viernes, 20 de julio de 2012

A la izquierda… ¡por partida doble!

Santiago Feliú 
Sobre la esfera de tu vida el panorama
puedes ver
sobre esta puerta y estas ganas de correr
desactivados y perdidos
como presas de un poder
dimensionalmente
distintos por ahí.
¿Dónde estás?
Yo recuerdo que a finales del 70
no me dirías lo que hoy/ tal vez
pintamos el mundo de un nuevo color
y sin querer nos dimos cuenta de que no.
Ahora le pides a otras cosas y otras cosas
quieres ver
para vivir poniendo velas por doquier
apocalíptico y ajeno/ desconfiado y sin querer
atrincherándote a las puertas de la fe.
¿Dónde estás?/
Tampoco se trata de tirarse
abandonarse por ahí
tal vez/ si vas más contigo te puedas valer
de tu verdad, de lo vivido
renacer.
Sobre la esfera de tu vida el panorama
puedes ver
sobre esta puerta y esta falta de correr
desactivados y perdidos
como presas del poder
dimensionalmente
distintos por ahí.
¿Dónde estás?
Yo recuerdo que a finales del 70
no me dirías lo que hoy
tal vez
pintamos el mundo de un nuevo color
y sin querer nos dimos cuenta de que no.

Decididamente, la canción de la que he reproducido su texto y cuyo título es “Generación”, resulta una de las composiciones de Santiago Feliú con la que más me identifico, dado que en breves líneas capta la esencia de lo vivido por aquellos que, como Santi y yo, nacimos en el primer quinquenio de los 60.

Aunque sigo creyendo que la juventud es ante todo una actitud ante la vida, tengo que admitir que el tiempo pasa y me voy poniendo viejo. Me puse a pensar en ello semanas atrás, al recibir la nota promocional que, acerca de una presentación de Santiago Feliú en Casa de las Américas para celebrar su 50 cumpleaños, me hiciese llegar su actual representante Kerstin Hernández. Mientras leía, me era imposible impedir que mi mente se remontara 34 años atrás, cuando yo era un adolescente recién matriculado en el pre Saúl Delgado.
Por entonces, ni siquiera tenía la idea de que en el futuro iba a ser periodista y, como un simple muchacho interesado en las lides trovadorescas y en especial por el quehacer de quienes comenzaban por aquella fecha de 1978, me iba al anfiteatro del parque Almendares, donde Santiago se presentaba en compañía de otros cantautores como Alberto Tosca, Donato Poveda y Alberto Cabrales.

Desde aquellos lejanos días, de un modo u otro, siempre me he sentido identificado con las canciones de Santiago Feliú. Sus composiciones iniciales de hace más de 30 años lo proyectaban como alguien que era un cruce entre un trovador y un roquero, con influencias notables de un tipo adorado por mí, Ian Anderson, el cantante del grupo Jethro Tull.

Durante la celebración del concurso Adolfo Guzmán en su edición de 1980, fue que el gran público tuvo contacto por primera vez con la obra de Santi, cuando su tema “Para Bárbara” fuese defendido en el certamen en la voz de Silvio Rodríguez y con orquestación de Frank Fernández.

Un segundo momento en la carrera del cantautor fue el del período de colaboración con Frank Delgado, Carlos Varela y Gerardo Alfonso. A mediados de los 80 eran un cuarteto inseparable, en el que cada uno de ellos integraba de manera armónica sus particularidades como creador al quehacer de los restantes compañeros de aventura. El trabajo de conjunto les aportó a los cuatro muchísimo en su futuro desarrollo individual. Es una lástima que a la EGREM (la única disquera que había en el país en ese momento) no le interesó la propuesta, por lo cual esa labor no quedó grabada de forma profesional.

