Por: Dr. C. Oscar Julián Villar Barroso (@villaroj)*
El próximo 9 de mayo los hombres y mujeres de buena voluntad en todo el mundo conmemorarán los 70 años de la victoria sobre el fascismo germano, un régimen aberrado que pretendió en su tiempo cambiar el curso de la historia, establecer el Reich Milenario y aniquilar a cuanto pueblo consideraban inferior al suyo.
La magnífica maquinaria bélica construida bajo la égida de un maniático manipulador y oportunista austriaco, Adolfo Hitler, fue aniquilada por los heroicos combatientes de la coalición antifascista, que encabezaron la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas; Estados Unidos de América; Gran Bretaña y Francia, quienes contaron con el apoyo sincero de todos los pueblos del mundo, entre ellos el nuestro.
Tres cubanos, los hermanos Vivó y Enrique Villar, combatieron en las filas del ejército rojo y algunos otros lo hicieron formando parte del ejército estadounidense, Aldo Vivó y Enrique Villar cayeron en combate y son cimiente de la amistad sincera y profunda que une a nuestro pueblo con los pueblos que integraron la URSS, sobre todo, y por cuestiones obvias, con el pueblo ruso.
Sin embargo, en los últimos tiempos la maquinaria manipuladora de los medios corporatizados de orientación Neoliberal se ha dado a la tarea de tergiversar la historia y a falsificar los hechos, al punto de que ha conseguido que mucha gente en Europa desconozca el papel del Ejército Rojo y de los pueblos de la Unión Soviética en la derrota del fascismo y han colocado a Estados Unidos en un rol protagónico, que no tuvo, ni quiso tener, más allá de las buenas intenciones del pueblo de ese país y de muchos de los miembros de sus fuerzas armadas por aquel entonces.
Pero lo cierto es que, mientras la URSS soportaba el embate del grueso de las divisiones alemanas desde el 22 de junio de 1941, las unidades conjuntas de Gran Bretaña y Estados Unidos solo desembarcaban en Europa el 6 de junio de 1944, por otra parte, las pérdidas de la URSS superan con creces las de todos los aliados y víctimas del fascismo juntos, ya que la contienda se cobró la vida de unos 27 millones de hombres y mujeres soviéticos, por eso irrita que se le quiera escamotear hoy el mérito que ganó ese gran pueblo en los frentes heroicos y en la retaguardia laboriosa.
El autor de este trabajo, de su paso por la URSS, conserva muchos recuerdos sobre como los soviéticos eran portadores de desgarradoras remembranzas de los días de la guerra, también de los escenarios bélicos que visitó y de la conversación con algunos veteranos, pero en este trabajo nos vamos a referir a los pilotos de guerra, solo que no vamos a hablar de los pilotos convencionales, jóvenes, fuertes, saludables, de esos hubo muchos y, nombres como los de Iván Kusheduk y Alexander Pokrishkin eran y son bien conocidos, pero también hubo pilotos heroicos, muy heroicos, que se llenaron de gloria y contribuyeron a la victoria sobreponiéndose a los efectos de diversas mutilaciones. Sirvan estas líneas de homenaje a todos los que se batieron por la patria.
A estás alturas del relato el lector sentirá curiosidad ¿cómo es esto posible? No será una exageración, pero no, todo esto es cierto y estos hombres tienen nombres y apellidos y escribieron su historia junto a la de su pueblo, de tal manera podríamos también preguntarnos desde estas líneas ¿conocen los lectores que un piloto soviético, casi ciego, derribó 15 aparatos fascistas?, pues si, en los años de la Gran Guerra Patria los pilotos soviéticos arrollaron literalmente a la aviación fascista, a pesar de los traumas por heridas mal atendidas, en unos casos, y ante la premura del próximo despegue, siempre.
En 1985, en ocasión del 40 aniversario de la victoria, uno de ellos, que fue profesor nuestro nos contaba en la Escuela de Aviación Militar de Frunze, que por una “sola falangita” no pudo seguir piloteando su IL-2. Ese estricto profesor, con lágrimas en los ojos nos mostraba sus manos callosas y mutiladas en las que no había un solo dedo completo y aunque no consigo recordar su nombre, la visión de sus manos es algo que me ha acompañado siempre.
