jueves, 23 de agosto de 2012

Tariq Ali: “El cambio para Europa del Este ha sido un desastre”


Tariq Alí. Foto de Archivo
Tariq Alí. Foto de Archivo
Corina Tulbure entrevistó a Tariq Ali para Sin Permiso durante el Congreso Marx is Muss, que tuvo lugar en Berlín del 7 al 10 de julio. También transcribió y tradujo la entrevista.

Tariq Ali (Lahore, 21 de octubre de 1943) es un escritor pakistaní, director de cine e historiador. Escribe habitualmente para The Guardian, Counterpunch, London Review of Books, Monthly Review, Z Magazine. Ali es, además, editor y asiduo colaborador de la revista New Left Review y de Sin Permiso, y es asesor del canal de televisión Telesur.

-¿Cómo ves los países de Europa del Este? Por un lado son parte de la Unión Europea, pero por otro lado, sus trabajadores son tratados como mano de obra barata de una colonia.

-Durante un largo periodo de tiempo, los Estados de Europa del Este se quejaron por haber sido Estados satélites de la antigua URSS, detalle que, en cierto modo, no dista demasiado de la verdad. Sin embargo, en mi opinión, pasó algo peor: estos países dieron un salto y, de satélites de la URSS, llegaron a ser satélites de los EEUU. Considero que se trata de países sin una verdadera independencia, simplemente transitaron de una esfera de influencia a otra. ¿Por qué la actual influencia sería por defecto mejor que la anterior? Como mínimo, durante la época anterior, me refiero al periodo socialista, existían viviendas subvencionadas por el Estado, una salud pública de acceso universal, una educación de carácter universal y la diferencia en la distribución de la riqueza entre la gente de a pie y las personas que pertenecían al aparato burocrático quedaba patente, pero no era una diferencia tan elevada como a fecha de hoy. Cuando pensamos en cómo vivía un miembro de la cúpula política de aquellos momentos, en vez de vivir en un piso con un dormitorio, habitaba un piso con cuatro dormitorios. Pero eso es nada en comparación con la desigualdad de nuestros días. Y la gente se olvidó de este pasado, pero la antigua generación todavía lo mantiene en su memoria. Por ello considero que el cambio, para muchos de los países de Europa del Este, no todos, ha sido un desastre. Desde el punto de vista económico, las condiciones de vida de la gran masa de gente han empeorado, los precios en general han aumentado y los precios de las propiedades han saltado por los aires. Desde el punto de visto económico son Estados colonizados por la UE, o, para ser más preciso, por Alemania.

-¿Piensas que el mismo proceso se puede identificar en los países del Sur de Europa? ¿Asistimos a una paulatina “colonización económica” mediante las medidas impuestas tras los rescates?

-Si miramos a Grecia e Italia, los banqueros europeos deciden quién va a gobernarlos. Finalmente estos países están gobernados básicamente por los banqueros nombrados por la UE con el visto bueno del Gobierno alemán. ¿Qué es entonces la democracia si los banqueros, los culpables de la crisis, se convierten en nuestros mandatarios? España es un país que está en bancarrota y las condiciones de vida empeoran a diario. A fecha de hoy, en caso de convocar un proceso electoral, el elegido Gobierno de derechas estaría fuera. El Partido Socialista ha capitulado ante todas las mediadas de austeridad tomadas por la derecha, así que la izquierda debe construir una nueva organización. Izquierda Unida en España, aunque sea una buena opción, debe empezar a actuar, abrirse al movimiento de los “indignados”, construirse un nuevo discurso, no enquistarse en la antigua forma de hacer las cosas. Así que los problemas a afrontar son inmensos, pero también existen nuevas posibilidades para contraatacarlos.

-¿Cuál es el papel de los partidos políticos a fecha de hoy? Mucha gente piensa que la votación es un gesto sin efectos. ¿Cómo te posicionas: dejar de votar, como forma de protesta, u “ocupar” lo político?

