Tariq Ali (Lahore, 21 de octubre de 1943) es un escritor
pakistaní, director de cine e historiador. Escribe habitualmente para
The Guardian, Counterpunch, London Review of Books, Monthly Review, Z
Magazine. Ali es, además, editor y asiduo colaborador de la revista New
Left Review y de Sin Permiso, y es asesor del canal de televisión
Telesur.
-¿Cómo ves los países de Europa del Este? Por un lado son parte
de la Unión Europea, pero por otro lado, sus trabajadores son tratados
como mano de obra barata de una colonia.
-Durante un largo periodo de tiempo, los Estados de Europa del Este
se quejaron por haber sido Estados satélites de la antigua URSS, detalle
que, en cierto modo, no dista demasiado de la verdad. Sin embargo, en
mi opinión, pasó algo peor: estos países dieron un salto y, de satélites
de la URSS, llegaron a ser satélites de los EEUU. Considero que se
trata de países sin una verdadera independencia, simplemente transitaron
de una esfera de influencia a otra. ¿Por qué la actual influencia sería
por defecto mejor que la anterior? Como mínimo, durante la época
anterior, me refiero al periodo socialista, existían viviendas
subvencionadas por el Estado, una salud pública de acceso universal, una
educación de carácter universal y la diferencia en la distribución de
la riqueza entre la gente de a pie y las personas que pertenecían al
aparato burocrático quedaba patente, pero no era una diferencia tan
elevada como a fecha de hoy. Cuando pensamos en cómo vivía un miembro de
la cúpula política de aquellos momentos, en vez de vivir en un piso con
un dormitorio, habitaba un piso con cuatro dormitorios. Pero eso es
nada en comparación con la desigualdad de nuestros días. Y la gente se
olvidó de este pasado, pero la antigua generación todavía lo mantiene en
su memoria. Por ello considero que el cambio, para muchos de los países
de Europa del Este, no todos, ha sido un desastre. Desde el punto de
vista económico, las condiciones de vida de la gran masa de gente han
empeorado, los precios en general han aumentado y los precios de las
propiedades han saltado por los aires. Desde el punto de visto económico
son Estados colonizados por la UE, o, para ser más preciso, por
Alemania.
-¿Piensas que el mismo proceso se puede identificar en los países
del Sur de Europa? ¿Asistimos a una paulatina “colonización económica”
mediante las medidas impuestas tras los rescates?
-Si miramos a Grecia e Italia, los banqueros europeos deciden quién
va a gobernarlos. Finalmente estos países están gobernados básicamente
por los banqueros nombrados por la UE con el visto bueno del Gobierno
alemán. ¿Qué es entonces la democracia si los banqueros, los culpables
de la crisis, se convierten en nuestros mandatarios? España es un país
que está en bancarrota y las condiciones de vida empeoran a diario. A
fecha de hoy, en caso de convocar un proceso electoral, el elegido
Gobierno de derechas estaría fuera. El Partido Socialista ha capitulado
ante todas las mediadas de austeridad tomadas por la derecha, así que la
izquierda debe construir una nueva organización. Izquierda Unida
en España, aunque sea una buena opción, debe empezar a actuar, abrirse
al movimiento de los “indignados”, construirse un nuevo discurso, no
enquistarse en la antigua forma de hacer las cosas. Así que los
problemas a afrontar son inmensos, pero también existen nuevas
posibilidades para contraatacarlos.
-¿Cuál es el papel de los partidos políticos a fecha de hoy?
Mucha gente piensa que la votación es un gesto sin efectos. ¿Cómo te
posicionas: dejar de votar, como forma de protesta, u “ocupar” lo
político?