Gracias a la pluma del destacado escritor Borís Polevoi y a su entrañable novela “Un hombre de verdad” (en ruso «Повесть о настоящем человеке»), que el mundo conoció del heroísmo sin límites y del recio carácter del pueblo soviético. Basada en hechos reales, la novela relata la vida accidentada del piloto de caza Alexei Meresíev (Marésiev en la vida real), quien luego de ser derribado y perder sus dos piernas por gangrena, consiguió dominar un par de prótesis y reincorporarse al destacamento de pilotos de caza y combatir con éxito hasta el final de la guerra, sin embargo, pocos conocen que no fue solo uno, sino 16, los pilotos mutilados los que pelearon con singular heroísmo en la Gran Guerra Patria.
Los pilotos mutilados. Un ejemplo sin par en la historia de la aviación.
La historia de Iván Leónov, quien todavía vive, es un ejemplo extraordinario. Nació en la provincia de Briansk en el invierno de 1923 y fue el benjamín de la familia, al que por las costumbres de la Rusia de entonces se le denominaba el “decimotercero” y tenía la obligación de quedarse a vivir con los padres y acompañarlos en la vejez. Pero en los años 30 en la URSS estaba en auge la revolución cultural y nadie se quedaba sin estudiar, sobre todo los niños, de ahí que Iván matriculó en la escuela local ferroviaria de siete grados y concluyó sus estudios en esa especialidad, en la que incluso, alcanzó a trabajar algún tiempo, pero el joven miraba al cielo y por ello se hubo de inscribir en los cursos del aeroclub de la sociedad “Ososaviajima”.
En la primavera de 1941 fue llamado al servicio militar, y gracias a sus habilidades para el pilotaje, fue enviado a la Escuela de Pilotos de Armavirsk y luego de graduarse destacado en el Lejano Oriente. Después de recalificarse como piloto de los cazas La-5, en la escuela de Arzamas, en 1943, se vio envuelto en los combates aéreos del Arco de Kursk, donde confluían al mismo tiempo miles de aviones de ambos bandos y de diferentes tipos en una enrevesada guerra a muerte. El propio héroe de nuestro relato comentaba que los combates aéreos sobre Kursk se desarrollaban en dos y hasta en tres escalones distintos al unísono y recordó como en julio de ese año fue derribado por un avión alemán.La herida producida por el proyectil de cañón del enemigo resultó grave en extremo, el proyectil había perforado las láminas del blindaje de su aparato y las esquirlas le destrozaron el hombro. El avión se convirtió en segundos en una bola de fuego y el piloto, con muchas dificultades, consiguió abandonar la cabina y descender en paracaídas y en el descenso fue nuevamente herido por una bala fascista. Iván hubo de caer en una zanja llena de agua en territorio de nadie y junto a él hubo de tomar tierra el piloto alemán de un aparato que él mismo había derribado momentos antes de ser tocado.
No más cayeron a tierra y ambas partes, la soviética y la fascista, pusieron en marcha sus respectivos mecanismos de rescate y salvamento, pero en medio del fragor de aquella colosal batalla aquello era un verdadero infierno, recordaba no hace mucho este ilustre veterano, que hasta la artillería reactiva soviética, las legendarias “Katiushas”, intervinieron en la acción disparando sobre la infantería alemana que se acercaba al lugar donde se encontraban ambos aviadores.
Al final, los soviéticos consiguieron llegar hasta donde se encontraba yaciente Iván Antónovich y en un intercambio de disparos el alemán, que se resistió a ser tomado prisionero, perdió la vida y se produjo el rescate. Pero la suerte del intrépido piloto también parecía estar echada, sus heridas eran gravísimas, fue llevado a la retaguardia y operado de urgencia y debido a las lesiones no quedó otra opción que amputarle no solo el brazo, sino que perdió toda la articulación del hombro y hasta el omóplato, quedando en situación de invalidez.
Pero a Iván Leonov le esperaban todavía algunas sorpresas. Una vez que le salvaron la vida en el hospital, aunque con esa importante mutilación, se tuvo que enfrentar a la Comisión Médica que abogaba por enviarlo a casa con una pensión por invalidez, lo que le alejaba del cielo y de la guerra, pero consiguió finalmente que le devolvieran a filas, aunque solo en calidad de oficial apuntador, sin autorizarlo a volar nuevamente, para esto último sí que no consiguió convencer al equipo médico.
También por esos días, desde el centro hospitalario fue remitido al Estado Mayor un reporte donde se proponía, que por el heroísmo en el combate se le otorgara al piloto Iván Antónovich Leonov, “fallecido” en ese hospital, el título de Héroe de la Unión Soviética “Postmorten”, noticia que conoció estando ya en el frente y en pleno proceso de preparación para volver a empuñar el mando de su querido avión.
