una edición especial de la revista The Nation, (“El Tribunal del 1 Por Ciento), el giro hacia la derecha en Estados Unidos durante décadas no ocurrió por combustión espontánea o, menos aún, por cambios en la opinión pública, la cual en general ha seguido apoyando, o se ha desplazadohacia, actitudes progresistas.

En realidad ha habido un plan para la llamada “revolución conservadora”. La visión se le atribuye generalmente a Leslie Powell, un futuro juez del Tribunal Supremo, quien en 1971, caundo era abogado de –entre otros– Philip Morris, un notorio burlón corporativo, escribió un fatídico memorando a la Cámara de Comercio de EE.UU. En el documento, Powell se quejaba de lo que consideraba el apoderamiento de instituciones norteamericanas clave por elementos hostiles a los negocios, desde la Nueva Izquierda al clero liberal. Más importante aún, él diseñó lo que los negocios debían hacer acerca del problema.  Esto era, siguiendo la analogía, la famosa carta de Einstein a FDR que finalmente llevó a Estados Unidos a construir la bomba atómica antes que los nazis y a ganar la guerra.

El plan de Powell pedía una “amplia respuesta que estaría financiada por grandes corporaciones y coordinada por la Cámara de Comercio, el principal cabildero de los grandes negocios en Washington.  El Tribual Supremo sería el centro de esta estrategia.” Con clarividencia, Powell escribió “que con un Tribunal Supremo con mentalidad de activista, el poder judicial puede llegar a ser el instrumento más importante para el cambio social, económico y político”.

A la derecha todavía le falta un buen trecho para llegar a tal Tribunal Supremo “de mentalidad de activista” totalmente procorporativa, como han demostrado muchos estudios de la tendencia en las opiniones del tribunal. Pero les falta poco para llegar, u Obamacare no hubiera sobrevivido.

Mitt Romney estaría en una posición de darle ese impulso final, quizás irreversible. Al igual que la bomba atómica cambió para siempre la naturaleza de la guerra, tal hecho podría cambiar, de una vez por todas, la naturaleza de la sociedad norteamericana y le daría a la derecha una victoria incondicional en su lucha de clases.

El poder del “instrumento para el cambio social, económico” de Powell, que hasta ahora incluye mucho más que solo el poder judicial, ha sido demostrado en múltiples campos de pruebas, desde las elecciones de 2000 hasta Citizens United. El objetivo final es, por supuesto, la democracia misma. La plutocracia aborrece a la democracia. Al igual que las dos ciudades condenadas de Japón, la democracia pudiera expirar por la onda de choque provocada por un Tribunal Supremo diseñado por la Cámara de Comercio y designado por Mitt Romney

Entonces, ¿por qué Obama? Es el Tribunal Supremo, estúpido.

(tomado de Progreso Semanal)

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