-Los movimientos de ocupación de las plazas, de los espacios públicos
son muy importantes, pero se trata de un gesto simbólico. Se ocupa un
espacio público, pero la política sigue por detrás su rumbo anterior,
por eso el movimiento Occupy no formula una oferta concreta
para la gente, una alternativa, y en eso radica el problema. La
ocupación de las plazas en sí simboliza el gesto de un profundo
descontento. Tras los masivos movimientos de ocupación de las plazas de
España ¿qué ha pasado? No tuvieron ningún impacto en las elecciones,
dado que la mayoría de la gente joven afirmó que no iba a votar, actitud
que entiendo, pero como mínimo hubieran votado por cualquiera de los
partidos de izquierda que valga la pena. Por supuesto que no se trata de
votar por los socialistas o por la derecha, sino votar por partidos de
izquierda que muestren una alternativa válida, es un compromiso con uno
mismo, vale la pena llevarlo a cabo. A fecha de hoy no existe una
alternativa que no implique los votos, y todavía no se ha creado ninguna
otra alternativa dentro de lo político.
-¿Qué significa la socialdemocracia actualmente?
-A fecha de hoy, la socialdemocracia no es nada. Significa ser parte
del centro, del centro político, que fundamentalmente no muestra
diferencias esenciales con los conservadores. Significa apoyar las
guerras de EEUU y la ocupación de terceros países y las medidas de
austeridad en casa. ¿En consecuencia, cuál es la diferencia? De hecho,
lo que vemos es que se degrada y se corrompe el sistema de democracia
parlamentaria. Y este resultado es una responsabilidad de las políticas
de centro, el centro-derecha y el centro-izquierda. Se ha creado algo
nuevo que es el extremismo de centro. El centro actúa como un bloque
cuando nota que algo le puede debilitar.
-Ante un problema generalizado de degradación de las condiciones
laborales, ¿cómo se puede reaccionar? ¿Emigrar a otro país, o quedarse
en el lugar y luchar por cambiar la situación?
-Es difícil encontrar una solución ahora, porque cada uno de los
países de la UE está en crisis y los inmigrantes están muy golpeados por
la crisis. En cada uno de los países, la derecha y la extrema-derecha
se posicionan contra los inmigrantes, es una situación clásica en una
crisis económica grave. Los trabajadores autóctonos de países como
Grecia, España, Italia o Francia deberían unirse con los inmigrantes
pobres, porque la situación de estos inmigrantes no dista de la
situación que ellos mismos viven o vivirán. Todo lo contrario, los
trabajadores nativos de estos países serán las siguientes víctimas de
esta precariedad laboral. Por desgracia, no existe una respuesta potente
de los trabajadores contra el capitalismo que vivimos hoy.
-¿Cuál sería el papel de los sindicatos en un mundo globalizado?
¿Defender al trabajador local u optar por una consolidación de los
sindicatos a nivel internacional?
-Evidentemente que estaría muy bien conseguir un movimiento de los
trabajadores a nivel internacional, pero debemos empezar por el nivel
nacional. La insuficiente manera en que los sindicatos han integrado
entre sus filas a los trabajadores inmigrantes es una muestra de la
debilidad de su lucha. Al fin y al cabo, los trabajadores inmigrantes
van a otros países para hacer los trabajos que los autóctonos no quieren
hacer, y eso queda patente. Grecia, por ejemplo, un país pobre, fomenta
la llegada de inmigrantes. En Grecia trabajan unos cientos de miles de
trabajadores pakistaníes, padeciendo agresiones por parte de los
movimientos de extrema derecha y sufriendo ataques a sus viviendas, en
los puertos de Atenas. ¿Y por qué han ido a Grecia? Para conseguir un
trabajo, porque existe un tipo de trabajo para ellos, es decir las
faenas que los trabajadores griegos ya no quieren realizar, como lo
hacían antes.
-¿Hablando de la discriminación, crees que la propaganda que
existe a fecha de hoy en Europa contra los musulmanes tiene similitudes
con la propaganda desarrollada por la extrema derecha antes de la
Segunda Guerra Mundial?
-Es muy similar, muy parecida a aquel tipo de propaganda. Aún más,
los mismos argumentos que se usaron contra los judíos se escuchan a
fecha de hoy, en toda Europa, contra los musulmanes: su día de oración
es diferente, tienen una alimentación que no nos gusta, visten de manera
extraña, hablan una lengua diferente, en fin, no son parte de nuestro
mundo. En los tiempos pasados a los judíos se les consideraba
“bolcheviques” y ahora ahora a los musulmanes se les tilda de
“terroristas”.
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