En ello le ayudó la suerte, esta le puso en su camino al mismísimo General Mijaíl Mijáilovich Gromov, el Jefe del Ejército Aéreo en el cual servía, y a quien consiguió convencer de que podía volar, con su tenacidad inclaudicable se granjeó también la compresión del jefe militar, que autorizó a Leonov a volar en el avión de enlace, un aparato cuyo pilotaje era mucho más sencillo que el del caza La-5 y así fue como retornó al aire este piloto sin brazo, aunque tampoco estaba muy conforme con volar en un avión de retaguardia.
Avión caza de la oficina de construcción aérea Lávochkin del tipo La-5F Foto: Internet
El infatigable piloto, con la ayuda de un camarada de su regimiento, hizo una prótesis de duraluminio que de inmediato consiguió dominar hasta donde esto era posible y aunque mejoraba sus posibilidades en el dominio del aparato, no caben dudas de que volar en esas condiciones resultaba harto difícil, pero esto no fue óbice para que regresara al destacamento de pilotos de caza.
El Coronel Iván Antónovich Leonov en la actualidad Foto: Internet
Iván Antónovich Leonov durante la guerra realizó 110 misiones de combate, en las cuales hubo de derribar 8 aparatos enemigos, la mitad de ellos luego de su mutilación y se mantuvo en activo hasta el año 1947, cuando fue licenciado definitivamente por invalidez.
Jaranero y extrovertido, este multi condecorado héroe sigue amando la vida, luego de la guerra se casó, tuvo dos hijas y adoptó además a tres niñas y dos niños huérfanos, siendo joven se le veía por las calles de su ciudad conduciendo una motocicleta, a pesar del miembro amputado y tuvo licencia de conducción por espacio de 50 años. En 1995, este singular veterano hubo de recibir con orgullo la estrella de oro de Héroe de Rusia y hoy, en vísperas del 70 aniversario de la victoria a la que contribuyó con su sacrificio se le suele ver por la ciudad de Tula, donde es una figura muy popular y a quien sus conciudadanos le llaman el “Marésiev de Tula”. Al propio tiempo, su hazaña está recogida en el libro de records “Guinnes”.
Los héroes con prótesis.
Hemos mencionado a dos de estos héroes, quienes combatieron con prótesis piloteando aviones durante la Gran Guerra Patria, pero no fueron los únicos, como ya habíamos señalado. En el frente soviético esa hazaña la repitieron otros 15 aviadores, aunque el caso de Marésiev es el más conocido y a muchos les parecía único.
Particularmente trágica resulta la historia del piloto naval Zajar Sorokin. En un combate aéreo, y luego de consumir todos los proyectiles de su armamento de a bordo, decidió embestir con su aparato al del alemán, pero el mismo resultó averiado y tuvo que abandonar el avión y lanzarse en paracaídas. Ya en tierra tuvo que andar durante seis días en los que recorrió unos 70 Km para llegar a los suyos pero en ese lapso de tiempo las heridas recibidas hicieron necrosis y apareció la gangrena, por lo que no quedó otra alternativa que la de amputarle ambas extremidades, pero el amor a la profesión y el odio al enemigo que había hollado la tierra patria fueron elementos que lo devolvieron al destacamento de pilotos y de nuevo al vuelo.
Igual suerte, y episodios muy parecidos, corrieron otros pilotos soviéticos durante la Gran Guerra Patria, entre ellos Ilía Malíkov; Alexander Gricenko; Leonid Bielousov e Iván Liubímov, quienes perdieron una o las dos extremidades inferiores y luego de adaptarse a sus respectivas prótesis retornaron a los cielos de la guerra.
En el duro otoño de 1941, el piloto Grigori Kuzmich atacó a una armada de bombarderos fascistas, de los cuales consiguió derribar a dos, pero su avión fue averiado y tuvo que tomar tierra en territorio ocupado por los fascistas. Unos koljozianos soviéticos lo escondieron, pero un destacamento persecución integrado por “policías” locales al servicio de la Gestapo, dieron con él, fue hecho prisionero y enviado a un campo de concentración, del cual, finalmente, consiguió escaparse.
Primero se unió a un destacamento guerrillero que operaba en la retaguardia enemiga pero tuvo que ser enviado a la retaguardia soviética debido a que sus piernas se habían congelado y se le tuvo que practicar una amputación de urgencia de sus dos miembros, pero Grigori Pávlovich regresó al frente y con mucho éxito ya que desde su avión destruyó una decena de blindados enemigos, derribó 22 aviones fascistas y en varias ocasiones atacó a las fuerzas vivas del enemigo en sus 278 vuelos de combate.