-Los movimientos de ocupación de las plazas, de los espacios públicos son muy importantes, pero se trata de un gesto simbólico. Se ocupa un espacio público, pero la política sigue por detrás su rumbo anterior, por eso el movimiento Occupy no formula una oferta concreta para la gente, una alternativa, y en eso radica el problema. La ocupación de las plazas en sí simboliza el gesto de un profundo descontento. Tras los masivos movimientos de ocupación de las plazas de España ¿qué ha pasado? No tuvieron ningún impacto en las elecciones, dado que la mayoría de la gente joven afirmó que no iba a votar, actitud que entiendo, pero como mínimo hubieran votado por cualquiera de los partidos de izquierda que valga la pena. Por supuesto que no se trata de votar por los socialistas o por la derecha, sino votar por partidos de izquierda que muestren una alternativa válida, es un compromiso con uno mismo, vale la pena llevarlo a cabo. A fecha de hoy no existe una alternativa que no implique los votos, y todavía no se ha creado ninguna otra alternativa dentro de lo político.

-¿Qué significa la socialdemocracia actualmente?

-A fecha de hoy, la socialdemocracia no es nada. Significa ser parte del centro, del centro político, que fundamentalmente no muestra diferencias esenciales con los conservadores. Significa apoyar las guerras de EEUU y la ocupación de terceros países y las medidas de austeridad en casa. ¿En consecuencia, cuál es la diferencia? De hecho, lo que vemos es que se degrada y se corrompe el sistema de democracia parlamentaria. Y este resultado es una responsabilidad de las políticas de centro, el centro-derecha y el centro-izquierda. Se ha creado algo nuevo que es el extremismo de centro. El centro actúa como un bloque cuando nota que algo le puede debilitar.

-Ante un problema generalizado de degradación de las condiciones laborales, ¿cómo se puede reaccionar? ¿Emigrar a otro país, o quedarse en el lugar y luchar por cambiar la situación?

-Es difícil encontrar una solución ahora, porque cada uno de los países de la UE está en crisis y los inmigrantes están muy golpeados por la crisis. En cada uno de los países, la derecha y la extrema-derecha se posicionan contra los inmigrantes, es una situación clásica en una crisis económica grave. Los trabajadores autóctonos de países como Grecia, España, Italia o Francia deberían unirse con los inmigrantes pobres, porque la situación de estos inmigrantes no dista de la situación que ellos mismos viven o vivirán. Todo lo contrario, los trabajadores nativos de estos países serán las siguientes víctimas de esta precariedad laboral. Por desgracia, no existe una respuesta potente de los trabajadores contra el capitalismo que vivimos hoy.

-¿Cuál sería el papel de los sindicatos en un mundo globalizado? ¿Defender al trabajador local u optar por una consolidación de los sindicatos a nivel internacional?

-Evidentemente que estaría muy bien conseguir un movimiento de los trabajadores a nivel internacional, pero debemos empezar por el nivel nacional. La insuficiente manera en que los sindicatos han integrado entre sus filas a los trabajadores inmigrantes es una muestra de la debilidad de su lucha. Al fin y al cabo, los trabajadores inmigrantes van a otros países para hacer los trabajos que los autóctonos no quieren hacer, y eso queda patente. Grecia, por ejemplo, un país pobre, fomenta la llegada de inmigrantes. En Grecia trabajan unos cientos de miles de trabajadores pakistaníes, padeciendo agresiones por parte  de los movimientos de extrema derecha y sufriendo ataques a sus viviendas, en los puertos de Atenas. ¿Y por qué han ido a Grecia? Para conseguir un trabajo, porque existe un tipo de trabajo para ellos, es decir las faenas que los trabajadores griegos ya no quieren realizar, como lo hacían antes.

-¿Hablando de la discriminación, crees que la propaganda que existe a fecha de hoy en Europa contra los musulmanes tiene similitudes con la propaganda desarrollada por la extrema derecha antes de la Segunda Guerra Mundial?

-Es muy similar, muy parecida a aquel tipo de propaganda. Aún más, los mismos argumentos que se usaron contra los judíos se escuchan a fecha de hoy, en toda Europa, contra los musulmanes: su día de oración es diferente, tienen una alimentación que no nos gusta, visten de manera extraña, hablan una lengua diferente, en fin, no son parte de nuestro mundo. En los tiempos pasados a los judíos se les consideraba “bolcheviques” y ahora ahora a los musulmanes se les tilda de “terroristas”.

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