De entonces a acá ha llovido mucho; y el pasado 29 de marzo este trovador cumplió 50 años. El tiempo ha transcurrido para nuestra generación y los que nos hicimos admiradores del Santi, cuando él y nosotros éramos unos muchachos felices e indocumentados (de seguro lo uno por lo otro), ya no somos los mismos. Del grupo de amistades que por 1978 íbamos juntos a las descargas en el Almendares, me sobran los dedos de una mano para contar los que todavía quedan por acá. Los demás se han desperdigado por vaya uno a saber qué esquina del mundo y hoy únicamente nos encontramos en esa maravilla que es el ciberespacio, realidad virtual o virtual realidad (no puedo definirlo con exactitud) que en algo alivia la carga de comprender que nos hemos ido quedando solos.

En cuanto al particular modo de tocar la guitarra que tiene Santi, pienso que quien mejor lo ha descrito es Noel Nicola, cuando en la nota de presentación del disco Vida aseguraba:

“Santiago toca ‘a la zurda’… ¡por partida doble! Él coloca la guitarra para tañer con su mano izquierda y formar las notas y acordes sobre el diapasón con su mano derecha, ¡pero no le cambia el orden a las cuerdas!, ¡las deja “a la derecha”! Así le quedan los bajos ‘abajo”y los agudos “arriba’. He visto antes a algún guitarrista zurdo tocar así, pero en lo que alcanza mi experiencia, ninguno que lo hiciera así de bien, llenando tanto el espectro de posibilidades del instrumento y eso, claro, con una técnica que ha tenido que inventarse él solito. La primera impresión suele dejar atónito a todo el que pueda entender un poco lo que él se trae, precisamente, entre manos”.

Rasgo distintivo en la trayectoria de Santiago Feliú es la preocupación por los asuntos relacionados con nuestra generación, que deviene una constante de su obra. Quizás pensando en todo lo que hemos vivido los que ya pasamos de 45 años o hemos entrado en los 50, Santiago se inspiró para componer una canción como “La ilusión”, pieza que da testimonio de las contradicciones y los disímiles sentimientos, que han tenido lugar en Cuba (sobre todo entre los nacidos en la década de los 60 del pasado siglo) a partir de 1990, cuando se inaugura lo que se conoce como Período Especial:

Santiago Feliú 
Suspiran en ti
años felices, dudas del porvenir
como nos llegan las señales, como transan
estrategias «para un mejor vivir».
Espero no tener que resistir
nostálgico esperando el ayer
la cara de los que andan por cuarenta
Es de un color… alegre en gris
feliz muy raro.
Qué situación estar aquí
quererte todavía
todavía más
hechizo que culmina mi balanza y mi esperanza
cuando mutilas la cordura emancipada.
Sobra en pasión
ilusión más que en razones
para que te fíes de mí.
Nube que se pone sobre tus dolores
pendo del zumo de tus sinsabores.
Para ti,
soy como la vida cuando tiene vida
zurda y civilizada
ninguna me sirve más…
pero por todo el amor
no me desilusiones…
Ven, solo se arregla el mundo a pedacitos
con hierro del sueño de cada cual
con la energía del sentido y corazón
con savia de la luna y con savia del Sol.
Ave ciega que no espera
dueña de la verdad
como seguirte a ti
si cuando más me necesitas
me abandonas.
Acude siempre donde llora
lo que no se debe morir
Todo se nos vuelve espada
defendiéndonos la nada.
Para ti
donde el estallido llena de colores
la inmensidad del alba
sueño tras sueño das.
Pero por todo el amor
no te desilusiones
no te desilusiones.
Si del temor
que te acompaña
sé lo que pasó
siempre te perderás
por los mismos abismos
donde me pierdo yo.
Pobre gorrión
lo sabe todo
y de tanto lo sabe más
loco de comprensión
que cuando menos te imaginas
no hay modo.
Loca, locura bajo control
ya no sé que cosa puede ser peor
alucina en derredor
cuídatelo todo desde tu rincón.
Suspiran en ti
años felices, dudas del porvenir
como nos llegan las señales, como transan
estrategias para un mejor vivir.

