jueves, 20 de octubre de 2011

Somos deudores de sus obras inmensas

Isahily  Pérez • La Habana

Me corresponde el inmenso honor de pronunciar las palabras de elogio de siete figuras cardinales de la Cultura Cubana, y no en un año cualquiera sino en el año en que la Asociación Hermanos Saíz llega a su aniversario 25. Provengo de una generación para la cual la Asociación no guarda secretos. Provengo de la generación que al despertar encontró en todas las provincias de Cuba, y aún en municipios recónditos, las siglas A-H-S junto al rostro de los dos hermanos que son siempre jóvenes. Provengo de la generación que sabía dónde estaba la Casa del Joven Creador y que allí se entraba gratis; que importantes artistas colgaban sus exposiciones, montaban sus puestas, leían poesía, descargaban.
También provengo de la generación que vio por vez primera, y con total naturalidad, los monumentales conciertos de rock que se hacían en Santa Clara, y la que vio a los raperos narrar nuestra cotidianidad con su discurso crítico y siempre participativo. Cuando necesitamos espacios de realización los encontramos abiertos; y cuando necesitamos de espacios nuevos, nosotros mismos los creamos.
Vimos caer paredes que parecían inmóviles y vimos las columnas ser flexibles. Fuimos contraparte de las instituciones de la cultura pero también supimos ser parte, de manera que hoy no existimos los unos sin los otros. Me atrevo a afirmar que a veces hablamos dialectos distintos pero siempre una misma lengua. No por gusto esta tarde los representantes del Ministerio de Cultura y sus instituciones están, como siempre, con nosotros.
Pertenezco a la generación que pudo publicar sus libros en las editoriales de la Asociación, y que pudo exponer en sus galerías las obras más polémicas. La generación que fundó revistas con nombres tan locos como La Gaveta, y colgó sus cuadros en la galería de arte que es un paso peatonal. La que iba con una mochila de provincia en provincia tocando a las puertas de toda Cuba con un santo y seña: A-H-S. Y así repetimos la ruta de Martí y vimos su rostro entre las nubes del Turquino. Y así viajamos fuera de Cuba e invitamos a Cuba a quien quiso conocernos.
Dimos becas y premios y fundamos todo tipo de proyectos. Los mejores perduran y son espacios vivos de participación y legitimación. De los coyunturales bebimos la esencia y supimos pasar a otra cosa. Y así hemos sido siempre jóvenes. Todos los años recibimos a quienes llegan con un carné que generalmente se les pierde. Les explicamos qué es la Asociación y cómo funciona. Pero el qué y el cómo son distintos para cada artista, y cada artista necesita descubrirlo por sí solo. Cuando entendimos todo, participamos de todo y todos nos conocen, casi siempre ya es hora de decir adiós. Nos despedimos sin grandes tristezas, porque a los 36 años aún se es joven, y el mundo sigue siendo ancho pero ya nunca es ajeno. Años después, entre papeles viejos encontramos el carné que anduvo perdido. Sé de muchos que lo guardan con nostalgia. Hay quienes dicen que en la Asociación vivieron sus mejores días, y yo les creo.
Leyendo con Retamar me temblaron las manos al oírle su poema: “Y Fernández”. Y en una reunión que parecía interminable, Fina escapó por mi lado y era el alma de Cuba quien pasaba. Vi a mis amigos de la Trovuntivitis cantar junto a Manu Chau y con Liliana Herrero; y vi a los rockeros coreando con Sepultura, y a Yasek Manzano y Wynton Marsalis compartiendo una trompeta.
Les digo a los que recibirán su carné de asociados en el emblemático Pabellón Cuba, no una tarde cualquiera sino está tarde; los que simbolizan a los 400 jóvenes que ingresarán a lo largo y ancho de la Isla, que la Asociación es casa a la vez que herramienta, que la irán entendiendo en la medida en que ella absorba con su inmensa comprensión sus obras por venir. Los que esta tarde reciben no un carné, sino el Sello 25 Aniversario, han dejado a los que ingresan un hermoso diseño que felizmente siempre estará incompleto, que siempre necesitará de nuevos sentidos y de nuevos trazos.
