jueves, 5 de noviembre de 2015

La escoria sube a la superficie

Max J. Castro
Progreso Semanal

La escoria sube a la superficie
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MIAMI – El peor periodista en Miami es Andrés Oppenheimer. También es, sin duda, el más exitoso. Tiene su propio programa de televisión. Sus columnas aparecen en muchos periódicos en Latinoamérica. Y, como una conocida en el negocio editorial exclamó, ¡sus libros se venden!
“Escribe bien, ¿no es cierto?” añadió ella. Reí con sorna. Su escritura es, en el mejor de los casos, pedestre, pero eso es otro tema.
La razón por la que creo que Oppenheimer es el peor periodista de Miami no tiene nada que ver con lo que me dijo un amigo en común que Andrés imagina son mis razones: las uvas están verdes, la envidia. No. No es posible que yo pueda envidiar a alguien que ha construido una carrera haciendo lo contrario de lo que se supone que hagan los periodistas: afligir a los acomodados y consolar a los afligidos. Él es el mejor ejemplo que conozco del periodismo de arriba hacia abajo.

Honestamente, no puedo recordar una sola columna en la que haya descendido a las favelas brasileñas para averiguar por qué la gente allí votaría masivamente por Lula da Silva, o descolgarse por las laderas alrededor de Caracas para averiguar por qué apoyaron  a Hugo Chávez. Para él, todo lo que se aleje del neoliberalismo al estilo de Hernando de Soto es solo populismo barato, un término de burla en su vocabulario.
¿Pero no se supone que los líderes democráticamente elegidos deben responder a la voluntad popular? ¿O están, en cambio, obligados a seguir los dictados del Fondo Monetario Internacional (FMI), del gobierno de Estados Unidos, o de los acreedores de Wall Street?
Hace más o menos una década, frente a la opción de forzar a su pueblo a descender más aún en un abismo económico para cumplir con los términos de los acreedores internacionales o desafiar a los grandes, el presidente de Argentina, Néstor Kirchner, decidió ahorrarle a su pueblo un sufrimiento mayor, y en su lugar enseñó el dedo medio al FMI y a sus similares.
No recuerdo lo que escribió Andresito en aquel momento, pero que me caiga un rayo si él aplaudió esa medida. En cualquier caso, los hechos hablan por sí mismos. La ira del dios Capital no pulverizó la economía de Argentina. Es más, su economía creció a un ritmo rápido.
Argentina, por otra parte no es única. Como el Premio Nobel de Economía Paul Krugman y otros han demostrado, a países como la India, que no se sometió pasivamente al guión del FMI, en general les fue mejor que a los que sí lo hicieron.
No quiero centrar este comentario exclusivamente en Oppenheimer, a pesar de que me irrita sin límites. Cuando pienso en un verdadero periodista latinoamericano que escribió en Estados Unidos, siempre recuerdo el periodismo de José Martί.
Martί elogió la vena democrática de Estados Unidos y sus logros técnicos, en particular, la construcción del puente de Brooklyn, de la cual fue testigo. Pero él también pronto vio el lado oscuro, incluyendo la fiebre por la tierra de Oklahoma, que provocó la confiscación masiva de tierras de nativos norteamericanos y, sobre todo, las pretensiones imperiales de este país para extender el Destino Manifiesto hacia lo más profundo del Caribe y Latinoamérica.
Dónde Martί trató de explicar Estados Unidos a Latinoamérica para que el sur pudiera defenderse, la misión de Oppenheimer es consolar a dos tipos de público: las élites latinoamericanas que odian el surgimiento del “populismo” en Latinoamérica (porque amenaza sus privilegios, a menudo mal habidos) y a los norteamericanos que creen que todos los problemas de Latinoamérica son culpa de ella.
Que se sepa, Andrés, yo no envidio tu “éxito” ni un poquito. No es difícil tener éxito enviando besos hacia arriba y meando hacia abajo. Eso es lo que haces. Yo pude haber tenido lo mismo o más si hubiera estado dispuesto a rebajarme a tu nivel. No, gracias. La dignidad vale más que la aclamación o el dinero, al menos para mí.
El caso de la escoria que flota no es exclusivo de Oppenheimer. Alberto Ibarguen es un ejemplo aún mejor. Bajo su supervisión, El Nuevo Herald publicó una serie de artículos a fines de la década de 1990 presentando a una neurocirujana que afirmó haber tratado a Fidel Castro, el cual estaba casi en su lecho de muerte. Cada supuesto hecho en la noticia resultó ser falso. Aunque Ibarguen no podía microgestionar cada artículo, lo menos que el periódico pudo haber hecho fue ofrecer una disculpa a los lectores y realizar un análisis a fondo de la forma en que fue engañado por una estudiante de enfermería que se hizo pasar por neurocirujana. Eso nunca ocurrió.
Sin embargo, Ibarguen estaba en el ajo cuando murió Jorge Mas Canosa, quien había diseñado una campaña feroz contra el entonces editor del Miami HeraldDavid Lawrence, así como contra el propio periódico. El periódico imprimió una edición especial digna de la muerte de un presidente de Estados Unidos e incluyó todas las columnas que se habían escrito alabando a Mas. Casi todos los columnistas liberales, excepto dos o tres, estaban allí. De alguna manera, no pudieron encontrar ninguna columna bajo la firma de Max Castro.
Podría llenar tres columnas describiendo los crímenes de Ibarguen contra el periodismo honesto. Sin embargo, el asunto es que fue recompensado por todo eso al ser nombrado director del Miami Herald, y más tarde jefe de la Fundación Knight. Hoy él está recibiendo numerosos elogios y premios. Cuanto peor es la escoria, más sube.
Este fenómeno, por supuesto, no se limita a Miami. El “erudito” residente en Washington que escribió el libro Las razones para invadir a Iraq cayó de pie en un tanque pensante, a pesar de equivocarse 100 por ciento en todo.
La hora final de Castro (¿?). Un Castro todavía preside en La Habana, pero no quiero volver a eso.
Cuando yo estaba en la Universidad de Miami, hablé en un panel que incluía a varios estimados colegas que murieron posteriormente y a un estudiante conservador. Fue unos meses antes de la visita programada del Papa Juan Pablo II a Cuba. Otro profesor de la UM que todavía está vivito y coleando, estructuró su presentación en torno a tres predicciones. El Papa nunca va a ir a Cuba porque Castro no se atreverá a permitírselo. Habrá una ola de terrorismo dirigida desde Cuba hacia América Latina. Habrá una migración masiva de cubanos hacia Estados Unidos a través de la base naval de Guantánamo.
Nada de esto tenía sentido por razones que no tengo espacio para explicar. De hecho, lo que sucedió fue exactamente lo contrario. El Papa fue a Cuba y Castro lo trató con todo respeto. Hubo una onda de terrorismo contra Cuba desde Latinoamérica, pero dirigida y financiada por exiliados cubanos con sede en Estados Unidos y Centroamérica. No hubo éxodo masivo a través de Guantánamo. El acuerdo migratorio de 1994 entre Estados Unidos y Cuba  continuó siendo observado.
Lo siguiente que supe fue que el sabio que hizo esas predicciones locas fue ascendido a director fundador del Centro de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la UM, de nueva creación, una bofetada en la cara del comité académico fiador que había sugerido a otros dos candidatos por encima del ungido por los mandamases de la UM.
Me sentí indignado, pero no sorprendido. El reinado de error es más común que el reinado del terror. La escoria sube a la superficie cuando el flujo de la energía y los dólares va en esa dirección.
Traducción de Germán Piniella.
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