En esa suerte de recuento de lo hecho por el trovador durante estos 34 años, en mi mente hago un repaso del primer disco del cantautor, el denominado Vida (editado hace algún tiempo en formato digital por la EGREM) y del que sobresalen piezas como “Amigo dibujo”, con un soberbio arreglo escrito por Oriente López; “Batalla sobre mí”, impactante por la fuerza que Feliú imprime al acompañamiento de su guitarra; “Carta y suerte de tener a Gunila”, bastante poco interpretada en los últimos tiempos; “Vida”, canción que como ninguna otra ejemplifica la línea épica en el quehacer de Santiago; o “Para Bárbara”, tema que para nuestra generación representa lo mismo que, en sus respectivos momentos, significaron composiciones como “Longina” y “Yolanda”.

No pretendo hablar aquí detalladamente acerca de toda la discografía de Feliú, en la que aparecen los álbumes Vida, Trovadores, Para Mañana, Náuseas de Fin de Siglo, Futuro Inmediato, Sin Julieta y Ay, la vida, sino sólo diré que mi favorita de sus producciones fonográficas resulta Náuseas de fin de siglo. Piezas como “Aunque la vida”, “Sedante”, “Desnudo”, “Nosotros y mañana” o “Mi mujer está sensible”, son todas canciones que me ratifican en la idea de que, entre los cubanos, él es el compositor más “hippy” de su promoción.

Los temas agrupados en Náuseas… son portadores de la estética y del espíritu psicodélico que tipificara a la llamada flower generation. Decisivo en tal proyección ideoestética, y que tiene como premisa el revolucionar desde la creación, fue el hecho de que las composiciones aludidas surgieron a raíz de la permanencia de Santiago en 1989, por espacio casi de un año, en las lomas colombianas, junto a la guerrilla del M19.

Esa tremenda experiencia vital marcó para siempre a Feliú, y en buena medida gracias a ella, sus textos —incluso los de crítica más acre a la realidad cubana circundante— se reconocen como los de un hombre de izquierda, que por fortuna ha sabido reciclarse y readecuar su pensamiento a los días que corren, a tono con las nuevas realidades.

Muestra de lo antes afirmado la ha dado al publicar sus últimos discos, Sin Julieta y Ay, la vida. En el caso del primero de estos CDs, se trata de un fonograma dedicado al tema del desamor o la ausencia de una pareja estable (fenómeno muy común en nuestra generación). Para Santiago Feliú, entre quienes nacimos durante la primera mitad de los 60, apenas hay parejas que estén viviendo un amor verdadero y lo que prevalece en la actualidad son relaciones entre dos personas en las que no hay ni Julieta ni Romeo sino miedo a la soledad, o “alianza para el progreso”, como se suele decir. Tan descarnada visión es la tesis en torno a la cual se arma el fonograma Sin Julieta. Pudiera afirmarse que no resulta este un trabajo estrictamente “social”, aunque a la par cabe asegurarse que el álbum aborda una arista problémica de la sociedad cubana contemporánea, pues está vertebrado a partir de la idea de la escasez de amor como forzosa clave de la época que nos ha tocado vivir.

En esta singular radiografía del desamor (sin la menor duda, el amor menos cantado y uno de los que más se vive por los días que corren), y donde se retoma la herencia legada por la poética de un género como el tango y de creadores como Luis Eduardo Aute, desde el prisma musical su principal rasgo está dado por el uso de una afinación de la guitarra del trovador en la tonalidad de Re, distinta a la empleada normalmente, y que está tomada de la música de Andalucía. Ya con anterioridad Santiago había trabajado el instrumento de las seis cuerdas con una afinación en Sol. Semejante peculiaridad de utilizar diferentes encordaduras brinda disímiles colores a su música.

La estética de lo que Santi gusta denominar como “canción de arte” y que aparece reflejada a la perfección en Sin Julieta, es continuada en su más reciente fonograma, Ay, la vida, publicado en nuestro país a través del sello Colibrí. Aquí nos reencontramos con los motivos recurrentes que han signado en lo musical y lo textual la obra del creador. Así, en lo poético y siempre desde un lenguaje críptico, una vez más él vuelve a reflexionar desde diferentes aristas acerca del sentido de vivir, en una atmósfera sonora en la que el elemento rock tiene fuerte presencia.