El Sello 25 Aniversario se ha estado entregando por estos días, en todas las provincias del país, a instituciones, jóvenes artistas y personalidades que han participado de la vida de la organización de un modo relevante. La mayoría de estos creadores recibieron hace años su carné y hoy son los impulsores de los procesos culturales, y los actores de cambio para un mundo mejor.
Y para que esta tarde sea completa, y esta es la razón esencial de que nos encontremos reunidos, a propuesta del Consejo Nacional de la Asociación Hermanos Saíz, se entrega la máxima distinción que dan los creadores jóvenes a siete relevantes artistas e intelectuales, que no necesitan de más presentación que sus mismos nombres, y vienen a sumarse a una lista entrañable y prestigiosa de Maestros de Juventudes.
Marta Valdés está considerada la figura más sobresaliente de la segunda generación del filin, y su obra prepara el camino al surgimiento de una nueva canción en Cuba, no solo desde la estética musical sino también en el ámbito poético. Temas suyos han sido cantados por míticos intérpretes de la talla de Bola de Nieve, Elena Burke, Omara Portuondo, Pablo Milanés y la Freddy. No se pudiera hacer un recuento de la canción cubana sin temas como “Llora” y “Tú no sospechas”, entre otros. No solo sobresale Marta Valdés como cantautora, es además una de las más lúcidas teóricas de nuestra música. De su labor como crítica proviene el antológico volumen Donde vive la música, y hoy, desde su espacio digital en Cubadebate, sigue ejerciendo su criterio siempre lúcido y profundo. Llegue a esta leyenda viva de la canción cubana, el homenaje de una organización que la acompaña en la promoción de una de las corrientes más robustas de nuestra historia musical, la trova.    
Ramona de Saá, Premio Nacional de Danza y también de Enseñanza Artística, resume en estos lauros las pasiones cardinales de su vida. Fundadora del Ballet Nacional de Cuba fue, en su juventud, una de sus principales figuras hasta que una lesión la alejó del baile pero no de las tablas. Cuentan que en medio de una clase recibió la noticia de haber merecido el Premio Nacional de Enseñanza Artística —distinción que reconoce sus 45 años de vínculo con la docencia, y sus aportes a la Escuela Cubana de Ballet— y seguramente es cierto, pues Ramona de Saá está considerada, unánimemente, como una de las representantes más notables de la Pedagogía de la Danza en el mundo contemporáneo, y en nuestro país ha formado a las nuevas promociones de bailarines. Ramona de Saá ya no es solamente maestra de bailarines, también lo es de todos los noveles artistas.
Sara González, fundadora del movimiento de la Nueva Trova, y una de sus figuras más queridas, también perteneció al Grupo de Experimentación Sonora del Icaic, y ha sido un icono para múltiples generaciones. Su obra es diversa, y al rigor de su preparación como artista se une su sensibilidad de mujer apegada a la defensa de la identidad nacional, y a nuestro perenne anhelo de justicia. Con real autenticidad ha sintonizado la épica nacional con el ser humano a través de temas sociales de un inmenso vigor, y ha podido comunicar el pulso de nuestros tiempos en canciones que son verdaderos símbolos. Se dice que Sara le ha puesto voz a la Revolución y cuerpo a la cubanía. Sara González, Maestra de Juventudes, ya es parte inseparable de la Asociación como lo es de nuestra memoria colectiva. Su nombre, su voz, su alegría, significan pueblo.
A Nersys Felipe los niños la leen en la escuela y la siguen leyendo durante toda la vida. Su obra, perenne exaltación de la cubanía, es capaz de elevar lo local a lo universal; prueba de ello es que ha sido traducida a varios idiomas. Solamente con Cuentos de Guane y Román Elé, que le merecieron dos Premios Casa, ya hubiera sido considerada un clásico de nuestras letras. Aunque a sus reconocimientos suma el Premio La Edad de Oro y el de la Crítica, prefiero resaltar un galardón casi desconocido —quizá el que más se le parece—, el origami que representa la Distinción a la Humildad “Dora Alonso”, que le fuera entregado por Gente Nueva a principios de año. A Nersys Felipe, una de las más importantes escritoras cubanas de todos los tiempos, sumamos otro premio: el que esta tarde, con inmenso amor, le entrega a la joven vanguardia artística.   