Por lo anterior, en la primavera de 1943, le fue concedido el título de Héroe de la Unión Soviética, pero por desgracia su vida y su proeza no duraron mucho tiempo más, ya que durante un vuelo sobre la línea del frente fue interceptado por un As de la fuerza aérea germana que consiguió derribarle. El avión de Kuzmich se incendió de inmediato y el héroe consiguió abandonarlo justo antes de que explotara en el aire, pero al desplegarse el paracaídas, que también se había incendiado, no le sirvió de mucho y el piloto se estrelló, perdiendo la vida.
Destruyendo fascistas a “ojo de buen cubero”.
Así podría titularse cualquier crónica sobre el piloto de asalto soviético Iván Drachenko, quien luego de aterrizar en emergencia su aparato averiado hubo de perder el conocimiento, siendo hecho prisionero por un destacamento de la Gestapo. En manos de la Gestapo fue víctima de innumerables torturas para que diera información al enemigo, pero el piloto no dijo nada y por ello, una bestia fascista le sacó uno de sus ojos a sangre fría y al final determinaron enviarlo a un campo de concentración.
Drachenko, un hombre de una voluntad de acero y amor por la vida, encontró fuerzas para escapar del cautiverio durante el traslado y atravesar la línea del frente en dirección a las posiciones soviéticas, donde fue ingresado en un hospital y sometido a cirugía, después de lo cual se reincorporó a su regimiento y continuó volando en su poderoso Il-2 destruyendo posiciones y técnica de combate enemiga.
Similar suerte corrió el más tarde Héroe de la Unión Soviética Evgueni Azarov, quien venía combatiendo desde el mismo primer día de la guerra. Azarov, luego de una fuerte contusión y varias heridas comenzó a perder la visión de ambos ojos por lo que fue enviado a la Comisión Médica después de que sanaran sus heridas.
Para este bravo joven quedaban muy pocas oportunidades de continuar haciendo lo que más amaba, volar, cosa a la que se oponían los médicos, pero con “astucia” consiguió franquear este obstáculo, para ello se aprendió de memoria la posición de las letras y los símbolos de la tablilla de optometría y consiguió pasar por la comisión que estampó en su libro médico el deseado “Listo para el vuelo”.
Por si fuera poco, a su regreso al regimiento fue designado como Jefe de Escuadrón de caza, donde tenía la misión de conducir al combate a sus compañeros, en calidad de líder, sobre un horizonte que no veía muy bien, pero lo pudo hacer y por si fuera poco, derribar a 15 aviones fascistas.
Consideraciones finales.
Mientras escribía estas líneas para Cubaxdentro recordaba con nostalgia las actividades de este tipo en las que tuve la oportunidad de participar 30 años atrás y eso reforzó mi deseo de compartir con el lector estas páginas de la historia reciente de la humanidad que algunos pretenden escamotear por egoísmo, admiración rabiosa y espíritu malsano. Recordaba también la visita de Alexei Marésiev a nuestra escuela y sentí una imperiosa necesidad de rendir un humilde homenaje a todos estos hombres y mujeres de verdad.
Alexei Marésiev, el verdadero. Sin lugar a dudas: ¡Un hombre de Verdad!
En días recientes he encontrado en la prensa rusa innumerables trabajos sobre la Gran Guerra Patria y no pocos comentarios de los lectores, hubo sin embargo, uno que me emocionó profundamente porque rinde tributo a los combatientes que en condiciones de ser licenciados por las secuelas de sus heridas decidieron volver al frente de batalla, lo escribió un jovenzuelo, lo traduzco y lo comparto con ustedes: “…frecuentemente recordamos a nuestros héroes y en nuestra historia no son pocas las páginas de inmenso heroísmo. Pero como combatieron las personas, esas que prácticamente habían licenciado por invalidez y que desplegaron una voluntad inquebrantable en sus esfuerzos por regresar a filas es algo que no se consigue entender con un simple razonamiento porque está por encima de cualquier posibilidad. Solo se puede asegurar una cosa…, que mientras en Rusia existan héroes de ese tipo ella será invencible…”.
¡Gloria eterna al pueblo soviético. A los verdaderos libertadores de la humanidad de la peste parda del fascismo!
En la otra aparecen los dos ases de la aviación de caza en la GGP. A la izquierda Alexander Pokrishkin y a la derecha Iván Kuchedud
*Profesor Titular en Historia Contemporánea y Relaciones Internacionales
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