Se destacan entre el conjunto de temas compilados en la grabación, las piezas “Marionetas de Cupido”, “Otras cosas que también”, “Demasiado amar”, “Sostener mi amor”, interpretada a dúo con Silvio Rodríguez; y en especial “Planeta Cuba”, impactante canción que funciona como radiografía del pensamiento ideoestético de Santiago Feliú:

Santiago Feliú 
Prisioneros de la Libertad
pobres, sanos, cultos y valientes
consumidos por la austeridad
medio siglo siendo diferentes
amados, obstinados y sonrientes
llenos de música, ron y fe
y una espera… dividida mal.
Evasivos de la realidad
emigrantes y antiimperialistas
militantes de la dignidad
solidarios y anticomunistas.
Abajo los bloqueos de la mente
ya merecemos más
que aguantar,
que soñar,
que sobrecumplir,
no hay tiempo.
Por la Virgen de la Caridad,
por la sangre de San Ernesto
sigue Cuba, sigue de verdad,
sigue Cuba, sigue resistiendo.

Con una carrera discográfica bastante errática por causa de pésimos contratos, y que lo ha llevado a que hoy Santiago Feliú se decante por ser un creador independiente, sin ataduras con ningún sello, y que carga con sus CDs para venderlos en los conciertos que ofrece, puede asegurarse que a lo largo de su vida como trovador, Santi siempre se ha proyectado en la búsqueda de una canción de arte, ajena a las reglas comerciales impuestas por la tiranía del mercado, y con ello hace valedero aquellas palabras de Pablo Picasso en las que se aseguraba: “…el pintor pinta lo que vende, el artista vende lo que pinta…”

Quiero concluir mi tributo al Santi por su 50 cumpleaños, reproduciendo un fragmento de un texto escrito por nuestro común hermano Humberto Manduley, de seguro una de las personas que entre nosotros mejor ha decodificado la esencia de la propuesta de este genuino trovador, definido por otro buen amigo, Juan Pin Vilar, como “un hippy en el comunismo”. En sus palabras, “el Mandu” deja sentado que en los textos de Santiago Feliú, además de los temas sociales aludidos por mí con anterioridad, aparecen tópicos como los sueños, el tiempo, la muerte y el amor, por lo que con sobrada lucidez afirma:

“Su discurso poético es todo lo personal que permiten las actuales condiciones globalizadoras en el arte. En sus canciones priman metáforas casi dadaístas (‘azul como su hijo, bebé como su cielo’), de un lirismo cristalino, o de una intensidad sobrecogedora (‘sólo con golpes hondos mi alma intranquila entiende’). También es irreverente y cáustico, apasionado y tierno, lúcido y mordaz, una especie de Borges lisérgico (es la primera equivalencia literaria que me viene a la mente) hilvanando palabras hasta decir exactamente lo que esperamos de él. Si bien a veces se mueve en concéntricos círculos intimistas no rehúsa un compromiso generacional. El mismo cantor que apuesta por nuestro devenir social en tanto nación (‘es un amor por Cuba’) expresa sus rabias ante la cerrazón burocrática (‘las buenas locuras las asesina un buen puesto’) o habla sobre la ambigüedad económica actual en el ‘Rock and Rolito de Fulanito y Menganito’. Aún cuando la etapa hipercriticista de los ochenta ha quedado como anécdota, Santi sigue ejerciendo su rol de cronista de un tiempo histórico específico (el suyo, el mío) diciendo las cosas claras, sin tartamudear (¿algo insólito en él, no?), invocando el regreso nunca utópico de Lennon y el Che, hablando contra el oportunista, encarando su postura sin concesiones… y no digo más ‘no vaya a ser que algún cretino diga que uno es contrarrevolucionario’.”

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