Alfredo Sosabravo, pintor, dibujante, grabador, ceramista, es uno de los más significativos artistas cubanos, justamente reconocido con el Premio Nacional de las Artes Plásticas. Sosabravo ha realizado una obra fácilmente identificable por su estilo único, optimista y espléndido, que tiene como centro al ser humano y la naturaleza. Experto en todas las técnicas, se ha renovado constantemente, de manera que con el paso de los años sus creaciones han crecido en originalidad y fuerza. Su obra, referente ineludible si ha de hablarse de arte cubano, es el resultado de una mente siempre fresca e indagadora, que no teme seguir experimentando a pesar de sus más de ochenta años. Merece Alfredo Sosabravo el mejor homenaje de los artistas jóvenes, que es ser llamando, con total justeza, Maestro.
Enrique Pineda Barnet, hombre de increíble versatilidad, es cineasta, guionista, poeta, y actor, y se ha movido en los ámbitos del teatro, la radio, la televisión, el periodismo y el magisterio. Es fundador de Teatro Estudio, de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, de la Televisión y de la UNEAC. Para terminar con las frías pero necesarias enumeraciones, diré que Pineda Barnet dirigió el filme de ballet Giselle, único de su tipo en América Latina, y uno de los más logrados en el mundo; y en 1989, La Bella del Alhambra, que integra la lista de las películas más importantes del cine cubano, y que todo cubano ha visto con fervor. Por esa y otras realizaciones mereció en 2006 el Premio Nacional de Cine. No nos extrañe que los artistas jóvenes llamemos a Pineda Barnet: Maestro, porque lo ha sido. En 1959 fue el primer maestro voluntario que tuvo nuestro país, y  a partir de esa experiencia, como el mismo refiere, no ha dejado de serlo ni un solo instante.
Fernando Martínez Heredia es uno de los intelectuales más valiosos de América Latina, y su obra es brújula indispensable para entender los problemas del continente y el mundo contemporáneo. En los albores de los años 60 inicia su labor en el Departamento de Filosofía de la Universidad de la Habana, y a finales de esta década ya dirige la revista Pensamiento Crítico, publicación inevitable cuando se habla del marxismo en Cuba y Latinoamérica. A partir de este momento se centra en la investigación, y su trabajo es tan fecundo que parece no haber vivido una, sino tres vidas. A la Distinción por la Educación Cubana se le suman el Premio Casa de las Américas de Ensayo, y el Premio Nacional de Ciencias Sociales, por solo citar sus más importantes reconocimientos. La vida de Fernando Martínez Heredia ha estado en perfecta sintonía con la historia de nuestro país, y su obra nos ha legado claves inestimables para comprenderlo. Querido Maestro, llegue a usted la gratitud de los jóvenes que andamos tras su huella y su lámpara alta.
Reciban este premio: Marta Valdés, Ramona de Saá, Sara González, Nersys Felipe, Sosabravo, Pineda Barnet y Fernando; sabemos que al aceptarlo son ustedes quienes nos premian.   
Los que somos deudores de sus obras inmensas, su continuidad, su renuevo, hoy cumplimos 25 años. Desde las capitales o desde el municipio más recóndito: con guitarra, con libros, con pincel y paleta, encima de las tablas, grabando de la vida cuanto ocurre; en las Casas del Joven Creador, en las calles y en las instituciones; ascendiendo al Turquino con el rostro vivo de Martí sobre nuestro propio rostro; en el árbol de Cuba aquí estamos, los verdes, nuevos brotes.
Muchas gracias a todos.
 
Pabellón Cuba, martes 18 de octubre de 2011

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