En días recientes el gobierno de Estados Unidos ha ratificado su política hacia Cuba con varias acciones hostiles que, aunque apuntan a zonas distintas, evidencian su desinterés en cualquier relación con la sociedad cubana que no tribute a la política de “cambio de régimen” implantada por Bush y que Obama no ha modificado.
Contra toda evidencia y frente a los reclamos de importantes sectores académicos y políticos, Washington mantuvo a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo; renovó los millonarios fondos de la USAID destinados a los grupos que organiza la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana; mantuvo la negativa de visas a académicos cubanos -cinco de ellos no la recibieron para asistir al congreso de la Latin American Studies Asociation (LASA)- e impidió la participación de las reconocidas atletas de la Isla Yargelis Savigne y Yipsi Moreno en un importante evento deportivo a celebrarse esta semana.
El Secretario de Estado John Kerry, cuyas declaraciones como Senador estimularon esperanzas sobre un cambio en las relaciones con la Isla parece ser “el hombre que no burló la mafia”. Desde que funcionarios del Departamento de Estado filtraron a comienzos de año a The Boston Globe que se estaba evaluando una salida de Cuba de la tal lista comenzó una carrera de acciones para evitarlo que demuestran el poder mediático e institucional que conservan los sectores que bloquean el cambio de política hacia Cuba aunque lleguen a la irracionalidad. “Los cubanos estarían encantados de transmitir la información [sobre el Plan de guerra del Pentágono en Afganistán] a los talibanes”, pudimos leer en The Washington Post.
A pesar del simpático comportamiento del diplomático estadounidense en La Habana que el pasado mes se apareció en un encuentro de usuarios cubanos de las redes sociales pidiendo dialogar de béisbol y cultura, lo real es que el gobierno que encabeza Barack Obama discrimina a los deportistas e intelectuales cubanos y justifica con mentiras esa exclusión. La Casa Blanca no sólo no reconoce al gobierno de la Isla sino que lo considera el peor de los enemigos de su país y del mundo: “patrocinador del terrorismo”; definición bajo la cual no sólo se justifica el tratar de provocar carencias, hambre y enfermedades a los cubanos, sino -creadas las condiciones- una intervención militar que no han dejado de pedir los sectores que presionan para que Cuba aparezca en esa lista.
Traigo aquí una anécdota de la que ya hablé en La pupila insomne pero que conviene recordar en las actuales circunstancias:
“En noviembre de 1933 un gobierno no reconocido por Estados Unidos se tambaleaba en Cuba. A la cabeza estaba el profesor universitario Ramón Grau San Martín, que había llegado al poder tras el derrocamiento del dictador Gerardo Machado, y se debatía entre varias tendencias políticas que iban desde el antiimperialismo radical de Antonio Guiteras hasta el filofascismo de una organización llamada ABC. A la jefatura del ejército había ascendido Fulgencio Batista, quien se convertiría en el hombre fuerte de los norteamericanos en la Isla.
“Varias de las fuerzas involucradas en el que quedaría en la historia como “Gobierno de los Cien Días” detectaron conspiraciones de Batista con la embajada norteamericana y las presentaron al presidente, acordando un juicio sumario con la intención de destituirlo. El juicio no llegó a realizarse porque Grau –atrapado en sus miedos- dio por válidas las balbuceantes justificaciones del antiguo sargento que pocas semanas después lo derrocaría. “Los que se perdonan hoy, nos matarán mañana” cuentan que dijo Antonio Guiteras ante semejante comportamiento. La historia le dio la razón, Fulgencio Batista no sólo asesinó a Guiteras sino a miles de cubanos, dejando un saldo de sangre y corrupción que superaría al de Gerardo Machado.”
Añado ahora un relato que complementa el anterior. Días después de su juicio frustrado, Batista fue testigo de un choque entre Guiteras -Ministro de Gobernación, Guerra y Marina- y el embajador estadounidense Sumner Welles en el Campamento militar de Columbia, en que el líder revolucionario le dio al diplomático diez minutos para abandonar la instalación con el argumento de que Washington no había reconocido al gobierno cubano y, ante la protesta de Welles, le recordó que ya habían pasado tres minutos del plazo concedido.
Volviendo sobre la declaración de Cuba como estado terrorista por el gobierno de Barack Obama y el comportamiento de los diplomáticos norteamericanos en La Habana, se me ocurre que los cubanos nos hemos movido siempre entre esos tres tipos de personajes con respecto a Estados Unidos (Grau, Batista y Guiteras) y cada cual escoge con el que más se identifica.
(Tomado de La pupila insomne)
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