Por: Elsa Claro
Le andan buscando nombre a lo que sucede en España. Hay quien no duda de calificar de golpe blando lo ocurrido en el PSOE, incluyendo lo por venir, luego de anunciar que dan permiso al Partido Popular para que se mantenga rigiendo el país.
El rendido si de la socialdemocracia ibérica con rótulo de ¿abstención? recibió la crítica hasta de Albert Rivera, hombre declaradamente de derechas y quien regañó a la Comisión Gestora del PSOE por no haberle exigido al PP un buen paquete de demandas a cambio de permitirle esa nueva investidura.
El Partido Ciudadanos, le exigió al que pronto será de nuevo presidente de gobierno, un centenar de enmiendas para coaligarse con él. Ya se sabrá si las defienden o se suman a la chita callando al PP.
Pero nada ocurre sin antecedente o motivo. Darle calificación similar a la acuñada durante lo recién ocurrido en Brasil e intentan suceda en Venezuela, pudiera no ser exacto en el caso de España, pero quienes emplean la misma expresión, discurren que lo ocurrido en la Comisión Federal de la ¿socialdemocracia? ibérica, se parece tanto, al golpe parlamentario en el gigante suramericano, que explica la tentación de ponerles bajo la misma sombrilla semántica.
Le andan buscando nombre a lo que sucede en España. Hay quien no duda de calificar de golpe blando lo ocurrido en el PSOE, incluyendo lo por venir, luego de anunciar que dan permiso al Partido Popular para que se mantenga rigiendo el país.
El rendido si de la socialdemocracia ibérica con rótulo de ¿abstención? recibió la crítica hasta de Albert Rivera, hombre declaradamente de derechas y quien regañó a la Comisión Gestora del PSOE por no haberle exigido al PP un buen paquete de demandas a cambio de permitirle esa nueva investidura.
El Partido Ciudadanos, le exigió al que pronto será de nuevo presidente de gobierno, un centenar de enmiendas para coaligarse con él. Ya se sabrá si las defienden o se suman a la chita callando al PP.
Pero nada ocurre sin antecedente o motivo. Darle calificación similar a la acuñada durante lo recién ocurrido en Brasil e intentan suceda en Venezuela, pudiera no ser exacto en el caso de España, pero quienes emplean la misma expresión, discurren que lo ocurrido en la Comisión Federal de la ¿socialdemocracia? ibérica, se parece tanto, al golpe parlamentario en el gigante suramericano, que explica la tentación de ponerles bajo la misma sombrilla semántica.
Los socialistas catalanes no están de acuerdo con los pasos dados por el grupo que capitanea la jefa de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, provocando la renuncia del ex líder del PSOE, Pedro Sánchez. Tampoco concuerdan con la exigencia de que todos los diputados del PSOE voten en favor de Rajoy acatando lo decidido por ese grupo de jefes regionales protagonistas del desaguisado.
Será porque el ala más derechizada del PSOE, tiene a Cataluña como un potro cerril al que se debe domeñar como sea. Luego puede haber en ciernes más refriega o ruptura y menos avenencias.
Casi todos los barones del PSOE (jefes de las federaciones en las autonomías) que apoyaron las propuestas del renunciante secretario general, mantienen sus criterios: hacer un congreso y consultas a la militancia de base, en cuyas manos querían colocar la decisión sobre quiénes formarían en lo sucesivo la jefatura del partido y si deseaban o no facilitar el predominio del PP.
A la bancada completa en el Congreso, el Comité gestor del PSOE les exige que voten en bloque por la susodicha abstención, equivalente a votar en favor de los conservadores.
Pedro Sánchez, tras un breve alejamiento de estos convulsos ¿o vergonzantes? Escenarios, promete, de forma algo críptica, que “Pronto llegará el momento en que la militancia recupere y reconstruya su PSOE. Un PSOE autónomo, alejado del PP, donde la base decida. Fuerza”,
Pero desde inicios de octubre, quienes se consideran autorizados para decidir sobre las mayorías, prefirieron suponer que los representantes pueden ignorar a sus representados.
