domingo, 23 de octubre de 2011

Lo que dice la encuesta del CRI en Miami

Por Jesús Arboleya Cervera
Lo que dice la encuesta del CRI en MiamiHace unos días, el Cuban Research Institute (CRI), de la Universidad Internacional de la Florida, dio a conocer los resultados de la última encuesta realizada en la comunidad cubanoamericana de Miami. Esta es la décima de las que vienen realizando desde 1991 y estuvo acompañada de un interesante informe titulado “La diáspora cubana en el siglo XXI”, que por razones de espacio no puedo comentar ahora.
Me limitaré, por tanto, a comparar los resultados de esta encuesta con la primera que realizó esta institución en 1991, toda vez que ello puede ilustrarnos respecto a las transformaciones políticas sufridas por esta población, en los últimos veinte años.
En 1991, el 88 % de la muestra consideraba que el régimen cubano no sobreviviría más de dos años, aunque solo un 32 % contemplaba la posibilidad de regresar si esto ocurría. El 77,5 % apoyaba una eventual rebelión armada en Cuba y el 53 % una invasión militar de Estados Unidos. Casi el 90 % abogaba por intensificar el bloqueo económico y el 61 % estaba en contra de la venta de medicinas y alimentos. Apenas el 41 % estaba interesado en viajar a Cuba, incluso si se levantaban las restricciones existentes en esos momentos.
En la última encuesta, al menos en la versión a la que he tenido acceso, la pregunta relacionada con el posible fin del régimen cubano ni siquiera se hace, y tampoco aparecen las relacionadas con el apoyo a la rebelión armada o la invasión norteamericana, quizá porque en opinión de los investigadores ya carecen de actualidad, lo cual sería una buena noticia, si realmente fuese cierto.
De todas formas, hoy día, el 56 % de los cubanoamericanos apoyan el bloqueo económico y el 80 % lo considera disfuncional; alrededor del 75 % respalda las ventas de medicinas y alimentos; un 57 % los viajes sin restricciones y el 61 % se opone a cualquier ley que restrinja esta posibilidad, lo que indica el desfase de la extrema derecha, respecto a los criterios de la mayoría de la población, ya que un 58 % defiende el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los dos países.
Quizá lo más trascendente, es que el cambio de estas actitudes ha estado determinado por las opiniones de los que emigraron de Cuba después de 1994, los jóvenes inmigrantes y los nacidos en Estados Unidos, expresando una tendencia que puede aumentar en el futuro, toda vez que responde a factores objetivos e históricos difícilmente modificables, al menos, si las condiciones actuales se mantienen más o menos inalteradas.
Tal situación plantea una dinámica muy interesante a escala de la política local y la futura elección de representantes cubanoamericanos para cargos estaduales y nacionales, toda vez que aproximadamente el 50 % de los habilitados para votar se ubica en una u otra posición. En esta paridad influye la secuela del llamado “exilio histórico” y la escasa participación de los “nuevos emigrados” en la vida política del país, pero la diferencia la hacen los descendientes, donde se registra un apoyo mayoritariamente sostenido a las posiciones más conciliadoras.
Algunos opinan que estos resultados generarán, a corto plazo, transformaciones relevantes en la estructura política cubanoamericana y no deja de ser cierto que los más preocupados con esta eventualidad, son los políticos de la extrema derecha, los cuales incluso pretenden modificar la Ley de Ajuste Cubano, con tal de frenar este proceso. No obstante, yo soy menos optimista, ya que si realmente la opinión de las mayorías decidieran en la vida política norteamericana, los ricos pagarían más impuestos y George W. Bush nunca hubiese sido presidente de Estados Unidos.
Lo que resulta innegable es que, cualquiera sea su impacto inmediato en la política doméstica, en términos humanos, culturales, incluso económicos, estas transformaciones inducen a una nueva manera de relacionarse con la sociedad cubana, así como a la forma en que ésta percibe a los emigrados, atenuando los conflictos políticos e ideológicos de antaño, sin por ello negar que éstas diferencias existen, al menos generalizadas a escala social, y continuarán influyendo en las relaciones entre las dos partes.
La clave está en que, en las actuales condiciones, es dable convivir a pesar de estas diferencias y en esto radica la posibilidad del “diálogo entre cubanos”, como algunos llaman a un proceso que siempre debió haber sido normal, pero que resultaba imposible hace veinte años, como lo demuestra las encuestas llevadas a cabo en la comunidad cubanoamericana entonces y la reacción de la sociedad cubana frente a estas actitudes.
Todo indica que la recientemente anunciada reforma de la política migratoria cubana, parte de reconocer estas transformaciones. Por lo que, aunque aún no se conoce el alcance de las mismas y seguramente éstas no van a satisfacer, por sí solas, las expectativas de todo el mundo, lo relevante es el sentido en el que están orientadas, “al incremento de los vínculos de la nación con la comunidad de emigrantes”, según lo dicho por el presidente Raúl Castro, desbrozando el camino para avanzar en este proceso.
Es de esperar, por tanto, que la encuesta que realice el CRI dentro de veinte años, tenga resultados aún más alentadores y ojalá hayan pasado definitivamente a la historia, aquellos políticos cubanoamericanos que viven de una beligerancia que ya solo sirve a sus propios intereses.

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