sábado, 27 de enero de 2018

Guerras sin cañones I

Por Lisbet Penín Matos y William Sotolongo

Mientras una parte de la sociedad, trabaja, para que cada paso del hombre sea en favor del desarrollo social y científico, existen otros que con el mismo esfuerzo, construyen los logros en armas de guerra y elementos de prepotencia ante y contra los demás.

Podríamos hablar de la dinamita, la cual fue un elemento de muerte durante la I Guerra Mundial. Otro caso fue el de la fusión nuclear, que además, se convirtió durante el segundo conflicto mundial, en las cuales se convirtieron en un mecanismo de fuerza al terminar esta en el enfrentamiento, conocido como guerra fría, entre el bloque capitalista y el bloque socialista, aunque en verdad, debiéramos hablar de los Estados Unidos de América y la ya desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).


Como parte del desarrollo tecnológico, a finales del siglo XX, apareció Internet. Y así cambiaron muchas de las concepciones del mundo moderno, pues a solo un clic tenemos a disposición información necesaria.
Información. Una interesante palabra para el filósofo, economista e historiador escocés David Hume, pues en fechas tan lejanas como el siglo XVIII planteó que “quien tiene saber, tiene poder”. ¿Acaso el saber no implica tener dominio de información? Dos palabras claves que han transversalizado numerosos procesos y períodos históricos pasados y presentes.

Otras personas en épocas más actuales han hecho referencia a la vinculación de la información con el poder y el control. Así expresó Zbigniew Brzezinski, asesor de Seguridad Nacional durante el gobierno del Presidente James Carter: “el Poder Global debe desempeñarse en la dominación cultural, y ejercerse mediante su hegemonía sobre las comunicaciones globales, las diversiones populares y la cultura de masas”.

Una vez más vemos la aplicación de antiguos métodos, que son redireccionados y reelaborados, sin embargo la esencia es invariable. ¿Por qué? Es que en la antigüedad el poder se aplicaba contra el pueblo, pues los sacerdotes egipcios controlaban el conocimiento, y utilizaban la información para afianzar su poder en el imperio.

A las anteriores key words, se suma otra: hegemonía. ¿Esa inofensiva tríada podría ocasionar una guerra?

Una guerra fuera del mapa

En la actualidad, parte de los conflictos que guardan intereses geopolíticos, comienzan preparando el terreno fuera del espacio físico. Internet se ha convertido en esa nueva plataforma que además de ofrecer informaciones y entretenimiento, es el espacio propicio para una guerra no convencional.

Los pasos gigantes de la red de redes, traducidos en el acceso desde cualquier parte del mundo y a través de disímiles dispositivos, permiten que el mapa de guerra sea virtual. Y como para todo hay un término, aquí lo presentamos: ciberguerra.


En inglés cyberwar, en español se conoce como guerra digital o ciberguerra, y hace referencia al “desplazamiento de un conflicto generalmente de carácter bélico, que toma el ciberespacio y las tecnologías de la información como campo de operaciones, en lugar de los escenarios de combate convencionales, o sea, el conjunto de acciones que se realizan para producir alteraciones en la información y los sistemas del enemigo, a la vez que se protege la información y los sistemas del atacante”.

Esta guerra no dispara balas sino que bombardea con información, comunicaciones, algoritmos. Es una invasión que ha originado en el mundo sabotajes, espionaje, controles estrictos de banco, interferencia en la automatización de los aeropuertos y en sistemas estatales.

Ya en el 1995 del pasado siglo, EE.UU., se preparaba para graduar a sus primeros 16 especialistas de guerra informática. Como planteara Donald Rumsfeld: “Internet es el nuevo escenario de la guerra contra el terror”, y ya en el 2003 apareció uno de los primeros documentos sobre la ciberguerra y el cibercomando en Estados Unidos.

Basta una primera acción

La primera batalla abierta en el ciberespacio ocurrió contra del proyecto de desarrollo nuclear iraní. Este ataque fue combinado entre Estados Unidos e Israel, y en él se utilizó el virus informático conocido como STUXNET.

Este virus según informaciones ofrecidas por el diario The New York Times, eliminó aproximadamente la quinta parte de las centrífugas nucleares de Irán, y ayudó a retrasar la salida de las primeras armas nucleares del país pérsico. El código maligno estaba diseñado para afectar los controladores Siemens de las centrífugas para el tratamiento de Uranio.

“Para comprobar el virus, tienes que conocer las máquinas”, dijo un experto estadounidense en inteligencia nuclear. “La razón por la que el virus ha sido eficaz es que los israelíes lo probaron”

Sin dudas, es un interesante escenario en el que todos, sin quererlo, estamos inmersos. Esta forma de guerra, mediada por la tecnología, es muestra de que el desarrollo de la ciencia puede tomar rumbo pacífico o destructivo. Las ciberarmas tienen misiles de alcance en áreas como la biotecnología y la nanotecnología, con el objetivo de llevar la ciencia a la máxima expresión con la intención de ejercer hegemonía.

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