En medio de tanta ¿hojarasca? se considera que la deriva socialista surge del miedo a seguir perdiendo votos, razón para no desear las famosas terceras elecciones que, después de tanto trueno, claro que no lograrían ni una llovizna. Pese a ello, no es imposible que deba realizarse nuevos comicios si fracasa el gobierno en minoría que en solo días se creará.
Entre las apreciaciones que en profusión enorme existen, se esbozan distintas variables. Los del PSOE pasarán a ser rehenes de su autogol o cómplices del PP. “No es sólo apoyo a la investidura, estamos ante algo más aunque no haya sido explicitado; acuerdos programáticos esenciales para que nada cambie”, así considera el político español mejor valorado por los ciudadanos, Alberto Garzón, coordinador federal de Izquierda Unida.
Y sí, parece que el asunto tiene un montón de espinas. Garzón no escatimó evaluaciones. Considera la anunciada abstención del PSOE “una traición histórica que va a tener repercusiones en el futuro” pues induce a concesiones al PP. Culpa de modo directo al ex presidente Felipe González (con sus conocidas declaraciones públicas desautorizando a Sánchez) y a la jefa de la Junta de Andalucía, Susana Díaz (complotada en el cambio de política, pues ese mismo Comité Federal había aprobado semanas antes, mantener el “no es no” a Rajoy).
El político progresista está convencido de que este descompuesto PSOE va a respaldar gran parte de las decisiones del gabinete conservador pues carece de cohesión y encaminado a otra renovación ideo-política, es posible que similar a la ocurrida en la primera mitad de los años 70, a través de personajes como el propio Felipe González, por entonces combatiendo por una España fuera de la OTAN para después insistir en que sí debía.
Cabe recordar que cuando surge en 1879, y durante todo un siglo, el PSOE se autodefinió como un “partido de clase obrera, socialista y marxista”. Esta última filiación pereció en el congreso de 1979, convocado entonces con carácter extraordinario. En este 2016 no hubo cita consultiva, sino el empleo de la reunión del Comité Federal que concluyó con la renuncia de su titular y las que parecen ser nuevas y pendientes definiciones.
Javier Fernández, presidente de Asturias y al frente de la Gestora que sustituye al secretario general, hizo declaraciones sobre el fuerte deterioro del PSOE, al cual consideró “podemizado” y por tanto, ese partido debe conducirse hacia el centro político. No se sabe todavía si fueron insinuaciones, desliz o determinación. Algunas pueden ser decisivas.
Poco antes de estos acontecimientos, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, este último jefe de Unidos Podemos, discutieron en público sobre cuál de las dos formaciones representaba en realidad a la izquierda nacional. Quizás, digo solamente, quizás, sin consultar con quienes deben, los discrepantes del Comité Federal determinaron ya ese desplazamiento ideológico.
Otras fuentes informativas dan fe sobre el elogio de Mariano Rajoy a la resolución que le otorga el aval de ese nivel de decisiones del PSOE. Abstenerse, para que él sea re-investido, no parece ser una simple formalidad. Medios de prensa refieren también que junto con el compromiso hecho público de apoyar al PP, los del PSOE adjuntan un grupo de solicitudes relacionadas con el programa impuesto por los conservadores ibéricos en los últimos años.
En una visita al rey Felipe VI, Alberto Garzón advirtió al monarca sobre su convicción de que habrá movilizaciones populares contra los nuevos recortes que, ya se sabe, tiene listos el PP.
Esta etapa es de alta complejidad. Se afirma que la socialdemocracia europea está en crisis y no es falso, pero tampoco el conservadurismo atraviesa por sus mejores tiempos. El brexit es un indicador de ello y el proceso electoral norteamericano, las municipales chilenas, o las más recientes intentonas de la derecha venezolana, en esta otra parte del mundo, son también expresión de saturaciones y defectos en los instrumentos para obtener o defenestrar el poder.
Y cuando la enfermedad no se atiende a tiempo…bueno, ya se sabe. Por ahora fiebre alta hay.
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